Alma Salvaje [serie Ice Dagers 6]

Capítulo 1

 

 

 

Se sentó en un rincón, en una esquina de aquella celda, observó por enésima vez las paredes que la acorralaban, la lámpara que pendía del techo iluminaba un espacio casi vacío.

La necesidad de escapar era abrumadora.

Sin embargo, había comprobado que no había ninguna forma de salir de ahí.

Una cama doble se encontraba en el extremo opuesto, cubierta por sábanas rojas y almohadones negros. Era lo único que adornaba ese lúgubre lugar.

Todavía no podía creer que hubiese terminado de esa forma. El animal en su interior rugía de furia, impaciente por liberarse de ese horrible en encierro. Quien fuera que la hubiese puesto ahí pagaría caro su osadía.

Eso antes de darle un buen golpe al puma que dormía en el suelo.

Para empezar, jamás debería haber aceptado su invitación para cenar. Jamás debería haberle hecho caso a Belle.

Pero el puma no tenía la culpa, no sabía cómo, pero algo en su interior se lo confirmaba.

Sean Wells, podría ser engreído, orgulloso y muy insistente, pero no era el tipo que secuestraba mujeres. Y si lo era, hacía un muy mal trabajo presentándose ante ella como un cambiante dormido con olor a droga.

Esto era obra de alguien más.

Giró su cuello y un dolor agudo le pinchó su nuca, tocó la zona con sus dedos y descubrió una fina herida con sangre.

—Pagarán por esto —masculló soportando el dolor que le atravesaba sus sienes cada vez que movía la cabeza.

Se levantó y con un par de zancadas llegó hasta una puerta de metal negra, la golpeó varias veces haciendo un gran estruendo. Pero no se abrió. Luego se dirigió a la puerta blanca en el lado opuesto y repitió su acción. Sin efecto.

Con rabia y frustración, arañó la pared dejando marcas blancas.

Intentó calmarse, pensando en su clan, sus protegidos, aquellas personas por las que vivía. De las que ahora estaba separada. Cerró los ojos inhalando profundo, todos los vínculos estaban intactos y presentes en el interior de su mente. Se aferró a eso, tenía que salir de ahí para regresar con ellos.

De pronto, un quejido llamó su atención.

Sean estaba despertando.

Caminó hacia él, tenía moretones negros en su rostro y un corte en su labio inferior, su cabello, un poco largo, estaba revuelto.

Debajo de esos párpados, sus ojos aparecieron, de un marrón tan profundo que a veces era casi negro. Lo vio tragar con dificultad mientras se quedaba mirando un punto en el vacío de esa celda, lo escuchó quejarse cuando intentó mover su cabeza. 

Se alejó para darle espacio, retrocedió hasta toparse con la fría pared de piedra.

Sean se levantó hasta quedar sentado, apoyándose con sus manos en el suelo. Bajo la luz de la lámpara pudo ver su piel apenas bronceada, y una herida fina en su nuca, con gotas de sangre seca que recorrían su espalda.

—¿D-donde rayos estoy?

Intriga y curiosidad calmaron a la bestia en su interior, pero a la mujer le incomodaba mucho la idea de estar encerrada con el hombre mas desesperante y terco del mundo.

—Encerrado Sean. —Avanzó hasta detenerse frente a él—. Estamos encerrados.

Él alzó la mirada, sus ojos la recorrieron con esa característica minuciosidad, hasta detenerse en sus ojos, era como si un fuego intenso ardiera en ese color oscuro.

—¿Qué es lo último que recuerdas? —ella preguntó manteniendo su mirada a pesar del significado de ese gesto.

Una media sonrisa apareció en su rostro lastimado.

—Una cena maravillosa.

«Aquí vamos de nuevo»

—Deja de decir estupideces, esto es serio.

—He respondido con la verdad —respondió con seriedad—. Lo único que recuerdo es estar en el restaurante cenando contigo.

Ella comenzó a dar vueltas, como animal enjaulado. Quizás eso era en lo que querían convertirla al encerrarla.

—Encontraremos una salida —dijo Sean al lograr sentarse.

—He buscado por todo este maldito lugar y no hay nada, sólo esas dos puertas que no puedo abrir.

Tambaleándose, Sean se puso de pie.

—Tranquila Aria.

—¿Cómo quieres que me tranquilice? —exclamó mirándolo fijo— ¡Estamos encerrados en una maldita celda!

La mirada de Sean no cambió a pesar de sus palabras, mientras que ella estaba empezando a sucumbir a la desesperación. No podía comprender la mentalidad de aquel hombre.

—Saldremos de aquí, no hay razón para desesperarse.

Tranquilo, esos ojos oscuros no reflejaban nada que no fuera una calma irritante.

¿Acaso no estaba preocupado por su clan?

—¿Que clase de alfa eres?

Una sonrisa apareció para aumentar su nivel de frustración, en su rostro herido no había nada de dolor, solo la arrogancia marcada en su expresión, la arrogancia de un hombre que confiaba en su atractivo y lo usaba para salirse con la suya.

—No todos somos estrictos, serios y nerviosos, no todos somos maniáticos del control.




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