Alma de Ibuprofeno

Capítulo 2

Iba caminando junto con Víctor a la última clase. Estaba agradecida por ello.

—Nora, ¿Damián ya te mando fotos? —Preguntó Víctor.

—No —contesté—, ni me ha contestado el mensaje que le mandé, creo que se ha molestado por estar invadiendo su espacio personal.

—Esto es más difícil de lo que pensé. Bueno, le pregunté a mi prima que estudia la carrera de filosofía y le comenté de las características que teníamos en mente y me dijo que era mejor mostrarle una fotografía.

—Estuve pensado en lo que dijiste en la cafetería y creo que tienes razón, de que esconde un secreto.

—Bueno cambiando de tema, ¿piensas en acompañarnos al cine?

—Por supuesto.

—Y a la fiesta de bienvenida de la universidad, ¿también vienes?

—A esa sí que no voy.

—¿Por qué no?

—Tengo que ir este fin de semana con mi familia porque es el cumpleaños de mi hermana.

—Nora, deberías de ir, puedes ir con tu familia para la próxima semana.

Negué con la cabeza, pero por todo el camino, Víctor me iba reclamando y buscando alguna estrategia para poderme convencer en ir a la dichosa fiesta. Pero no lo logro.

—†—

Estaba a punto de oscurecer, me encontraba con Miranda, Lucia y Marcos, los amigos de Víctor, la función del cine había terminado, así que decidimos regresar. Durante el camino, íbamos hablando de diferentes temas, hasta que uno de los chicos decidió detenerse y entrar a una paletería, así que todos entramos.

El lugar era pequeño, tan solo se encontraba un refrigerador que mostraba los distintos tipos de nieve, otra de paletas de diferentes sabores, de igual manera se encontraba uno con las diversas variedades de agua. El ambiente que emitía aquel lugar era agradable.

—¿En qué los puedo ayudarlos? —saludó el castaño.

Leo se encontraba detrás del mostrador, portaba una playera y cachucha negra con el nombre del negoció “la michoacana”. Su rostro era serio y sus ojos eran intimidantes como la primera vez que lo conocí.

De una manera fría, Marcos le pidió unas bebidas, Leo tan solo las sirvió, mientras lo hacía, pude notar que en todo momento se encontraba serio. Después de que pago, salimos del local.

—No entiendo por qué dejan que ese tipo de personas trabajar en estos lugares —comentó Lucia—, puede ser un peligro para las personas que van al negocio. Aunque también no debería de ir a la universidad.

—¿Por qué? —Pregunté, tenía duda ante el comentario que había hecho.

—El chico que nos atendió, Leonardo, dicen que es un drogadicto —contestó Marcos—. Hace unos meses atrás, se volvió loco dentro de la universidad, comenzó a gritar que el demonio lo estaba siguiendo.

—Eso debe de dar explicación acerca de su comportamiento todo loco y agresivo —comentó Miranda.

—¿Eso es verdad? —Pregunté nerviosa.

—Sí, la mayoría de los estudiantes de la universidad lo conocen por eso.

—Eso me da miedo.

—Mientras no estés cerca de él, todo va a estar bien.

—Es que, él va conmigo en el taller de fotografía y es mi compañero en el trabajo final.

—¿Enserio? —Preguntó Miranda con asombro.

Los demás tan solo me miraron, sus ojos mostraban la misma sorpresa que Miranda.

—Si es posible, dile a la profesora o al profesor de que te cambie de compañero —continúo diciendo Miranda—. Puede que otra vez se vuelva a poner como un loco

Durante el camino, tan solo me iba cuestionando sobre lo que me habían dicho. Me sentía nerviosa de lo que podía pasar al estar cerca de Leo.

—†—

Me encontraba en mi habitación, estaba acostada en la cama, estaba bastante cansada, el viaje de regreso de mi casa al apartamento fue bastante agotador, pero me encontraba feliz por pasar el fin de semana con mi hermana y mi madre.

Estaba a punto de cerrar los ojos, cuando el celular vibró, indicando que un nuevo mensaje había llegado.

Con toda la pereza del mundo lo tomé y lo revisé.

—No puede ser —mencioné sorprendida.

—¿Qué paso?, ¿Quién se murió? —Preguntó Flor mientras se enderezaba, al parecer, estaba a punto de quedarse dormida.

—Se trata de Damián, dice que le dé algo de tiempo para poderlo conocer en persona, porque tiene algunos asuntos que resolver.

—Eso es raro. Dile que te de algunas pistas.

—¿Cómo qué?

—Que te asegure que en realidad es estudiante de la universidad y acerca de su aspecto, o algo así.

Le hice caso a Flor, a los pocos minutos, recibí otro mensaje de parte de Damián.

—Dice que está bien, que en estos días me llegará la primera pista.

—†—

—Me siento patética haciendo esto —comenté mientras miraba a mi alrededor, mis manos me sudaban por los nervios que sentía.




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