*Tituba*
El impacto fue instantáneo, como un latigazo que rompió mi realidad en mil pedazos. Recuerdo el crujido de metal contra metal, los gritos de mi madre, el llanto de mi hermano, y luego… silencio. Un vacío tan profundo que era imposible de llenar. Desperté entre los restos del coche, el olor a gasolina y el calor del fuego amenazando con consumirlo todo. Entonces, algo sucedió.
Lo vi. Él estaba allí, un destello de luz en medio de la oscuridad. Ángel. No sabía su nombre en ese momento, ni quién era realmente, sin embargo, su presencia era inconfundible. Sentí cómo algo en mí se activaba, una chispa que se transformó en un incendio. En ese instante supe que estaba viva gracias a él, y que algo había cambiado para siempre.
Mientras mis padres y mi hermano no sobrevivieron, yo lo hice, aunque no salí indemne. Fue como si el accidente hubiera roto no solo mi cuerpo, sino también las barreras que me protegían de lo que fui, de lo que siempre había sido. En los días que siguieron, los recuerdos comenzaron a surgir, primero en fragmentos: una ciudad blanca, risas, lágrimas, traiciones. Luego llegaron más claros, más nítidos, hasta que todo encajó.
Desde ese momento supe que no podía volver a ser la misma. Si los Ancianos se enteraban de mi despertar, harían todo lo posible por detenerme. Así que decidí vivir en las sombras, tan discretamente como fuera posible. Cambié mi nombre, mi apariencia, mi historia. Era la única manera de protegerme y, más importante aún, de protegerlos a ellos.
Al recuperar mis recuerdos, sentí una responsabilidad hacia ella. Ann era la clave para cambiarlo todo, y sabía que ellos lo sabían. Por eso me convertí en su guardiana, aunque ella nunca lo supiera.
**
Fue en España donde el destino nos cruzó de nuevo, aunque en circunstancias muy distintas. Ann era apenas una preadolescente, con el rostro lleno de inocencia y los ojos marcados por las sombras de pesadillas que no entendía. A su lado estaba Cinthya, su protectora. Su rostro estaba tenso, y sus ojos, llenos de preocupación, me buscaron en la multitud.
—Tituba. —Su voz era un susurro, y la intensidad de su mirada me decía todo lo que necesitaba saber—. Tienes que ayudarme.
—Ann está recordando —dijo Cinthya, su voz cargada de desesperación—. Las pesadillas no paran. Temo que los Ancianos puedan notarlo. Necesito que hagas algo, cualquier cosa para protegerla.
La miré a los ojos, comprendiendo la gravedad de la situación. Si descubrían que Ann estaba comenzando a despertar, su vida estaría en peligro. No podía permitirlo.
—Puedo construir un muro —dije finalmente, mi corazón temblaba con la idea de intervenir su mente aunque yo mantuviera el aplomo —. Será temporal; esperemos que sea suficiente para mantener los recuerdos a raya.
Cinthya asintió, sus ojos brillando con una mezcla de alivio y gratitud.
—Hazlo. Por favor.
Me arrodillé frente a Ann, observando esas pupilas que tantas cosas decían sin decir nada. La intensidad de ella siendo consciente de lo que iba a hacer inundó el silencio.
—Esto no dolerá —le dije suavemente con dulzura, aunque no estaba segura de si me entendía del todo—. Solo será un sueño.
Extendí mis manos, colocando los dedos ligeramente sobre sus sienes. Cerré los ojos y dejé que mi energía fluyera hacia ella, creando una barrera en su mente, un muro que protegería su conciencia de los recuerdos que intentaban surgir. Mientras lo hacía, sentí una conexión profunda, una corriente de amor y dolor que atravesó mi alma.
Cuando terminé, Ann me miró con claridad estaba libre de las sombras que la habían perseguido. Sonrió débilmente, pude notar como un peso invisible desaparecía de sus hombros.
—Gracias —susurró Cinthya, la emoción hizo que se quebrara al hablar.
Siendo consciente de que el muro no sería eterno, la vi alejarse, sabiendo que había hecho lo correcto. Los recuerdos de Ann eran demasiado poderosos e importantes para ser suprimidos para siempre.
Por ahora, estaba a salvo. Y eso era lo único que importaba.