Alma Maldita. Más allá de la muerte 2

Capítulo 20: Experiencia sobrenatural

Capítulo 20:

Experiencia Sobrenatural
 

La incredulidad se termina

cuando tus miedos se vuelven realidad. 

Danna
 

Aun puedo ver la estación de policía masacrada.

El rostro de esa mujer agrieta, la sangre, su mirada llena de malicia. Claramente, no pude decir nada de eso a las autoridades cuando me cayeron a preguntas en una pequeña habitación, con un vidrio oscuro de un lado, y una mesa frente a mí con un hombre de aspecto severo intentando que mi versión se contradijera en algún momento. 

En cambio, mantuve los hechos que si parecían reales. Como sé que nadie va a creerme la verdadera historia, obvie los hechos sobrenaturales, dije: estaba en la celda con otra chica, que trajeron horas antes, escuchamos gritos fuera pero nadie venia, al cabo rato apareció una mujer uniformada, pensamos que vendría a traer a alguien más pero estaba sola, llevaba un arma en la mano, cuando estuvo justo frente a nuestra celda disparo a la chica, me aterre y cuando pensé que me dispararía ella cayó al suelo, entonces ese hombre uniformado apareció. Me sacaron de la celda y me desmaye.

El tiempo en esa habitación se me hizo eterno, pero para cuando permanecer terminó de interrogarme me dejaron a solas en una celda. Donde tuve que pasar toda la noche. La muerte de Robert, ya no parecía tan importante ante la muerte de los uniformados en la estación donde me encontraba recluida y de la cual fui la única sobreviviente. El hombre encargado de mi interrogatorio dijo que era muy conveniente.

Prácticamente no dormí nada, pensando en todos los líos en que me he metido. Aunque la noche también tuvo sus momentos productivos, por lo menos con la salida del sol tengo mi mente llena de recuerdos, como una lluvia de imágenes que buscan su lugar en mi memoria. Algunas cosas aun no las comprendo muy bien, y creo que han sido productos de imaginación. Sin embargo, estoy consciente de que estuve fuera de mi cuerpo una temporada y de que mis manos en realidad asesinaron a Robert.

Hoy bien temprano me llevaron a la misma habitación de interrogatorio, y me hicieron repetir mi versión una vez más. 

El hombre de rostro severo parece haber quedado satisfecho. 

Y como si fuera un premio de consolación por todas las horas en que me hizo hablar sin parar y rememorar los eventos de esa noche, me informo que no se encontró ninguna evidencia en el cuerpo de Robert que me incrimine. Por lo que podía regresar a mi casa, pero si me recomendó que no saliera del 
estado por si necesitaban hablar conmigo nuevamente.

Después de eso me dejo salir de la habitación. Ahora me encuentro fuera en una pequeña recepción esperando por Miguel y ese otro hombre, el policía.

Hay una chica uniformada frente a mí detrás de un escritorio, me mira con desagrado, volteo la vista y estoy sola con mis pensamientos y es perturbador, no puedo sacar esas escabrosas imágenes de mi mente. Aun cuando he recibió muy buenas noticas. Es como si fuera una serie de imágenes en secuencia que disfrutan mi terror, cada vez que veo esos ojos oscuros y ese rostro agrietado y sangrante, se me erizan todos los vellos del cuerpo y como un tic nervioso comienzo a ver a todas parte, miro el rostro de todos los que pasan cerca de mí, la busco en cada mirada y mi pulso se tranquiliza cada vez que me doy cuenta que ese ser no está en ninguna de esas miradas.

Me giro de repente hacia la chica uniformada, y allí esta Anabel preguntándole algo, y mi madre esta con ella.

Me quedo petrificada al verlas, todo lo que ha ocurrido desde la muerte de Elena llenan mi mente como la lluvia al cubrir la tierra, quiero decirle tantas cosas a mi madre, reclamarle por todo, aun no puedo creer que ni siquiera se dignara a ir al entierro de su hijo aunque mi hermano mayor y yo nunca tuvimos una buena relación, él era su favorito, siempre fue él. 

Pero no fue capaz de acercarse a despedirlo. Supongo que mi intensa mirada la perturba, gira y nuestras miradas se encuentran; hay algo en sus ojos que no sé cómo describir, es como una combinación de sorpresa e ira, algo que definitivamente no me esperaba.

Anabel se gira y al verme lo que sale de sus labios es:

—Asesina.

Camina hacia mí con una ira descomunal, pero Miguel aparece en el momento justo y se interpone en su camino.

— ¿Cómo pudiste ser capaz de matar a mi hijo? —grita, mientras Miguel y su amigo el policía la hacen retroceder.

Mi madre parece una estatua, no se ha movido ni un centímetro de donde está, tampoco ha apartado la vista de mí. Sus ojos marrones están vacíos sin expresión. En estos meses es como si sus cincuenta y cinco años estuvieran marcados en su piel.

Otros policías aparecen y se hacen cargo de Anabel, mientras que el hermano de Estela me toma del brazo como si fuera una niña pequeña y me saca de allí.

Eso me toma por sorpresa, deberíamos intentar hablar con ella.

Estamos yendo hacia la camioneta de Estela que se 
encuentra estacionada del otro lado de la calle. Hace que me suba al auto, y espera fuera. Después de unos minutos su amigo se acerca, cruzan unas palabras que no alcanzo a oír y luego sube al auto. 

Pone el auto en marcha y comenzamos a salir del abarrotado centro de Caracas.




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