Alma de Guerrero

Garla ¿Dónde están?

 

 

Se había perdido contacto con los Silere, los días pasaba y no tenían noticias del pueblo y de su jefe la Reina Mística aún tenía la esperanza de que hayan podido llegar sin mayores dificultades a las montañas de Arbor.  

En el fondo esperaba que no hayan tenido que cruzar el portal y viajar al mundo más cercano para huir y mantener su pueblo a salvo menos sabiendo que no tenía certeza de lo que sucedía más allá de la Tierra y Garla; pero siempre había esperanza ya que las tropas de los Silere seguían en vigía sobre el enemigo que un día fue un pueblo ejemplar. 

Se mantuvo callada y esperó que sus pensamientos no hubiesen sido lo suficientemente altos como para ser detectados así que dejando libre el aliento de una reina cansada por la falta de descanso suspiró y con sus manos sobre la fina madera de Audalia recargó su peso y cerró los ojos en busca de un poco de claridad. 

Se encontraba dentro de su carpa en Fengary, analizando los mapas de Garla que contenían los pasajes secretos y no tan seguros como los caminos de comercio que había entre cada Tribu, cada minucioso detalle tratando de idear una formar de encontrar a un par de Fengarys que habían borrado todo rastro de ellos en la Tierra. Rastro que esperaba encontrar pronto ya que a nadie que habitara Garla y que aun creyeran en que la Alianza entre las Tribus era la mejor opción para su supervivencia le parecía correcto que esa pareja a la que se le designo y creyó dignos de criar a la razón de la paz eterna haya desaparecido de la nada dejando desvalida y sin entrenamiento alguno a la que pronto sería coronada Princesa. 

Pocos sabían de su existencia, pocos eran los que recordaban quienes un día se marcharon en busca de otro refugio para resguardar la clave de la paz y quien haría valer la alianza y cumpliría una profecía que fue tallada en los cimientos de Garla al ser la reina de reinas traicionada por uno de sus pueblos. Por lo que no podía pensar o imaginar en que alguno dentro de Fengary haya roto los lazos que mantenían escondidos los recuerdos de sus existencias. 

Así que pasado los minutos con la guardia baja no pudo haber percibido por primera vez en varios milenios que alguien a sus espaldas la traicionaba de nuevo. No lo comprendía y ni siquiera se lo imaginaba. 

Señal de que una reina estaba muriendo. 




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