Alma Liberada (más Allá de la Muerte 3)

Capítulo 8: Visitantes

Capítulo 8:

Visistantes

Nick

 

La temperatura en el auto vuelve a ser normal. Vuelvo la vista al frente. Cruzo los brazos sobre mi cara y me concentro en respirar. Es la segunda vez que veo a mi padre desde que murió y está siendo más críptico que Danny. Es frustrante la escasa información que arrojan, como un camino de migajas que debo recorrer en un tiempo que se agota.

Entiendo los límites, llevo demasiados años entrelazado con los muertos para conocer lo complicado que es sacarles información. Con el tiempo se cultiva la paciencia para indagar, buscar y comprender, en este caso que me encuentro hundido hasta las rodillas es desesperante. Demasiados obstáculos entrelazados y tirados en el camino al mismo tiempo, hace que sea muy difícil mantenerlos a todos a salvo.

Dejo caer los brazos contra el volante. De aquí en adelante, cada movimiento que se haga en contra de Esther debe ser cuidadoso, hay mucho en riesgo. Mi hermana ya se encuentra ligada al devorador de almas, cedió por completo ante ese demonio, las posibilidades de recuperarla son escasas. Esa es la realidad, y si las sospechas son ciertas, los sobrinos de Danna podrían quedar atrapados también.

No puedo permitirlo, haré lo que sea necesario para que Esther no pueda obtener sus inocentes almas.

Las chicas vienen de regreso. Abrazada una a la otra.

Me calmo un poco. Ya luego pensaré en las visitas y sus advertencias. Por ahora solo importa Danna y la sacudida emocional que recibió. El destino parece ensañarse con ella, un golpe tras otros, ni tiempo le da de recuperarse. Pareciera que buscaran quebrar su voluntad, ¿podría ser Danna una amenaza para Esther?

Salgo. Mi padre dijo que había que prepararla, tiene sentido que mi novia sea un obstáculo para el devorador. Solo queda descubrir qué papel juega Danna en el lado espiritual.

Rodeo el coche y abro la puerta de copiloto.

—Todos allí están destrozados —murmura Amaia, con lágrimas en los ojos. Se le corrió el maquillaje.

No es para menos, una familia está siendo velada. Una tragedia causada por fuerzas malignas. Una situación que debimos evitar, los hijos de la muerte están para eso, para evitar los desastres que las almas malditas puedan causar. El trabajo se hizo muy difícil desde que se volvió personal.

—La señora Blanca y su familia no se merecían morir de esa manera —la voz de Danna se quiebra. Sale del agarre de su amiga. Mira hacia atrás, un par de lágrimas resbalan por su mejilla.

—Nadie merece morir de esa manera —ni mencionar del destino que deben tener esas almas, si es que fueron alimento para Esther.

—Es mi culpa que estén muertos.

—No. No. Deja de decir eso.

—Los mataron porque eran cercanos a mí —insiste.

Su teoría no es mala, por el contrario, es bastante acertada. De alguna manera, las dos tragedias están vinculadas con su familia. Los niños y ella, aunque todavía no lo confirmo, es lo que más tiene sentido.

—Lo que sucedió no es culpa de nadie, ya lo habíamos hablado —agarro su mano. Sigue mirando hacia la calle. Necesito que saque ese sentimiento del pecho. Mi chica valiente necesita pensar con claridad. La culpa no ayuda.

—Eso no me hace sentir mejor —con la mano libre retira la humedad de su mejilla. Aspira con fuerza y cierra los ojos. Al abrirlos mira fijamente a su amiga. Amaia se cruza de brazos, parece que intuye lo que mi novia tiene que decir—. Me preocupa…

—No lo digas —gruñe Amaia como un animal rabioso—. No te atrevas a siquiera pensar, Danna Salazar que me voy a alejar de ti. Ya es un poco tarde para eso.

—Pero…

—Basta. No me harás cambiar de opinión, ni siquiera lo intentes con Alexis —Amaia sube al puesto de atrás y cierra la puerta con fuerza.

Arrastro a mi novia hacia la acera. Tomo su rostro entre mis manos. Odio verla llorar, tan vulnerable. Amo a la chica luchadora que se enfrenta a lo desconocido por proteger a su familia. La que doblega su miedo y sigue adelante. Le doy un beso en la frente, la escucho suspirar. Hunde el rostro en mi cuello, la rodeo con mis brazos.

—Sé que ahora más que nunca te preocupan tus amigos. Entiendo que quieras protegerlos —comento cerca de su oído—, pero alejarlos no es la solución.

Se separa un poco. La mantengo agarrada por la cintura, sus manos reposan en mi pecho.

—No quiero que les pase lo mismo que a la señora Blanca. Si lo pensamos bien, y Esther está detrás de todo esto. Ella podría atentar contra Amaia y su madre, o Alexis. Sí, les pasa algo… yo no…

—Deja de pensar en eso. Amor, no podemos controlarlo todo. Aunque quisiéramos, es imposible.

—Lo sé.

—En algo Amaia tiene razón, es muy tarde para que simplemente salgan de tu vida. Es más seguro para ellos estar con nosotros, hay más posibilidades de que estén bien si saben a lo que se enfrentan —uno mi frente a la de ella. Sé, como se siente, el miedo es el peor aliado en estos casos y la solución que se cree más viable, puede ser la condena de muchos—. No permitas que el dolor controle tu mente. Volvernos vulnerables le da ventajas a Esther. Muchos dependen de nosotros, no podemos permitirlo.




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