Hace muchos años en el pueblo de Santa Catalina, vivían un joven vagabundo y una chica buena y estudiosa que acudía fielmente a la escuela. El joven de alguna manera siempre se acercaba a su familia, quería algo más que solo apreciar su belleza. Pero, cada vez que ella lo veía o se acercaba a ella, sentía un terror inexplicable.
Con solo escuchar su nombre, su cuerpo temblaba como si la sacudieran los vientos del invierno. La seguía por las sombras. Por las tardes, se le vía frente a la casa de la chica observando hasta el mínimo detalle de esta, para lograr ver aunque sea la punta de su cabello.
Pasaba horas escribiendo historias de amor, de fantasía y cualquier cosa que hiciera que su mente se perdiera por horas. El joven sólo anhelaba un poco de su cariño. Ella llegó que los sentimientos del vagabundo hacia ella era temporal. Los años pasaron y su obsesión y toxicidad aumentaron, cosa que que todos los del pueblo notaron.
Ella buscaba mil maneras de alejarse de él y lo consiguió cuando se fue del lugar a estudiar. El hombre cayó en colapso. Después de tantos años, Katherina volvió del extranjero a su pueblo natal con un trabajo estable. Sus abuelos la recibieron con mucho amor cuando se bajó del automóvil en el que llegó. Incluso, los perros de sus vecinos la recibieron con alegría. Los del lugar la miraban de forma my extraña, pues se decía que alguien juró matarla en cuanto sus pies se posaran en las tierras de Santa Catalina.
Durante años, se creía que aquel hombre era un pordiosero, pero era un simple hombre que se ocultaba de la ley extranjera fingiendo ser alguien sin techo ni alimento; lo creyeron muerto. Decían que su alma vagaba por la cuadro donde se encontraba el hogar de Katherina. Los hombres que hacían rondas para mantener el lugar seguro, decían que cada vez que pasaban por ahí de veía un cuerpo borroso espiando, anhelando el regreso de la joven. Pocos tenían la dicha de conocer tal deseo.
Se acercaba la época de noche de brujas. Katherina junto con sus amigas, decidieron disfrazarse de monjas. Organizaron una espectacular mansión embrujada, tan solo faltaban tres días para Halloween. Todo Santa Catalina corría de arriba para abajo decorando el lugar, a los turistas les encantaba tan ridícula celebración.
Llegado el día, Katherina y sus amigas acudieron a la mansión de seis plantas. Se sentía rara, comentó sus inquietudes con las chicas, pero estas la tomaron como una paranoica, que solo estaba imaginando cosas. La pobre chica dudó mucho sobre celebrar esta fecha, todo lo que se decía de aquel alma ambulante, sabía que era a ella a quien buscaban. En la penumbra era observada, cuando la vio pensó que era tan hermosa como maldita. Anhelaba posar sus manos en su cuello e ir apretando lentamente hasta dejarla sin respiro.
El lugar se llenó de gente, y sus amigas se fueron dividiendo. Una al primer y segundo piso, mientras que otras al quinto y cuarto. Ella se quedó sola en el sexto piso al tanto de todo lo que sucedía en el lugar. Tenía miedo de ser capturada por aquel loco que la observaba diariamente.
Cuando el reloj marcó las dos y media de la madruga, se comenzó a escuchar gritos, llantos y suplicas. Con los nervios de punta bajó al quinto piso a ver que sucedía y de paso hallar a sus amigas. Cuando llegó, vio como un esqueleto asesinaba a todos los presentes de manera tan brutal que ni siquiera un asesino en serie se atrevería; vio como les cortó la cabeza, les arrancaba las tripas y las extremidades. Corrió con las lágrimas en sus ojos hacia el piso superior, no podría escapar por el primero ni aunque le dijera a los ángeles que ese era su mayor deseo. Su única opción era bajar por las largas cortinas que guindaban por la parte exterior del lugar. Justo cuando la idea llegó a su mente él ya estaba ahí, anhelando su sangre, saboreando su muerte.
No lo pensó dos veces y saltó, mientras iba bajando vio como este cadaver se llenaba de llamas verdes. Le gritó que la encontraría donde fuera y cuando lo hiciera la mataría. Se arrepintió de volver a Santa Catalina, tal vez si no hubiese vuelto no estaría pasando por tan desastrosa situación. Asustada llegó al suelo, empujó a todos abriéndose paso entre la gente. Vio a un padre en las puertas de una iglesia, corrió hacia él rogando por su ayuda, al verla tan asustada no le negó su ayuda. Katherina le contó al hombre, le comentó que sospechaba que era aquel vagabundo que la acosaba en su infancia, que era aquel alma negra al que tanto le temía.
El sacerdote le dijo que si aquel alma lo único que quería era su cariño, por más que temiera debía engañarlo, ser astuta. "Mentir es malo, niña, pero es su alma oscura o tu vida". Katherina volvió a la mansión y planeó todo a la perfección. Se posicionó en el primer piso a esperar al cadaver. Katherina comenzó a llamarlo, llegó a ella al tercer grito. La miró un inmenso deseo de llevarse su alma. Cuando ella lo vio le dijo "Ven aquí, sé que me amas como yo lo hago", tenía mucho miedo, pero a pesar de eso las palabras salieron de su boca sin una pizca de temblor. Rió fuertemente y le contestó "Por años me rechazaste, ¿de dónde salió tan repentino interés". Su voz era tan grave como la de un monstruo. Katherina le pidió que confiara, el comenzó a bajar; cuando su cuerpo descendió al quinto piso, una ola de fuego lo volvió cenizas. Ella pensó que había triunfado pero no, él se regeneró como si de un ave fénix se tratara.
Lo mismo fue sucediendo hasta que llegó donde ella se encontraba, retrocedió asustada y el cadaver rió macabramente. "Cuando te fuiste juré deshacerme de ti en cuanto regresaras y eso haré", sus ojos se volvieron fuego, como si el mismo infierno habitara en ellos. La mujer asustada corrió en dirección contraria al pueblo, hacia el bosque. Sus pasos la dirigieron hacia un acantilado, Katherina tropezó con la raíz de un árbol que dejó la mitad de cuerpo colgando a punto de caer al barranco, procuró levantarse antes de que llegara por ella y huir.