*Cinthya*
El reloj marcaba las 18:29 cuando me apoyé contra el árbol que había sido testigo de tantas conversaciones y secretos compartidos durante años. El viento soplaba suave, agitando las hojas y trayendo consigo un leve aroma a tierra húmeda, como un eco de días más simples. Mis pensamientos vagaban lejos de aquí, atrapados en una maraña de emociones y decisiones que me habían llevado hasta este momento.
Cris llegaría en cualquier instante, y con ella, el peso de todo lo que hemos estado ocultando. Había repasado mentalmente mil veces lo que iba a decir, pero ahora, tan cerca de nuestra cita, las palabras parecían desvanecerse de mi mente, como si temieran enfrentar la realidad tanto como yo.
De repente, el sonido de pasos en la grava me sacó de mis pensamientos. Levanté la vista y ahí estaba ella, más delgada, más cansada, pero con esa fuerza silenciosa que siempre admiré. Nuestras miradas se cruzaron, y en ese instante supe que nada sería igual después de esta conversación. El aire se volvió más denso a nuestro alrededor, cargado con todas las palabras aún no dichas.
Ya solo queda respirar hondo y seguir adelante. Porque al final, esto no se trata solo de nosotras, aunque me doy cuenta que a pesar de todo, ella es lo único que me importa.
*Cristina*
El parque estaba casi vacío, como si el universo hubiera decidido darnos este momento a solas. Cada paso que doy hacia Cinthya se siente como un pequeño triunfo sobre el miedo que he arrastrado desde el día en que desapareció de mi vida. ¿Cuánto tiempo pasé imaginando volver a verla? Temía lo que podría haber descubierto, sin embargo, en este momento solo siento un gran vacío en mi interior.
Me detengo a unos metros de ella, con el corazón acelerado, sin saber si debo acercarme más o mantener la distancia abierta entre nosotras los últimos meses. Su mirada es una mezcla de culpa y algo indescifrable que me hiere en lo más profundo ¿Cómo hemos llegado a esto?
—Gracias por venir —su voz, suena tras una pausa, más suave de lo que recordaba.
—No sé qué esperabas —respondo, intentando sonar firme—, pero aquí estoy.
Asiente, entendiendo que aquello era lo mejor que podía ofrecer en este momento. Da un paso hacia mí, y por un instante pienso que va a abrazarme, pero se detiene, como si recordando que el abismo entre nosotras es más profundo de lo que un simple gesto puede cruzar.
—Debemos hablar, Cris. La única manera de arreglar esto es revelando nuestros secretos.
El silencio que sigue a sus palabras es más pesado que cualquier otra cosa que hubiera experimentado. Aprieto los puños, preparándome para lo que sea que está a punto de revelar. No importa cuán dolorosa sea la verdad, la necesito. La necesitamos.
Para cuando me doi cuenta, el sol ya comenzaba a esconderse detrás de los edificios, y este pequeño parque, donde tantas veces había reído con ella, ahora parecía un cementerio bajo el cargado silencio que nos rodeaba. Las hojas caen lentamente, y el aire fresco de otoño trae consigo una sensación de renovada claridad. Mi mirada se detiene en la zona del árbol en el cual se apoya que quedaba por encima de su hombro, donde aún están grabadas nuestras iniciales. Hacía ya una eternidad de ello.
Siento cómo el corazón me late con fuerza, una mezcla de la calidez de lo familiar y el frío de lo desconocido, que me hace sentir un nudo en el estómago. Sonrío débilmente e intento acercarme, pero cuando lo hago, ella se separa del árbol, avanzando unos pasos hacia mí antes de detenerse nuevamente.
—Te he echado tanto de menos —murmura, dejando que la emoción tiña sus palabras.
—Yo también —respondí con una sonrisa que sabía que no alcanzaba mis ojos, porque esta tregua de aparente normalidad pronto se rompería.
Durante un rato hablamos de cosas triviales, de lo mucho que había cambiado todo en las semanas que estuvimos separadas. Pero no podía dejar de notar su incomodidad, como si soportara un peso creciente, una sombra que ninguna de las dos podía ignorar.
Finalmente, rompe la burbuja.
—Cris, hay algo que necesito decirte...
Mi expresión cambia, y mi cuerpo se tensa ligeramente. Ambas sabíamos muy bien lo que iba a decir, y cuánto odiaba que este asunto surgiera así y no haber sido yo quien lo confesara cuando tuve la oportunidad.
—No hace falta que digas nada. Hace unos meses, cuando Ann tuvo el colapso en casa, Thomas vino a alertarte. Ahí confirmamos que formas parte de ellos, y eso significa que sabes quiénes somos. —Hago una pequeña pausa, pero no encuentro mas forma de decirlo que siendo directa. —Tú sabes que somos Mork, y yo sé que eres una Knàh.
El silencio cayó entre nosotras como un muro. Los ojos de Cinthya se abren de par en par, su boca se mueve, pero no emite sonido alguno. Durante un segundo eterno, ninguna habla.
Extiende la mano, rozando la mía, y sento cómo sus dedos temblaban.
—¿Os acercasteis a ella sabiendo lo que es?
Mis ojos se llenan de lágrimas. Las palabras salien entrecortadas, pero claras.
—Lo sabíamos... Teníamos que estar lo más cerca posible. Siempre llegábamos tarde, y tuvimos que forzar su llamada.