Alma infinita El despertar

Capítulo 3

*Ann*

~ Corro tan rápido como puedo, pero el bosque parece tener vida propia, las ramas se extienden como manos que intentan detenerme, desgarrando mi vestido, haciéndolo jirones. Tropiezo una vez más, y antes de levantarme, miro hacia atrás. Las luces de las antorchas se acercan peligrosamente, y los gritos de los aldeanos resuenan cada vez más cerca. Estoy segura de que puedo oír los ladridos de los perros.

«Si los sueltan, estoy acabada.»

Me pongo de pie de nuevo, recogiendo los bajos de mi falda en un intento desesperado de correr más rápido. Conozco este bosque, pero está tan oscuro que ya no estoy segura de si voy en la dirección correcta. Hace minutos que me perdí.

«Si tan solo pudiera llegar al claro.»

Allí me espera Thomas con un carruaje, listo para huir de este lugar maldito. Ojalá le hubiera escuchado cuando me pidió que nos fuéramos de día. Pero no podía dejar a nuestros amigos atrás. Intenté convencer a Javier y Alexia de que se unieran a nosotros. Ella se negó rotundamente, y él no quiso abandonarla.

Mi pecho arde por el esfuerzo, y el aire frío de la noche quema mis pulmones. Sigo corriendo, aunque mis piernas gritan que me detenga. No puedo, no ahora.

Delante de mí, los árboles se abren, dejando paso a la débil luz de la luna. Un destello de esperanza me impulsa. Solo unos metros más... pero de repente, el camino se acaba. Freno en seco. Un precipicio.

—¡Mierda! —Mi voz suena débil, apenas un susurro. Mi pecho sube y baja con respiraciones descontroladas. Me doy la vuelta, esperando poder regresar al bosque y seguir buscando el claro. Pero es tarde. Los aldeanos ya están en linde con sus antorchas brillando con furia.

Me asomo al precipicio. La caída me mataría sin duda. Antes de poder decidir qué hacer, dos hombres me atrapan por los brazos y me levantan en volandas. La multitud se aparta al pasar, miedo y odio en sus ojos. Escucho gritos de "¡Bruja!"... una y otra vez, como un eco que no puedo detener. ~

Despierto con un grito ahogado, empapada en sudor. Mi respiración es tan agitada como si hubiera corrido kilómetros. Me incorporo en la cama, abrazando mis rodillas. No puedo recordar los detalles de la pesadilla, pero la palabra "bruja" resuena una y otra vez en mi cabeza, como un tambor. Sin poder evitarlo, las lágrimas empiezan a caer. Un miedo visceral se apodera de mí. Me dejo caer, escondiendo la cabeza entre mis rodillas, llorando en silencio.

No sé cuánto tiempo pasa antes de que el llanto ceda un poco. Finalmente, me levanto y, temblando, camino hacia el baño para lavarme la cara. El agua fría me ayuda a centrarme, pero cuando levanto la mirada al espejo, mis manos se congelan.

Detrás de mí, en el reflejo, veo a un chico con cabello castaño, perfectamente peinado, vestido con un traje marrón oscuro y una camisa blanca, ligeramente desabrochada. Thomas. Sus ojos verdes, cargados de tristeza y amor, me observan desde el reflejo. Alza la mano, como para tocarme, pero la baja antes de que pueda alcanzarme.

Cierro los ojos con fuerza, contando hasta tres, y los vuelvo a abrir. Ya no está.

—¿Qué coño te pasa, Ann? —susurro para mí misma, mientras las lágrimas vuelven a correr por mis mejillas, esta vez por la nostalgia que me invade. Thomas. Como desearía volver a ser esa niña de nueve años, cuando despertaba de una pesadilla y él estaba allí para consolarme, para abrazarme y protegerme.

Con pura frustración, lanzo la toalla contra el espejo. Le hago una mueca al reflejo de mí misma, con cara de zombie, y la chica del otro lado me devuelve el gesto.

En el camino de vuelta a mi cuarto, escucho los ruidos procedentes de las otras habitaciones. Becka se ha traído a Nicklaus a dormir, ya que mañana tenemos un vuelo a las once. Cris tampoco está sola. Desde su aniversario, Cinthya prácticamente vive con nosotras.

Me meto de nuevo en la cama, sintiéndome sola y perturbada por la pesadilla. Cojo el móvil y reviso las redes sociales durante un rato. Cuando me canso, bloqueo la pantalla y me quedo mirando el techo. Robert quería pasar la noche conmigo para que saliéramos todos juntos, pero mis pesadillas han empeorado. Ahora las tengo casi todas las noches.

La verdad es que quería estar sola. Una parte de mí creía que si me quedaba sola, tal vez... Thomas volvería. Es una locura, lo sé, pero verle, aunque solo sea por una milésima de segundo, me da una sensación de consuelo como si aun velara por mi, aunque también temo que me esté volviendo loca.

Cierro los ojos y dejo que los recuerdos de esos ojos verdes me envuelvan. Me acurruco en posición fetal, intentando recrear la sensación de sus brazos a mi alrededor, como cuando era niña. Tanto me esfuerzo en imaginar esa calidez que casi puedo sentirla. Y así, me dejo arrastrar por el sueño.

* *

Una melodía desde la planta baja me despierta. Reconozco de inmediato que es Becka. Aunque compartimos gustos musicales, solo hay una banda que nos gusta a las cuatro. Ruedo en la cama y me estiro para alcanzar el móvil, pero antes de hacerlo, la puerta de mi cuarto se abre de golpe y una canción de My Chemical Romance inunda la habitación.

Becka, emocionada, se lanza sobre mí mientras grita los buenos días. Me revuelvo, riéndome, intentando apartarla.




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