Capítulo 2:
Ni muerta, ni viva.
Todo pasa por algo,
hasta la muerte...
Danna
Me levanto desorientada, y algo perdida. Por unos instantes me falla la memoria, no tengo idea de donde estoy. Pero luego lo recuerdo, y busco desesperada a mi amiga, Amaia.
Cuando entre a la habitación pensé que no lo lograría, que mi desquiciada gemela —ya muerta— se saldría con la suya.
Pero al verla, respiro de alivio. Está asustada, aterrada… pero bien. Sus ojos están rojos y húmedos por las lágrimas, sus labios tiemblan descontrolados. Abre la boca una y otra vez, intentando decir algo, pero al final no emite ningún sonido.
Me siento como en la escena final de una buena película de terror, donde al final el bien gana. Amaia toma aire.
— ¿Danna? —pregunta con la voz temblorosa.
Me dispongo a responder, pero el chirrido de la puerta me interrumpe.
Ella dirige su mirada a la puerta, sus ojos marrones claros se iluminan llenos de esperanza. Giro la vista también, y sus ojos azules me sacan una sonrisa. Él se mueve inmediatamente hacia mí, y ahogo un grito cuando me… ¿atraviesa?, no, no es posible. No puedo moverme siento como si estuviera congela, su voz suena preocupada:
— ¿Estás bien?
Me giro lentamente, y mi cuerpo esta abrazado al suyo, pero no soy yo, es Danny, mi gemela. Ella me sonríe victoriosa, y no puedo hacer nada.
Mi mente fantasma no para de torturarme con ese recuerdo. No dejo de pensar en ese instante en que me vi muerta, y mi cuerpo andando sin mí.
Bueno aún sigo estando “muerta”, soy un fantasma, o algo parecido. En realidad, mi condición es difícil de describir, de comprender… me encuentro perdida en un mundo oculto ante los ojos de los vivos. Como lo son mi hermana Elena y mi sobrina Ema, ambas murieron en extrañas circunstancias hace… no sé cuánto tiempo ha pasado desde esa noche en que mi vida cambió drásticamente.
Para mí el recuerdo, sucedido ayer, aunque en el fondo sé que el tiempo sigue su curso, no logro ubicarme del todo.
Antes de que mi hermana muriera y me dejara a cargo de sus dos pequeños hijos, mi vida era tan agita y normal como la de cualquier persona residenciada en la capital del país. Pero tras su muerte, toda esa vida se fue en picada. Mi opinión con respecto a los sucesos paranormales, era bastante nulos. Para mí nada de esto existía. Ahora ¿dónde estoy?, muerta, transparente para la humanidad, mientras que mi cuerpo avanza sin mí con el alma de mi Gemela, Danny, una niña de cinco años jugando a tener diecinueve.
Que ironías de la vida, o de ese ser supremo. Si algún día tengo el honor de estar frente a ese ser supremo, tendré que expresar mi opinión en cuanto a sus maneras de hacerse notar, podría haber sido un poco más directo, claro... en cambio, toda una enredadera de situaciones me llevó a esto.
Ser un fantasma, cuando aún no has muerto no es algo envidiable.
Mis recuerdos a veces son confusos, en ocasiones pienso que estoy en casa con los niños y de repente me golpea la realidad, si estoy en casa, pero no en la que herede de mi tía Clara, que en paz descanse. En más de una ocasión me he preguntado, ¿dónde estará mi tía? ¿En el hospital donde falleció? ¿En un lugar luminoso y lleno de paz? O, ¿envuelta en oscuridad?
Cada vez que la realidad me golpea, me enfrento al hecho de que soy un fantasma y que mi visión de hogar es una destartalada casa: con las paredes agrietadas, llena de telarañas y enfrascada en un silencio sepulcral. Una casa abandonada desde que mi hermana murió. Una casa que se ha derrumbado ante la presencia de la muerte.
Ambas, madre e hija, permanecen atrapadas aquí, ninguna de las dos ha podido marcharse de este mundo, —aunque nada me asegura que exista otro— ellas anhelan poder descansar en paz. Un descanso que no estamos seguras de que exista, es tan difícil comprender los misterios de la vida y la muerte. Pero a la final terminas aceptando lo poco que sabes, o lo poco que te ha sido mostrado.
En cambio, yo deseo poder volver a mi cuerpo y seguir mi vida lo más normal que me sea posible. Después de todo lo que me ha pasado, dudo mucho que mi vida pueda llegar a ser normal otra vez, pero aún tengo esperanza de abrir los ojos, y descubrir que todo fue un mal, un muy mal sueño.
Si tuviera un cuerpo en estos momentos me estaría comiendo las uñas de los nervios, aún no me decido si sea una buena idea presentarme ante la madre de Nick. Soy un fantasma. No es que nunca haya visto uno, el punto es, ella y todos mis amigos creen que estoy metida en mi cuerpo —eso creo.
No quiero ser la culpable de que le dé un infarto, Nick jamás me lo perdonaría.
No tengo idea de qué hora puede ser, no tengo noción del tiempo, por lo que tampoco sé cuánto tiempo llevo de pie frente a la puerta de su casa, decidiendo si entrar o no. Alzo el brazo y toco, pero no hay ningún sonido solo mi mano entre la madera.
¡Maldita sea!
Siempre olvidó que atravieso las cosas, y no me gusta, es una extraña sensación a la cual aún no me adapto (y espero nunca adaptarme), es como sentir vértigo, es horrible.
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Editado: 25.01.2021