Primero antes de leer:
Esta historia está dedicada a todas aquellas
personas que sienten demasiado .
A esos que el mundo les dio la espalda haciéndoles creer que eran insuficientes o demasiado sensibles.
A todos los que alguna vez terminaron llorando en la ducha sin ningún consuelo más que el de ellos mismos , solo porque no se sentían capaces de cumplir con sus propias expectativas.
A todos esos, quiero decirles
que está bien sentir de más .
Siéntete libre de expresarte sin importar lo que los demás puedan decir, o opinar. Eso es lo que nos hace humanos.
No dejes que te miren como si fueras un exceso, no permitas que te quiten la parte más importante de tu humanidad.
Tu alma.
...
~ Prólogo ~
El campus siempre había sido un lugar silencioso.
Durante la noche, aún mas.
Las calles estaban vacías, las ventanas cerradas y las habitaciones apagadas. Solo se escuchaba el viento colándose entre los árboles.
<< Nadie estaba aquí. A nadie le importa nada>>
La noche era cálida, casi acogedora. El verano había terminado, pero aún quedaba ese calor agradable, no el que asfixia ni sofoca.
Las clases apenas habían comenzado y nadie parecía emocionado. Todos actuaban distantes. En parte, entendía su falta de motivación. Yo también desearía estar lejos de aquí, si pudiera.
He cometido demasiado errores. Intentar cubrirlos con una curita sería ridículo. Mis heridas se han profundizado tanto que ya ni se como seguir escondiéndolas.
Abracé mi cuerpo mientras avanzaba. Pasé cerca del gran reloj en medio del campus. Siempre me había gustado; era una de las pocas cosas que amaba de este lugar. Cada hora, sus campanas sonaban con una belleza inquietante.
Aunque últimamente... esas mismas campanas me atormentaban.
Resonaban una y otra vez dentro de mi cabeza, sin descanso. No importa la hora, ni si era de día o de noche. Sonaban hasta hacerme perder el control sobre mi misma. Olvidaba quién era. Olvidaba que hacía aquí.
<< Ding. Ding. Dong >>
Me detuve en seco
El reloj no sonaba a estas horas.
Entonces...
<< Ding. Ding. Dong >>
Me llevé ambas manos a la cabeza y cerré los ojos, intentando calmarme. Hacer que el sonido desapareciera.
— Tengo que llegar... ignora el sonido.
Detestaba esas campanas. Tanto como el silbido.
<< No, no puede volver a pasar >>
Abrí los ojos, nerviosa, observando a mi alrededor.
Estoy sola... ¿verdad?
Seguí caminando. Había sido un día difícil. La escuela solo llevaba dos semanas y yo ya era un desastre. No hacía nada bien. ¿Que se supone que esperaban de mí?
No podía esperar a llegar y verla.
Tenía que pedirle perdón. Disculparme por todo.
Estoy mal. Necesito ayuda.
Empecé a sollozar sin detenerme. Las campanas se silenciaron por un instante.
Fue la última vez que las escuché.
...
Todo se volvió oscuro. Mi cuerpo pasó del calor a un frío insoportable. Mis manos se congelaron. La piel me sudaba de frío.
Me sentí observada
Ya no había campanas.
Ni silbidos.
Solo el calor de su respiración rozando mi cuello. El contraste con mi piel helada me erizo por completo.
El ambiente se volvió pesado, y de un segundo a otro...
No corrí.
No grite.
En el campus nadie escucha.
Nadie mira hacia otro lado por accidente.
Todos saben algo.
Nadie está dispuesto a decirlo.