Alma de Guerrero

Capítulo DOCE La agonía y el destino de una Princesa

 

Alysa

Hay ruido, el suficiente como para despertarme y ponerme alerta, no sé qué hora es y no tengo manera de saberlo porque me encargué de destruirlo desde mi supuesto ataque de ansiedad. Sigo pensando que lo que sea que me haya pasado la noche anterior no fue producto de un ataque de ansiedad.

Mis parpados se sienten pesados y deseo cerrarlos, pero no puedo volver a conciliar el sueño cuando todo lo que soy capaz de escuchar son voces, voces que provienen de la planta baja. Me obligo a cerrarlos pero no pasa nada, no hay una fuerza que me lleve con ella para desentenderme del dolor que me causa cada parte de mi cuerpo que fue afectada.

Hay luz natural que atraviesa las ventadas, eso quiere decir que aún es de día y que todavía no me volveré una prisionera de esta casa. Mi corazón comienza a latir rápidamente de un momento a otro y con él el dolor llega de un momento a otro ocasionando que me sienta en la agonía.

Cierro los ojos y los aprieto tanto con la esperanza de sentir alivio al desearlo, pero no sucede. Al contrario las punzadas de dolor se disparan y hacen que mis terminaciones nerviosas se vuelvan más débiles y perceptivas causándome más dolor.

Me rindo y me levanto como puedo para quedarme sentada en la cama, intento relajarme pero no puedo. Las voces de una conversación que ocurre a mis espaldas, el sonido de estas, el dolor que recorre cada parte de mi cuerpo y un deseo desmesurado por hacer que parece hace que vuelva a cerrar los ojos y al abrirlos lágrimas escurran por mi rostro.

No aguanto más y un grito de dolor sale disparado de mi garganta. El grito claro que me lastima, pero el dolor que recorre cada fibra de mi ser se vuelve con el pasar de los segundos más agudo puede más al hecho de que seguramente me quede sin voz por no dejar descansar ni dejarla sanar debidamente.

─¿Esa a sido Alissa? ─pregunta alguien en alguna parte de la casa.

Vuelvo a gritar y pedir piedad, incluso grito palabras ilegibles. Frases que de alguna manera sé que me pueden calmar.

En medio de mis gritos logro escuchar pasos y más gritos que seguramente provienen de mamá. Le pide a quien sea que haya llegado que vuelva y no se atreva a dar otro paso más.

Sigo escuchando las grandes y estruendosas pisadas, no se dio por vencido quien sea que se encuentre desafiando a mamá. Una descarga nueva de dolor vuelve a mí y mi vista se nubla nuevamente.

Siento el sudor acumularse en mi frente, siento mis ojos lagrimar y dejarlas escapar para que me bañen el rostro y lo mantengan húmedo. Siento tanto que por primera vez desearía estar de nuevo en ese extraño lugar a un lado de la voz. Observo mis manos en medio de lágrimas neblina, estas tiemblan.

Intento moverlas y de nuevo una descarga de dolor me recorre el cuerpo. Igual que la veces anteriores mi garganta grita del dolor, me siento mal tan mal que deseo que pare, necesito que pare porque no creo poder aguantar una nueva descarga.

Me ordeno concentrarme en las pisadas que se escuchan el pasillo y los gritos de mamá pidiendo que pare y que deje de avanzar. Supongo que no le hace caso quien quiera que sea.

Escucho portazos, una nueva descarga me impacta, miro de nuevo a mis manos y logro observar en medio de la neblina una mancha roja. Niego con mi cabeza y esta me duele.

─¡Por favor! Quiero que pare ─grito nuevamente, todo en mí tiembla de dolor e impotencia.

Dos puertas más son abiertas y aventadas con fuerzas hasta que llega a la mía. No se abre.

¿Por qué no se abre? Me pregunto en medio del dolor.

»¡Por favor, ayuda! ─pido, mi garganta me mata ─Quiero que pare, ayúdenme.

Observo nuevamente mis manos y la mancha se ha extendido, ¿por qué sangro?

Nuevamente escucho la perrilla moverse, pero no se abre. Lloro más, ya no puedo más.

Sollozo, me lamento, grito y pido ayuda. Nada pasa.

La puerta es empujada y escucho voces nuevamente en medio de mi nube de agonía.

─Por favor...─pido, la voz se me extingue ─Me duele mucho, ayúdame.

Una patada, no pasa nada. Un lamento más y la descarga regresa, ya no tengo fuerza.

─¡Ya deja de golpear la puerta! ─le ordena mamá.

─Ábrala entonces ─exige, escucho un No ─. La tiraré si es necesario.

─No lo harás ─vuelve a desafiar.

─No me lo impedirá ─sentencia.

Mis gritos se vuelven inhumanos, mi dolor crece con cada segundo que pasa. ¿por qué sigo despierta? Mis lamentos aumentan, mis manos se manchan aún más de sangre y la luz se va apagando poco a poco.

»¡Alissa! Habla por favor ─la voz se escucha lejos, un golpe más ─¡Alissa, por favor contesta!

Ya no tengo fuerzas, ya no puedo aguantar.

Mis parpados pesan y pronto comienzan a cerrarse. El peso de mi cuerpo comienza a ganarme, no siento nada, no siento fuerzas, pierdo el poder de mi cuerpo y dejo de sentir.

A lo lejos aún en medio de mi nube de dolor y oscuridad, logro escuchar gritos y golpes pero es demasiado tarde no hay algo que me ate aquí.




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