Alma de Ibuprofeno

Capítulo 5

Caminaba en dirección de la salida de la ciudad, en aquel lugar me había puesto de acuerdo con Leo en vernos para dirigirnos al lugar correspondiente para hacer el trabajo del taller.

Flor había aceptado en acompañarme después de que le estuve rogando por media hora a que fuera conmigo, le comenté de todo lo que me habían dicho los amigos de Víctor, a pesar de que ella me intentaba de convencer de que no le diera importancia, Flor acepto acompañarme a pesar de que tenía bastante tarea que hacer.

Durante el camino permanecimos en silencio, el ambiente era cálido, esto provocaba que se sintiera bien caminar. Cuando llegamos al lugar acordado, lo cual era en el letrero en donde decía; “Bienvenido a Chapala”. Estuvimos un rato esperando a que Leo llegará. Cada minuto que pasaba, me percataba que Flor iba mostrando su enfado.

El sonido de una bicicleta provocó que las dos guiáramos la vista en dirección de dónde provenía el ruido. Leo tan solo nos vio con la expresión de seriedad que lo caracterizaba.

—Hola Nora. Hola Flor —saludó Leo.

—Hola Leo —comentó Flor.

Flor me volteo a verme, al ver su rostro, me percaté se mostraba incrédula y con más enfado por hacerla venir. Pero en mi mente tan solo se preguntaba: ¿de dónde se conocían?

Leo se bajó de la bicicleta y comenzó a caminar, por inercia, las dos lo comenzamos a seguir. A pesar de que Leo tan solo me ganaba por unos cuantos centímetros de altura, caminaba demasiado rápido, lo cual, era difícil de seguirle el paso. Flor se acercó a mí y en voz baja, comenzó a hablarme.

—Me debes una Nora —comentó Flor, en ese momento, comenzó a caminar más rápido, dejándome detrás de ella.

Sabía que se encontraba molesta, pero al ver su actitud, me percaté que estaba enojada.

Después de caminar unos cuantos minutos, llegamos hasta la laguna. En el mirador se encontraban pocas personas. Leo coloco su bicicleta en el área correspondiente, para luego, ponerle la cadena. El chico comenzó a caminar por una vereda que se encontraba a un costado. Cada vez nos alejábamos del mirador.

—¿A dónde vamos? —Pregunté.

—Allá —Leo apunto a un conjunto de rocas—, suele estar solo, de esa manera podemos trabajar sin que nadie nos moleste.

Al momento de llegar al lugar correspondiente, Leo y yo comenzamos a preparar nuestras cámaras y a charlar acerca del trabajo, mientras que Flor se sentó en una de las rocas que se encontraba cerca de los árboles y comenzó a usar su celular, ignorando por completo su entorno. Estuvimos por varios minutos tomando fotografías en silencio, ninguno de los tres pronunciaba ninguna palabra, hasta que Leo fue el primero en hablar:

—¿Qué fue lo que ocurrió en la cafetería?

Agaché la mirada, sentía como mis mejillas se ponían rojas al momento en que me iba recordando el día anterior de cuando Víctor me empujo en la mesa con los chicos. Oh, diablos, Leo había visto lo que había ocurrido. Detrás de mí, pude escuchar la risa de burla que provenía de Flor. Aquel día al cuestionarme del porque olía a salsa de tomate, le tuve que contar lo que me había ocurrió, cuando iba a mitad de la historia, ella se estaba ahogando en su propia saliva por la risa que le estaba provocando mi desgracia.

—Accidentalmente, me tropecé y caí encima de la mesa.

—Oh.

El castaño volvió a guardar silencio y continúo tomando fotografías. Volvimos a permanecer en silencio, hasta que él volvió a hablar.

—Ya te contaron acerca de mí, ¿verdad? —Preguntó Leo.

No contesté, tan solo moví la cabeza de manera de afirmación, no quería parecer entrometida. Escuché como él suspiró, provocando que lo volteara a verlo, tan solo miraba enfrente, hacía el agua de la laguna mientras se rascaba la nuca con la mano izquierda.

—Si quieres, puedo hablar con la profesora Bárbara y le digo que te cambie de compañero, todavía tenemos tiempo —Leo volteo a ver el cielo y suspiró de nuevo—. Pronto va a oscurecer, es mejor que nos vayamos de una vez.

Acto seguido, guardo su cámara en su mochila, de igual manera guarde la mía y los tres comenzamos a caminar de regreso al mirador de la laguna. Leo nos acompañó hasta la entrada de la ciudad y se despido de nosotras. Las dos decidimos tomar el camión para ir al apartamento.

—La actitud que estas teniendo con Leo es muy egoísta —comentó Flor—, juzgarlo por las cosas que te han dicho está mal.

—¿Cómo quieres que actué si es lo único que sé de él? —Reclamé—. No hables como si lo conocieras.

—Deberías de ser un poco más empática con él e ignorar lo que las demás personas te dicen y tienes razón, no lo conozco del todo, llevo menos tiempo de conocerlo que tú, y te puedo decir que es un chico agradable.

—Para ti es fácil decirlo.

—Deberías de darle una oportunidad y conocerlo un poco mejor.

El camión se detuvo y las dos subimos en el. Durante el camino íbamos calladas, esto provocó que pensará en lo que Flor me había comentado, tal vez tenía razón, de que estaba juzgando a Leo sin conocerlo y que tan solo me guiaba por los comentarios que decían sobre él.

—¿De dónde conocer a Leo, Flor? —Le pregunté mientras la veía.




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