Alma de Guerrero

Capítulo Veintidós Sanando heridas del alma y cuerpo.

 

 

Varias semanas después

Pasarían varias semanas antes de que Alysa por fin pudiera salir del hospital, días en los que yo la pasé yendo hacia ella y acompañándola mientras hacia con ella los deberes de la escuela que eran más que claro que debían ser entregados. Yo escribiendo con una mano en la computadora y ella narrando para ella con la intención de que yo pudiera corregir los posibles errores cuando terminara.

Se estaba recuperando muy rápido, pero debía mantener sus manos aún vendadas para que no tomar alguna infección, estaba presente todo el tiempo cuando alguna enfermera venía a cambiar vendajes y limpiar sus heridas. Ella no lo sabía y puede que yo tampoco debiera de saberlo, pero los doctores temían que no recuperara sensibilidad.

Escucharlo aunque fuera de manera no intencional causó que me preocupara por el futuro de ella y por ella, más de lo que ya me encontraba.

No dije nada porque sabía que no debía de decirle nada y traté de que ella no me notara más extraño de lo que ya siempre estaba. Después de todo nos habíamos convertido en el objetivo de asecho de algo que no sabíamos que era o si siquiera existía.

Cada día que visitaba el hospital era escuchar la misma pregunta por parte de Alysa sobre que hoy como el día anterior se había convertido en más que solo un poco y qué quería decir con eso; yo siempre respondía lo mismo porque quería que ella recordara o dejara de jugar a no olvidarlo. Mientras discutíamos por ese absurdo hecho, Jack o Cindy quien sea que me acompañara para ayudarme o ayudarla con sus tareas terminaban diciendo:

─¿Necesito ir por palomitas?

Claro que esa pregunta a nosotros no nos causaba gracias, pero al menos lograba que olvidáramos la discusión o más bien hacia que ella se olvidara de discutir sobre “Ahora es mas que solo un poco”.

Conforme pasaron los días, dejé de verla a ella o lo que fuera que se interponía conmigo, los sustos a mi madre fueron menos y eso me tranquilizaba. Ya le había dado muchos en pocos días, incluso logré que ella fuera queriendo más a Alysa.

Mejor para mí, supongo.

─Alex ─me llamaba desde la cocina ─, ¿cómo sigue Alysa?

Esa era su pregunta todos los días, a lo que yo respondía de manera repetitiva varias frases.

─Ella parece estar bien mamá ─respondía casi de inmediato ─, pero parece que no duerme, me preocupa. Luce peor que yo y eso que yo duermo en el sillón y estoy más inmovilizado que ella.

Las primeras veces ella dejaba de hacer lo que estaba haciendo y venía conmigo para abrazarme o darme un beso en la frente y decirme:

─Oh cariño, no sabes como lo siento ─Como era de esperarse las primeras veces no le creía. Sabía de su pequeña aversión existente hacia ella ─. Todo mejorará pronto, iré a terminar la cena.

Y ella se iba no sin darme una hermosa sonrisa que pretendía me calmara, algunas veces funcionaba.

Luego de responderle lo mismo varios días seguidos pareció realmente preocuparse por ella y un día simplemente decidió ir conmigo al hospital y dejar para después algún encargo de su trabajo. Habló con varios doctores y enfermeras e incluso dedicó más de su tiempo a investigar lo que realmente estaba sucediendo con ella y saber porque sus padres no se encontraban velando por ella o cuidándola.

Mamá se sorprendió y debo decir que yo igual, al saber que no había noticia de sus padres por ningún lado, los habían estado buscando varios agentes de la jefatura de la policía para averiguar que era lo que había sucedido con ella y por qué se encontraba encerrada en su habitación con graves heridas en sus manos.

No los encontraron.

Fue casi como lo que sucedió con el misterioso accidente del entrenador del equipo de baloncesto, despareció y no se supo más de él. Cuando los agentes por fin pudieron hablar con Alysa sin que se alterara yo tuve que estar presente a petición de ella.

No quería hablar y dejó en claro que no lo haría al menos que yo me quedara; claro que eso no le gustó nada al detective encargado de llevar su caso, pero supongo que aceptó con tal de que hablara y explicara todo. Yo todo el tiempo me mantuve callado y hablé solo cuando me lo pidieron y tuve que rendir declaraciones de lo sucedido.

Fue extraño porque mi caso al no ser tan grave en un principio tardó en venir y cuando asistieron a mí yo me encontraba más que inconsciente a causa del dolor.

─Así que dime Alysa, ¿haz visto a tus padres? ─preguntó por primera vez el detective.

─No ─respondió en voz baja.

─¿No han venido a verte? ─preguntó de nuevo.

─No que yo sepa.

En ese momento dejé de observar al detective y llevé la mirada hacia Alysa, pude observar cómo su frente comenzaba a fruncirse, parecía molesta e incluso confundida por la manera en la que miraba de un lado a otro.

─Oye Alysa ─La llamé ─, ¡hey! Mírame por favor.

─Joven guarde silencio, está rindiendo declaración ─Ordenó el detective.

─No ─respondí observándolo brevemente ─, ella se está alterando y puede lastimarse o abrir alguna de sus heridas, así que déjeme calmarla y ya después continua.




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