Alma infinita El despertar

Ecos del pasado

*Alonso*

Mamá me ha hecho un nuevo juguete. No entiendo por qué se enfadó tanto cuando cogí su libro, siempre es muy buena conmigo. Pero ya me ha pedido perdón.

Esta mañana vino una señora a hablar con ella. Es muy simpática, siempre me trae algún dulce o juguete. Mamá no me los compra, dice que son muy caros y que no podemos permitírnoslo. A veces, como hoy, me trae ropa o zapatos nuevos. Los viejos tenían agujeros y ya no me protegían del frío. Me dijo que eran un adelanto por mi cumpleaños, aunque aún faltan unas semanas para eso.

—Ya tienes siete años, Alonso. Eres todo un hombrecito. —Su voz sonaba triste, más triste de lo normal. No pude evitar abrazarla. Me gusta abrazarla; su abrazo siempre me reconforta.

La señora se llama Annabel. Es muy guapa. Tiene el pelo recogido y el color me recuerda al dorado del amanecer. Siempre va vestida de manera elegante, con vestidos nuevos y bonitos.

—Annabel, por favor, atiende a razones. Alonso ha vivido con nosotros desde que nació. Javier y yo somos sus padres. ¿Cómo quieres que le expliquemos lo tuyo? —Escucho a mamá intentando hablar bajito, como si no quisiera que yo oyera lo que decía, pero igual la escucho.

—Lo sé, y nunca podré agradecerte lo suficiente todo lo que has hecho por él durante estos años. Pero Robert está dispuesto a aceptarlo como si fuera suyo una vez nos casemos. —La voz de la señora Annabel también suena triste. Me gustaría abrazarla a ella también, hasta que recupere su sonrisa.

—Eso es porque tú no puedes darle un hijo, y por eso quiere a Alonso —dice mamá. No parece enfadada, pero su tono es frío.

—¿Cómo puedes decir eso? Robert siempre ha sido bueno con todos nosotros desde que llegó a estas tierras. No eres quién para juzgarlo. Lo que pasa es que tienes celos de que me vaya bien desde que estoy con él. Parece que solo eres feliz cuando te recreas en mis desgracias.

—Ann, por lo que más quieras... me conoces de toda la vida. Soy tu hermana. ¿Cómo puedes siquiera plantearte que...?

—Sí, me lo planteo, porque ya me has demostrado en más de una ocasión lo ruin que puedes ser cuando las cosas no salen como tú quieres.

Me siento mal por estar escuchando. No entiendo del todo de qué están hablando, pero sé que es algo importante. Decido salir a la calle a jugar con mi nuevo juguete. Ojalá los otros niños no me lo quiten.




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