Allí afuera

Cap I - Zombiologo

La tinta salía con algunas complicaciones del lapicero. Apretaba fuerte, lo suficiente como para que la mano empezara a doler apenas al escribir sobre el vigésimo tercer guion. Aparté la mano tras dejar el lapicero en la mesa a un lado de la hoja y sacudí la muñeca intentando alivianar el dolor, nunca entendí cómo es que eso funcionaba, pero con saber que lo hiciera me era suficiente, no iba a cuestionarlo de todos modos.

Sonó el chirrido de la puerta al abrirse, lo que me hizo levantar con velocidad la cabeza y girar la silla haciendo sonar las ruedas desgastadas. Vi el mismo rostro de siempre, con los mismos ojos café y el mismo cabello ondulado de color azabache, de tez blanca, casi pálida, y el mismo buzo de cangurito a color negro con los mismos pantalones, tan holgados como hace veinte minutos.

-¿Matando el tiempo?- Dijo, su voz era cálida, aunque sus palabras casi sonaron a regaño.

-Puede ser.- Le respondí, tomando sus palabras más a juego para intentar ignorar aquel tono más a regaño.

-¿Qué escribís?- Soltó una nueva pregunta. No soy fan de la dinámica pregunta y respuesta, tal vez lo deje en espera más de lo que debería, pensaba detenidamente mi respuesta, como si realmente fuera relevante.

-Un zombiario.- Le mentí.

-¿Planeas ser un zombiologo ahora?- Bromeó con el mismo tonó sarcástico que siempre usaba. Para estos momentos, si es que tuviera la libertad de estudiar algo, lo estudiaría sin pensar realmente en qué se traté, cualquier escapé posible a una realidad de mierda iba a servir.

-¿Ganas algo preguntando?- Tal vez soné algo agresivo, no lo pensé en el momento, pero la forma en la que se hizo el silenció y él me inspecciono con el ceño fruncido me hizo sentir como un desubicado.

-Puede ser.- Me devolvió las mismas palabras que le había lanzado al inició de la conversación. El silenció se volvió a hacer presente en la habitación, éramos solo nosotros dos mirándonos como si estuviéramos jugando a la guerra de miradas; ningún parpadeo, por más ínfimo que fuese.

Él me miró durante un rato más antes de finalmente darse media vuelta, cerrar la puerta e irse. Escuche los pasos de sus pisadas ligeras alrededor del pasillo dirigiéndose a la sala, y finalmente cesando tras, lo que pensaré, fue el sonido de su cuerpo tirándose bruscamente hacía el sofá del hogar.

No recuerdo bien hace cuanto tiempo ya estamos en el mismo departamento en el séptimo piso de un edificio residencial. Las conversaciones como la que acabábamos de tener son ya bastante cotidianas, él suele irrumpir sin tocar la puerta como si estuviera vigilándome, quiero creer que realmente es para asegurarse de que aún me encuentre bien, pero nuestras interacciones se fueron reduciendo día tras días, para este punto parece hacerlo solo por seguir la rutina.

Específicamente estos últimos tres días me estuve preguntando cómo estará él. Me siento ciertamente culpable al pensar que él aún se preocupa por mí, pero yo no soy capaz siquiera de preguntarle cómo se encuentra.

«¿Debería ir?» Pensé. Giré nuevamente mi cuerpo junto a la silla hacia el escritorio y tomé nuevamente el lapicero. Lleve el extremo del borrador hasta mi boca, deteniéndolo poco por debajo de la goma de lapicero para masticarlo. Ya ni notaba cuando lo hacía, pensar que antes me parecía asqueroso cuando Ei lo hacía, lograba que me preguntara cuánto decaí realmente «¿Cuánto habría decaído Ei realmente?»

Me levanté de la silla mientras aun masticaba el lapicero. Volteé mi cuerpo en dirección a la puerta y empecé a caminar, hice sonar el chirrido de la misma al abrirla y ahora escuchaba mis propios pasos por el pasillo en dirección a la sala.

La madera del pasillo seguía exactamente igual que como la encontramos por primera vez, los cuadros abstractos no se habían movido un solo centímetro, el mueble al principio del pasillo tenía las mismas fotos con los mismos rostros que vimos al llegar. Realmente me sentía fuera de lugar, como si los únicos que cambiamos fuésemos el que ahora veía recostado en el sofá, con una pierna a medio apoyar sobre la cabecera del sofá, y yo, mirándolo sin decir nada desde el principio del mismo pasillo.

-Se siente irreal.- Solté. Mi voz, más entre medio de una voz aguda y una grave, resonó entre la sala hasta invadir todo el espacio, la soledad "virtual" era palpable, y dejé reposar el lapicero sobre un mueble cercano. Ryan no pareció inmutarse, seguía viendo la televisión que emitía estática, como si en ella hallará la respuesta a todas sus preguntar.

-¿A qué te refieres?- Me preguntó, aún mantenía sus ojos fijos en el televisor, como si ignorara mi presencia.

-¿Cómo estás?- Evadí su pregunta, realmente supuse que era algo obvio, aunque tal vez lo sobreestimé un poco. De todos modos, esa pregunta pareció captar su interés, finalmente sentándose y mirando en mi dirección.

-Bien.- Me mentía.

No supe que decir. Me quede helado, aunque mi expresión seguía rondando el desinterés o el aburrimiento. No esperaba aquella respuesta, era una mentira obvia ¿Cómo podría estar bien? No quise encararlo aun así. Atiné a dirigirme hacia la puerta en forma de arco que daba hacia la cocina, sentándome en un taburete en la barra que daba a una especie de arco que asemejaba a una ventana en dirección a la sala.

Lo miré por un rato sin realmente saber cómo seguir con la conversación, nunca me había dado cuenta de la tanta iniciativa que él tenía en nuestras conversaciones, aún teniéndolo en frente, aun sabiendo que me había mentido, era incapaz de formular una sola palabra, dejando un espacio muy silencioso entre nosotros, donde solo nuestras miradas se volvían a chocar, insonoras.

El ambiente se partió a la mitad chocando con el escandaloso sonido de unos zapatos contra el suelo del pasillo del séptimo piso.

-¿Qué tipo de zombie hace ese sonido, zombiologo?- Bromeó, como si intentara aliviar la situación. No pude evitar alarmarme aún así, levantando rápidamente mi cuerpo para alejarme lo más posible de la puerta principal.



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En el texto hay: apocalipsis, zombie, ficion

Editado: 27.12.2025

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