Capítulo 25:
Casa de Amelia
Danna
—Yo no voy a entrar —eso era de esperarse.
Amaia jamás entrara a esa casa, aun cuando se supone que los padres de Estela desterraron el alma de la mujer que maldijo esta casa.
El terreno de la propiedad es amplio y distante del resto de las casa. Ni siquiera con los años se ha perdido el temor que causo Amelia, nadie ha construido cerca de los linderos de lo que algunas vez fue su propiedad.
Puedo entender porque mi amiga no quiere entrar, la casa es una monstruosidad. La primera impresión que tuve al verla es que tiene vida propia, como si sus amplias ventanas fueran dos enormes y oscuros ojos observándome. Es una casa vieja, levantada con barro y varas de madera, cubierta por una verdosa planta trepadora que tiene su tronco en una esquina de la casa, como si fuera un pilar y sus delgadas ramas abrazaran las paredes. Las láminas de zinc se ven con firmeza cubriendo la casa, con una capa de hojas.
Carina dijo que el alma de esa mujer ya no debería estar arraigada en la casa, pero no estoy muy segura de que eso sea verdad. Los pocos minutos que llevamos observándola, mi piel se ha erizado y un escalofrío se arrastra por mi columna vertebral.
—Me quedare a acompañar a Amaia —dice Alexis. Lo que nos deja solo a mí y Thomas para entrar e inspeccionar el lugar.
Hemos venido para tratar de reconstruir lo que ocurrió hace más de treinta años acabo con la vida de Esther, e hizo que mi madre y Anabel hicieran una estúpida promesa.
Entre esta casa abandona podemos encontrar la manera de detenerla y acabar con esta maldición de una vez.
—Ni se te ocurra decir que tampoco vas a entrar —expresa
Thomas dirigiéndose a la entrada. Lleva un bolso negro lleno de cosas que no entendí para que necesitamos.
Le doy otra mirada a la casa para convencerme de que todo ha sido producto de mi imaginación, y para mi sorpresa percibo una sombra que se asoma por una de las ventanas.
—Camina Danna, ella no hará nada en nuestra contra. Es parte de la casa y los padres de Estela hicieron un excelente trabajo para desterrarla al barro con el que fue construida esta casa —explica con una tranquilidad envidiable.
Me obligo a avanzar.
La puerta es de madera y sede en el instante en que Thomas la empuja con cuidado. Un oscuro vacío nos espera del otro lado. Tomo aire dramáticamente como si me fuera a sumergir en el océano. Doy un paso dentro y la puerta se cierra de golpe haciéndome saltar a un lado con el corazón en la boca. Una carcajada explota de los labios de Thomas.
—¿Estas intentando deshacerte de mí? —le pregunto con una mano en el pecho.
—Solo estoy probando tu grado de miedo —dice sonriendo.
—No es divertido —expreso.
Mientras deslizo la mirada por la sala, donde Amelia se suicidó. Solo quedan rastros de unos muebles de madre ya corroídos por la propia naturaleza. Pedazos de un porrón en el suelo. Lo único que se ha mantenido intacto es una fotografía en blanco y negro.
Una mujer joven de rostro perfilado y profundos ojos, se mantiene viva a través de los
años en esa captura.
Doy un par de pasos, y mis dedos acarician la fotografía. Es como si hubiera sido colocada recientemente en la pared. La chica no se ve muy feliz, puedo percibir su soledad. Ella debe ser Amelia.
Dejo caer mi mano y el retrato se mueve arrancando de mi garganta un grito de horror. Mi cuerpo se paraliza, mientras que su rostro se agranda hasta sobresalir del cuadro. Su aliento fantasmal me golpea la cara.
—¿Danna que ocurre? —pregunta Thomas desde alguna parte de la casa, quizás de una desde una de las habitaciones.
¿En qué momento me ha dejado sola?
Busco las palabras para responderle, pero no encuentro mi voz. Mientras ella solo observa el miedo que ha causado en mí.
—Tienes sus ojos —susurra. Su rostro cambia de una chica joven a una mujer mayor, la misma que estuvo frente a mí en la sala de la casa de Estela. Ella es quien poseyó a cristal desde el principio. —Te pareces a ella, como esa primera vez que entro por esa puerta. El miedo dominaba su andar, pero la curiosidad fue más fuerte y por el juego se dejó llevar.
Suelta una escalofriante carcajada y desaparece.
Recupero el aliento y la movilidad del cuerpo.
—Danna —doy pasos indecisos por el pasillo. Del lado derecho los habitaciones y al final se abre una estancia que pudo haber sido la cocina. Thomas se encuentra en la segunda habitación, sacando algunas ramas de su bolso. Se gira—, ten coloca estas en la sala donde queda ese pedazo de porrón.
—¿Claveles? —las tomo, son tres claveles blancos.
—Amelia fue contenido en estas paredes, ya no posee la fuerza maligna que alguna vez tuvo sin embargo es mejor no correr riesgo. El clavel es una planta poderosa porque es exorcística —explica mientras coloca en el piso otros manojos de plantas.
Regreso por el pasillo, me asomo hasta alcanzar ver la fotografía. No hay movimiento. Recojo el pedazo de porrón que aún tiene forma como para contener las flores. Lo coloco en la mesa.
Thomas ha extendido plantas a lo largo del pasillo haciendo un camino directo a la puerta. Regresamos a la habitación, donde ha hecho un semicírculo que conecta con las plantas que forma el camino fuera de la habitación hacia el pasillo.
Reconozco unos olores, y sé que entre las plantas hay romero y ruda.
—¿De verdad vamos a charlar con Amelia? —pregunto.
—Así es. Si existe alguien a nuestro alcance que sabe perfectamente lo que ocurrió la noche en que Esther murió, es ella —dice muy calmado.
Supongo que esto es algo que ha hecho en muchas otras oportunidades, pero para mí será una experiencia aterradora.
—Ahora hay que invitarla a entrar —dice Thomas.
La casa cruje mientras vocaliza su nombre. Por unos segundos pienso que se desplomara sobre nosotros. No es literal, el alma de Amelia está unido al barro y las varas de madera de esta casa. Es como si fuera su cuerpo. Las paredes de barro se mueven como si fueran un músculo. Como si por ella corriera sangre.
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Editado: 25.01.2021