Alma infinita El despertar

Ecos del pasado

*Alexia*

Thomas y yo hablábamos tranquilamente cuando, de pronto, sentí una llamada. Desconozco qué están planeando los Ancianos, pero si nos han encontrado, todo será el doble de difícil.

Lo que sí sé es que aún no es el momento para esto.

—Oye Ale. ¿Estás bien?

La voz de Thomas me trae de vuelta a la realidad. Le miro y recuerdo la emoción de aquellos tiempos en los que ninguno conocía a Annabell, cuando yo era la única que recibía su atención, su cariño.

Esos sí eran tiempos maravillosos, solo él y yo. Pero luego apareció ella, y desde entonces todo cambió drásticamente. A veces pienso que todo sería mucho más fácil si no la hubiéramos conocido; no estaríamos pasando por todo esto.

Sin embargo, cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de lo que significó conocer a Ann. Gracias a ella, todos aprendimos lo que es el verdadero amor. Y por mucho que me cueste admitirlo, en el fondo sé que ella es crucial en nuestras vidas. Sin Ann, nunca podremos regresar a casa.

¿Y qué pasa con Thomas?

Ese cabezón enamorado hacía siglos que no hablaba sobre el tema. ¿Es que ya no le importaba? ¿Tan cegado está que no se da cuenta de que por ella estamos en esta situación?

Mis pensamientos son interrumpidos cuando siento un escalofrío que me recorre la espina dorsal. De pronto, todo mi cuerpo se tensa. Noto cómo el alma de Ann se desvanece por un instante.

Thomas repara en mi gesto y me mira con curiosidad.

—He sentido su llamada —digo en un susurro.

No puedo creerlo. No pensé que fuera ella. Su última vida terminó hace apenas cuatro días. Ni siquiera ha tenido tiempo de pasar por la Torre. Los Ancianos están cada vez más impacientes, provocando su renacimiento sin darle tiempo a repasar lo que ha aprendido. Nosotros estamos desesperados, pero ellos están asustados.

La cara de Thomas palideció en cuanto terminé de explicarme, y él se esfuma.

Cuando llego a su lado, lo encuentro de pie, observando a un bebé recién nacido. La vibración de su alma es inconfundible: es Ann. Su nueva vida acaba de comenzar, y lo primero que veo en los ojos de Thomas es el mismo brillo de siempre. Ese doloroso brillo de esperanza que sé, lo consume.

Con un suspiro, observo a Thomas, cuyos ojos brillan por las lágrimas.

—Siempre es igual. Siempre que pienso que podremos volver a estar juntos, me la arrebatan. —Se gira para mirarme—. Estoy cansado. Si los ancianos nos encuentran, que así sea.

Lo veo acercarse al pequeño cuerpo de Ann, quien no ha dejado de llorar desde que nació. Thomas alarga la mano, con una ternura que solo él sabe expresar, y la niña, que ha ignorado a las enfermeras, agarra su dedo. El llanto cesa en el acto. Por un instante, antes de quedarse dormida, sonríe. Una sonrisa que podría pasar desapercibida para cualquiera, pero que para nosotros, para Thomas, lo dice todo.

Podría decirse que fue el instinto de la pequeña, pero la realidad es que solo Thomas logró calmarla, después de que las enfermeras fallaran.

—«¿Notaste eso?»

La voz de Cinthya resonó en mi cabeza a través del vínculo.

—«

¿Cómo no sentir esa vibración? Ese leve temblor que recorrió ambos planos cuando los ojos de Thomas y la pequeña Ann se encontraron. Siempre es igual. Incluso antes de que ella pueda recordar quién es, ya lo siente. Lo siente en lo más profundo de su ser.

Miro a Thomas, que se ha sentado junto a la cuna de Ann. Su expresión es tranquila, aunque el dolor no lo ha abandonado del todo. Nada lo separará de ella ahora, ni en esta vida, ni en la próxima. Lo sé, porque lo he visto en cada vida que ella ha tenido.

«Vuelta al comienzo, una vez más.»




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