Alma de Guerrero

Capítulo DIECIOCHO El primogénito de la Luna. Una historia mal contada

Es como si no existiera, es como si el dolor o todo lo que daña a un humano dejara de existir y se volviera nada. Es justo como estar en medio de lo que es ser humano y ser nada.

Es como si conociera cómo se siente estar muerto, pero sin la certeza de estarlo. No lo entiendo, para mí hasta hace unos segundos parecía que todo lo que me hacía ser Alejandro doliera y me suplicara dejar de serlo para ya no sentir. Realmente no lo entiendo porque todo lo que puedo pensar es que el dolor y la intranquilidad que se había instalado en mí de un momento a otro había dejado de rodearme y de existir.

¿Cómo es que eso pasó? ¿En qué el momento el dolor dejó de ser dolor? ¿Acaso debería abrir los ojos?

Esas fueron las primeras preguntas que se instalaron en mi mente antes de volver a sentirme alguien o algo.

Y así como de un momento a otro dejé de ser Alejandro y sentir fue que comencé a sentir de nuevo, pero sin la cuestión del dolor que me volvía humano. Todo en mí parecía ir en paz y parecía que me encontraba recostado en el suelo.

No me encontraba boca abajo porque de serlo así mis manos estarían siendo un soporte de mi cabeza; estaba acostado de manera normal, mirando al cielo, pero sin abrir los ojos por temor. Respiraba como si estuviera consiente, pero no podía percibir ningún tipo de luz a través de mis parpados que aún se encontraban cerrados.

Al menos tenía la certeza de algo, estaba acostado y consciente pero lo que no sabía era en dónde me encontraba acostado.

─Abre los ojos, Alex ─escuché de un momento a otro, sin embargo, no quise hacer caso ─. Confía en mí, Alex.

De nuevo la misma voz, no planeaba hacerlo, no quería hacerlo ni mucho quería descubrir en donde me encontraba. No se escuchaba nada, no había ruido ni mucho menos luz; seguramente me encontraba alucinando bajo la idea de no sentir más, pero aunque ya no sintiera nada y aunque el lugar en donde me encontrara me regalara paz momentánea no planeaba desperdiciarla en averiguar el dueño de esa voz.

Aunque pensándolo bien, perecía la voz de una mujer. Entonces, ¿Quién era la mujer? No se parecía a la voz de mamá o a la de Julia o alguna de las mujeres que conociera.

»¿Abrirás los ojos Alex? ─preguntó de nuevo la voz de aquella mujer ajena a mí ─No tenemos mucho tiempo Alex.

No dije nada porque realmente no quería hacerlo. Así que mi respuesta fue simplemente negar con la cabeza.

─Bien ─dijo con resignación ─, no puedo obligarte, pero debes saber algo antes que nos volvamos a encontrar.

Escuché en silencio sin atreverme a abrir los ojos.

»Alysa no puede estar sola ─la sola mención de su nombre me hizo tener ganas  abrir los ojos y preguntar cómo es que conocía a Alysa, sin embargo, callé y no emití ninguna señal de alerta ─. No la dejes sola Alex, “La cosecha” se acerca y ella ni siquiera conoce el poder que posee. Alex, debes cumplir tu promesa, debes de guiarla y acompañarla; no puedes dejar que la vuelvan prisionera de nuevo.

Continué aferrándome a mi silencio, las palabras que la mujer me decía habían hecho estragos en mí. No comprendía porque la llamaba prisionera, quise hablar, pero no pude hacerlo, la voz no logró salir de mí, de mi boca.

La mujer no dijo nada durante varios segundos, se mantuvo callada a la espera de laguna señal que pudiera darle, pero nada estaba funcionando bien en mí desde que había vuelto a la consciencia.

¿Qué podía hacer yo? Cómo podría siquiera asegurarle que de verdad la mantendría a salvo durante el tiempo que restara a La cosecha. Ni siquiera sabía qué era La cosecha.

Yo no tengo control de mí, cómo se puede tomar el atrevimiento de pedirme algo de tan gran magnitud.

Mis pensamientos siguieron volando alrededor mío mientras más preguntas se formulaban sobre cómo siquiera se podía lograr eso.

Un suspiro marcó la diferencia entre el tormento estruendoso en su mente y la tranquilidad del limbo en el que se encontraba. Un suspiro cargado de resignación y desespero fue suficiente para que pudiera abrir los ojos y observara todo a su alrededor y sin siquiera moverse un poco.

─Alex, sus padres han roto el tratado que tenían conmigo ─habló nuevamente ─. Se han tomado la osadía de pasar por alto el destino de su hijo, el destino de Garla y la Tribu Fengary…

Fue en ese momento en que algo hizo clic en mi cabeza, el que pronunciara esas dos palabras que al menos una parte de mí y de mis preguntas comenzaba a tener sentido.

─¿Qué es lo que has dicho? ─pregunté por primera vez interrumpiéndola.

Observé a mi alrededor sin mover la cabeza o el cuerpo, pero no logré ver nada.

─Entonces si hablas ─dijo con alegría, pero sin responder.

─Por favor, ¿Qué es lo que has dicho? ¿Existe Garla y Fengary? ─preguntó con impaciencia nuevamente.

─Claro… Lo siento, Alex ─se disculpó y tomó aire ─. Claro que existe Garla, claro que hay una tribu llamada Fengary, tú la has visto. Has estado ahí, Alex y no fue hace mucho.

─¿Entonces no era un sueño? ─pregunté nuevamente.

─¡Claro que no! ─respondió exaltada ─Aunque claro, me equivoqué al elegir el día que verías.




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