*Thomas*
Estoy impresionado con la apariencia adolescente de Alexia, me recuerda a la de sus tiempos en la Ciudad Blanca. Aunque sus ojos son los de siempre, ahora están enmarcados por un río oscuro en lugar de por una melena de fuego, y su intensidad esmeralda traspasa límites inimaginables.
La fluidez de sus movimientos en ese cuerpo esbelto sigue reflejándola tal y como era antes de que todo se rompiera. Eso hace que mi mente se desmorone al recordar que nunca se sintió cómoda en su propia piel después de lo ocurrido. Sin embargo, aquí está sirviéndose de ella de nuevo, reivindicando su fuerza y su decisión. Diría que ha hecho las paces consigo misma y está lista para demostrar en lo que nos hemos convertido.
—Estoy lista. Vamos a terminar con esto. —Su firme seguridad resonó en el vacío. Esa determinación, esa fuerza que había desaparecido con el tiempo, ahora estaba de vuelta. La sombra que alguna vez fue Alexia había quedado atrás. Ante mí estaba el espíritu indomable que siempre admiré.
Me quedé sin palabras, atrapado en mis propios pensamientos, hasta que Cristina me sacó del trance.
—Creo que esto demuestra que mi teoría es cierta —soltó con satisfacción.
Me volví hacia Cris porque tenía razón; Alexia había demostrado ser casi Mork. Aunque me preguntaba hasta dónde llegaban sus nuevas habilidades. Si estas la libraban del control de los Ancianos, ¿Afectaría a nuestra relación con ella? Si la respuesta era sí, todo habría cambiado para siempre.
Las posibilidades se despliegan en mi mente, ella será nuestra ventaja; la clave para volver a la Ciudad Blanca. Aún así, ya habíamos hablado de lo que eso implicaba para ella, en unos minutos había pasado de ser una niña a ser la más poderosa de todos nosotros y eso era una carga considerable para ella.
—¿Eso significa que es invisible para los Ancianos? —pregunté, más para mí mismo que para los demás.
—Deberíamos probarlo antes de asumir nada —dijo Ann, analizando con cautela sus movimientos, lo que reflejaba la complejidad de la relación entre ambas.
—Si es así, esto nos da una ventaja que nunca tuvimos en Salem —Las palabras se me escaparon. Las nuevas oportunidades brotaban en cascada dentro de mi cabeza—. Podríamos volver. Crear nuevamente el portal. Esta vez, podríamos hacerlo bien. Podríamos regresar a nuestro hogar.
Pude apreciar la determinación en Alexia y, además la comprensión, algo nuevo que hasta ahora nunca había demostrado ante mí.
—Esto no es solo volver a la Ciudad Blanca —su tono maduro me sorprendió—. Se trata de asegurarnos de que todos tengan la libertad de decidir si quieren regresar o no. No podemos imponerlo; no somos los Ancianos.
Ann se acercó a ella, colocando una mano sobre su hombro.
—Tienes razón, Alexia, pero antes de decidir el siguiente paso, necesitamos estar seguros de que podemos hacer.
Nos quedamos callados entre promesas que no se dijeron y la incertidumbre, sabiendo que, como ya teníamos claro desde el principio, era un riesgo aunque nuestra mejor oportunidad.
—No podemos fallar esta vez —confesé cuando ya no hubo otra cosa que decir—. Si podemos asegurarnos de que no la pueden localizar y contamos con esa ventaja, lo importante es no cometer errores.
Alexia parecía hablarme enfocada por completo en mí.
—No voy a permitirme fallar en esto.
A pesar de que veíamos lo que dejaba atrás y el sacrificio que todo supondría, su resolución era contagiosa. Ella estaba dispuesta a ser nuestro faro en la oscuridad.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí algo que creí perdido: esperanza.
*Gabriel*
Estaba fascinado con la evolución de Alexia. Verla ahora, de pie con la apariencia de una joven adulta, era un shock para todos nosotros. Apenas hacía poco más de un año que había nacido en ese cuerpo, un bebé en apariencia indefenso. Ahora, en contraste, irradiaba una energía tan poderosa que no podías evitar sentirte diminuto a su lado.
Durante este tiempo, los Ancianos habían movido cielo y tierra para localizarla. Ella era una de sus prioridades, un cabo suelto que no podían permitirse dejar sin resolver. Desde mi posición en el Consejo, había ayudado a mantener su verdadera ubicación oculta, manipulando informes, desviando las búsquedas y sembrando dudas. Pero sabía que no sería suficiente por mucho más tiempo. Ya empezaban a sospechar. Sabían que los Mork estaban involucrados, que su desaparición de la red de los hilos vitales no podía ser una mera coincidencia.
Lo que nunca imaginaron —y lo que me aterrorizaba que descubrieran— era la verdad: Alexia no solo estaba protegida por los Mork, sino que ahora era, en parte, una de ellos.
Conozco tan bien a Ann que cuando comenzó a analizar todos los rincones de mi mente, supe que su atención estaba centrada en la información que los Mork habían compartido.”
—Gabriel, ¿hay algo que quieras decir sobre el control de los Ancianos?
Su serenidad trae una carga oculta con lo que sabe cómo herirme. La conversación era inevitable, sin embargo, no esperaba que fuera Ann quien lo pusiera sobre la mesa. De pronto, el juicio del Círculo al completo cae sobre mí a través de ella.