Alma de Guerrero

CAPÍTULO DIECISÉIS Una visión del futuro. La princesa que huía conmigo

No sabía a ciencia cierta en donde me encontrada, pero mi cuerpo parecía reconocer y estar habituado a este lugar que ante los ojos de mi conciencia parecía mágico e irreal.

Estaba rodeado de grandes campos de tonalidades verdes y sorprendentemente de otros tantos cientos de colores, entre esos cientos podía distinguir sin problema alguno diferentes tonalidades azules que se veían opacados por las gotas del rocío al chocar con los rayos del sol que bien pudiera lastimarme la vista de lo brillante e hipnotizante que resultaba.

De pronto, cada centímetro de esos grandes campos se vieron opacados por una inmensa nube de penumbra y oscuridad, apagando de esa manera el resplandor y calidez del sol que iluminaba todo. De cierta manera pude comprender que algo estaba pasando y que ese algo no suponía nada bueno.

El peligro era latente entre las fuertes ráfagas de viento que comenzaron a impactar en mi cuerpo. No podía moverme, me encontraba paralizado o eso era lo que creía hasta que de una manera extraña me daba cuenta de que solo era un espectador de lo que sucedía sin ningún poder de mis acciones.

Pronto el hermoso paisaje que ante mí se encontraba comenzó a verse borroso y el chocar de finas ramas de árboles chocaban con mi rostro logrando que quisiera protegerme el rostro ante el choque de estas contra mí. Me ordené levantar las manos y cubrir mi rostro, pero no tenía poder de mis movimientos.

Sabía que me encontraba corriendo, me dirigía al frente de lo que parecía ser una batalla que se aproximaba para defender algo.

Todo a mi alrededor pronto dejaba de tener luz y verse consumido con suma rapidez en la oscuridad casi absoluta. Observaba todo a mi alrededor mientras mi cuerpo se movía con suma destreza esquivando cuanto obstáculo se pusiera enfrente mío y desplazándome entre troncos de altos arboles dejando atrás el gran claro en el que me encontraba.

─Debemos ir más rápido, Alex ─Era la voz de una mujer que me pedía no parar ─¡Nos están alcanzando, Alex!

De nuevo esa voz, sentía cómo mi cuerpo forzaba a cada uno de los músculos que lo conformaban para hacer su máximo esfuerzo. Quise voltear pero no podía, me sentí frustrado de no tener poder alguno de mi cuerpo.

─Tranquila, no podrán ─me escuché decir. Podía reconocer que en mi voz había confianza y certeza de lo que decía ─. ¡Alysa, cuidado!

Escuchar su nombre hizo que todo se detuviera y me volviera aún más que un espectro que observaba. Fue entonces que todas las preguntas estallaron en mi mente, pero no tuve oportunidad de cuestionármelas porque ante mis ojos, aunque no lograba percibirlo bien, grandes cuerpos sin forma alguno.

De pronto mi campo de visión cambió tan abruptamente y de una manera muy fugaz noté un destello y dorado y plateado desenvainarse de un costado de mi cuerpo. No sabía que sucedía, la mente me daba vuelta pero así como de un momento a otro el campo de mi visión se volvió nuevamente clara en donde podía notar los cuerpos que parecían acercarse más a nosotros.

Había mencionado a Alysa, y fue entonces mi grito fue de advertencia. La necesidad de saber que sucedía con ella y porque le había advertido, pero como era de esperarse no pude verle porque mi cuerpo no respondió mis órdenes.

Quería saber que estaba pasando, quería comprender pero mientras más lo intentaba menos sabía que era lo que pasaba a mi alrededor.

─Debemos tratar de conseguir ventaja, Alex ─Su voz nuevamente me llegó a los oídos y de una u otra manera su voz trajo paz justo como si un rayo impactara contra mí ─. No podemos permitir que los Fergas se acerquen más la tribu.

─Ni se te ocurra adelantarte, Alysa ─ordené ─ sabes que aún no has sido coronada, que tengas poder no significa que los puedas derrotar. Así que hay que evitar que nos vean.

Alysa gruño y por un momento muy corto casi inexistente pude verla.

Fue un momento casi inexistente, pero ese momento logró robar mi aliento y mi cordura. Lucia realmente preciosa o al menos eso es lo que creía luego de ese pequeño instante.

Volví a prestar al paisaje que tenía a mi alrededor mientras el viento volvía a chocar contra mis rostro mientras corría en medio del bosque. Parecía que era de noche pues todo a nuestro alrededor estaba nulo de luz.

Los Fergas se encontraban más cerca y parecía que nos estaban rodeando, mientras avanzábamos más entre el bosque. No sabía qué es lo que eran, pero podía deducir por lo que alcanzaba a ver en medio de las inmensas sombras que se trataban de seres sin forma y con pieles marchitas.

Pareciera que lo que tocaban marchitaban arrebatándole la vida a su paso y extrayendo cada gota de su esencia y energía para volverse más y más poderosos.

Entonces el pequeño destello que había alcanzado a notar se posicionó justo en medio de mi campo de visión convirtiéndose en una gran y hermosa espada que resplandecía en medio de esta oscuridad.

Parecía pesada y frágil teniendo en cuenta cada uno de los detalles que alcanzaba a notar, pero algo en el fondo de mi me decía que el filo de su hoja que no había objeto más poderoso e inquebrantable en el mundo. En este mundo.

─Alysa, debes avisar al supremo gobernante que los Fergas están invadiendo Garla ─volví a hablar aunque ni siquiera lo haya hecho yo ─. Fengary está en peligro, las tribus deben prepararse para pelear.




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