Alma de Guerrero

CAPÍTULO VEINTITRÉS ¿A dónde pertenezco?

 

Cinco días después.

Podemos decir cuantas veces queramos que sabemos a dónde pertenecemos, muchas de esas veces serán refiriéndonos a la casa de nuestros padres, pero supongo que llega un momento de la vida en donde decir que sabemos a dónde pertenecemos se vuelve mentira porque en el fondo de nuestros silenció y de esa sonrisa que solemos dar para las personas sabemos que no es verdad y que nos encontramos perdidos en este mundo como también en el universo. Es justo ese momento en que sentimos que nada nos ata a nada, mucho menos a nuestra familia.

Este es uno de esos momentos en los que, aunque no soy o el dueño de las dudas infinitas sobre a dónde pertenezco, soy el hombro que retiene las lágrimas que salen de un par de ojos hermosos que he aprendido a apreciar con más detenimientos desde que los vi cerrados y las posibilidades de nunca volveros a observar abiertos iban creciendo con rapidez.

Hoy por fin le dan el alta del hospital, la firma del doctor ha sido puesta en los papeles y Alysa tiene con esa firma una deuda enorme con el hospital porque resulta que no tiene seguro, pero siguió siendo atendida para que no muriera y el hospital fuera demandado por mamá.

Alissa está feliz de estar por fin fuera de aquí, pero aunque no me confiesa sé que en el fondo se siente decepcionada de no contar con ellos y de que ahora la hallan dejado con tantas cosas sobre sus hombros. Después de todo ella misma me lo ha dicho, no conoce el mundo ni sus complicaciones.

Mamá está preocupada por ella, Jack y Cindy también lo están; pero nada se compara con lo que yo siento en ese momento con el hecho de que por fin se encuentra afuera. Sana, pero desconsolada por todo lo que se viene.

Sin embargo, no todo es malo o al menos parece que no todo es malo, porque tener a dos personas que parecen estar hechas con la misma gota atosigándonos con una absurda campaña hace que me sienta un poco estresado y a ella la mantengan igual. Pero a lo que iba, mamá ha hecho movimientos increíbles respecto al futuro de Alysa y se encargó de solicitar su custodia temporal mientras investigan el paradero además de conseguir el mismo estado se hiciera cargo de todos los gastos del hospital; mismos que serán cobrados a los padres en el momento en que aparezcan.

No tenía conocimiento de que se podía hacer eso.

─¿Estas lista? ─Observé a Alysa permanecer sentada en la camilla mientras observaba la pared con concentración, a pesar de que le había llamado, así que añadí: ─Hoy por fin sales de este lugar.

─Mmm…

Volteé a ver hacia atrás y me encontré con una enfermera.

─Quiero aclarar que no lo dije de manera despectiva, señorita ─Pedí disculpas intentando observarla desde mi hombro ─. Lamento si la llegué a ofender.

─Sí claro ─me respondió y yo dejé de intentar observarla dirigiendo la mirada de nuevo hacia una Alysa sentada en la su cama con las manos en su regazo ─, entrarás o solo me impedirás hacer mi trabajo, niño.

─Planeo entrar, pero no puedo hacerlo ─contesté sintiendo vergüenza ─. Mi amigo me ha dejado aquí alegando que necesitaba urgentemente ir a orinar, pero no consideró meterme a la habitación.

─Vaya pena ─dijo con seriedad la enfermera, sin embargo, podía notar en su voz el sarcasmo y la ironía mezclada. Vaya combinación en una frase tan pequeña ─, yo misma te meteré a la habitación con la intención de que ya no estorbes con esa silla tan estorbosa que tienes contigo.

─En ese caso, muchas gracias ─contesté con verdadero agradecimiento y aun sintiendo las mejillas calientes por la vergüenza ─. Disculpe las molestias.

─Sí, lo que digas ─la escuché contestar y casi de inmediato empujar la silla dando por terminada la pequeña conversación que habíamos tenido─, ¿Cómo estás Alysa?

Escuchar su nombre hizo que volviera a observarla y casi de manera instantánea evaluar cada gesto que hacía con el rostro; estaba callada como era costumbre en ella, pero eso no evitó que gesticulara para la enfermera una pequeña sonrisa sin mostrar.

─Hola, enfermera ─contestó y no volvió a decir nada.

La enfermera me dejó frente a la camilla y caminó hasta ella con una gran sonrisa

─Hoy por fin vas a casa, Alysa ─Escucharla decir que va a casa hizo que volviera a fijar la vista en sus ojos para tratar de averiguar sus pensamientos─ haz sido una buena paciente y por fin puedes irte.

─¿A casa? ─preguntó con apenas un hilo de voz observando en todo momento a la enfermera mientras yo seguía observándola con el cuerpo tenso ─Pero yo no tengo casa.

─Sabes que no es así, linda ─dijo tomando su brazo derecho para tomar la gran liga que monitoreaba su ritmo cardiaco y comenzar a sacarla con cuidado de su brazo ─. Ahora, el hecho de que te vayas de aquí no quiere decir ya estás curada del todo, debes de venir en un par de semanas para que te hagan más análisis y en una semana para pueda cambiar tus vendajes y observar tus heridas de las manos.

─Está bien ─había respondido en un susurro casi inaudible, pero pude ver que asentía con la cabeza igual.

Ella estaba igual de tensa que yo, no se movía, al menos que la enfermera le pidiera que lo hiciera. Tan pronto como quitó la cinta de su brazo la enfermera acercó una pequeña mesa alta con toda la indumentaria que necesitaría y le pidió que pusiera su mano derecha sobre ella.




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