Alma de tinta y papel

1. Ryan

Capítulo 01: Ryan

Annabelle Hopkins dejó que la pluma y su imaginación hicieran el trabajo. Estaba tan concentrada en lo que escribía velozmente que no se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Enfrascada en su mundo de fantasía, no sé percataba de que su musa la estaba mirando, curioso.

 Los orbes aguamarina de Ryan Gardner estaban puestos sobre ella, preguntándose qué era lo tan apurada escribía. Al muchacho se le pasó por la mente que quizás estaba haciendo la dificultosa tarea de la hora siguiente, más no estuvo tan convencido ni él mismo. La chica era muy rara, no era la primera vez que se le quedaba viendo. Continuamente –cuando de casualidad sus ojos caían sobre ella- notaba que ella escribía y escribía sin parar.

 A decir verdad, él estaba bastante fascinado con la actitud de la chica. Ella no era común, y eso podía demostrarlo con sólo mirar a su alrededor: la mayoría de las chicas, o se encontraban coqueteando con algún muchacho, o hablaban de temas tópicos y banales, típico de ellas. Recordó la vez en la que se la encontró en la biblioteca –cuando él estaba apurado para hacer su tarea- y la vio leyendo un enorme libro –que al verlo a él simplemente le dio más flojera de la que ya tenía- de fantasía, una novela según él luego de investigar.

 –¿Qué estás viendo? –le preguntó la pelirroja a su lado, Jasmine, su novia. La muchacha también guio sus ojos hasta la desaliñada rubia de tercer semestre, sentada en las gradas que estaban frente a ellos, al otro lado del campo de fútbol.

 –A Annabelle Hopkins –respondió Ryan, restándole importancia. Jasmine rodó los ojos al notar que Ryan hasta se sabía el nombre de la chica–. Es demasiado extraña ¿No? –dijo, entrecerrando los ojos.

 –Demasiado –estuvo de acuerdo ella. Luego volvió a poner atención a su lápiz labial rojo y al reflejo de sus labios en el espejo con forma de corazón que tenía una mano. Luego, después de unos breves segundos, se volvió hacia Ryan– ¿Te gusta o qué? –preguntó un tanto molesta.

 –¿Estás celosa?

 –Por supuesto que no –hizo una pausa–. Sé que no caerías tan bajo, ¿O sí? –alzó una ceja, empedernida.

 Ryan, divertido, rio ante el comentario despectivo de su novia. La amaba bastante, con todas sus fuerzas, pero a veces simplemente le molestaba que ella fuera así de banal como las demás chicas que escuchaba hablar por los pasillos. Juntarse con Pam y Mía le estaba haciendo mal, pensó, pero no dijo nada. Sabía de antemano que ella defendería a capa y espada a esas dos arpías.

 –Sé que sólo me amas a mí –sonrió rasgando los ojos. Aquella expresión volvió loco al joven de cabello negro. Para él, Jasmine era la chica más hermosa que jamás hubiese visto. Cualquier caería rendido ante aquella piel lechosa y cubierta por una ligera capa de pecas, y esa hermosa cabellera llameante.

 –¿Cómo podrías dudar de mí? –preguntó, devolviéndole la sonrisa. Se acercó para plantar un rápido –pero muy tierno- beso en los labios pintados de rojo intenso. Cuando se separaron, los labios de Ryan quedaron sonrosados debido al labial con el que anteriormente Jasmine había pintado sus labios.

 

”La hermosa, pero muy valiente, guerrera, cabalgaba por el bosque, sobre su hermoso corcel. Algo que llamó la atención de la campesina, fueron las extrañas luces ambarinas que destellaban entre las hojas de los árboles. Pensó que se trataban de luciérnagas, pero al acercarse se dio cuenta de que no eran más que pequeñísimas luces mágicas.

Vee, su imponente caballo blanco, paró en seco cuando se encontró frente al enorme arco de piedra que anunciaba la entrada a Ílidel. Tal arco, expresaba con total claridad el estado económico de la ciudad. Pues estaba excesivamente adornado con piedras preciosas, de las cuales resaltaban los enormes diamantes resplandecientes.

 Alzó su vista, observando embobada el enorme castillo en el que residía el príncipe Liam.

 Ella estaba dispuesta a luchar con todas sus fuerzas por ese joven heredero, porque lo había visto en sus sueños, aun sin siquiera conocerlo. Ella se había enamorado de Liam, y también tenía constancia de que para él era así también. Cuando visitó a la vieja adivina de su pobre pueblo, no tuvo más duda de que eran el uno para el otro, pues una antigua profecía narraba el amor desconocido entre el príncipe y una campesina que lo había únicamente en sus sueños.

 Pero toda su ilusión se desvaneció cuando vio a su amor besando a la preciosa princesa de las tierras de Rosenthod. Parecía ser que Liam sólo tenía ojos para esa mujer de cabellera brillante…”

 

Annabelle dejó de redactar las líneas de su novela. Miró su trabajo y lo leyó un par de veces, satisfecha. Suspiró, cayendo en la cuenta de lo mucho que disfrutaba escribir aquellos textos que la envolvían en otro mundo, otra época. Sentía que con ellos su vida tenía algún sentido. Amaba darle vida a las palabras, porque sabía que de esa manera inmortalizaría sus sentimientos. 

 Annabelle alzó la vista, encontrándose por casualidad –y pura suerte- con los ojos aguamarina que tanto le gustaban: los de Ryan. El muchacho se mantuvo mirándola, curioso y expectante. Y ella quiso sonreírle, pero al verlo tomado firmemente de la mano de Jasmine “la hueca” rechazó esa opción y se paró de las gradas, dispuesta a irse. 




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