ARIA AFIRMÓ sus manos en puños sobre la mesa, la expectación borró todo rastro de angustia, ella miró a Evan a los ojos, el chico seguía con su mirada nerviosa, observando con cuidado y discreción a los demás. Impaciente, ella le hizo un gesto para que continuara, la ansiedad por saber le hacía perder la poca paciencia que tenía.
—Willow los buscará cuando todos estén dormidos —Evan murmuró—. Confíen en mí.
Y dicho eso, se puso de pie y se alejó.
—Bien, algo es algo —Sean terminó de comer su carne.
Se levantó y fue hacia la fogata, Aria vio su figura sombreada por el brillo del fuego. Sean no era el cambiante alfa que cualquiera esperaría ver, no era alto y fuerte, no era orgulloso y egocéntrico, no era prepotente. Sean era tranquilo, usaba la cabeza antes que los músculos. Su estatura le valía las bromas de muchos, su carácter le valía las dudas respecto a su naturaleza. Era diferente, en todos los sentidos.
Pero algo que todas las mujeres reconocían al verlo era su innegable atractivo.
Aria se dirigió a la piscina y ahí lavó su plato, el agua se renovaba todo el tiempo gracias a los filtros, una vez hecho esto lo dejó en la caja que estaba a unos cuantos metros de la fogata.
Sean hablaba con Kyle, los demás estaban hablando entre ellos, quedaban pocos, la mayoría se habían ido a sus celdas.
Evan y sus hermanos estaban sentados más lejos, serios y callados, observaban el fuego arder. Ella quiso ir hacia ellos, pero Willow la detuvo negando con su cabeza.
Sin nada más que hacer y con la ansiedad de saber qué era lo que Evan había descubierto, Aria se dirigió hacia la celda. Se recostó en su lado de la cama y cerró los ojos, recorriendo uno por uno los vínculos en su mente, calmándose un poco al saber que al menos, todos los miembros de su clan estaban vivos.
— ¿Estás despierta? —Sean preguntó.
No supo en qué momento se quedó dormida, con pesar abrió sus ojos y levantó su cabeza para enfocarse en él.
—Ahora sí.
—Ups, lo siento.
Ella bostezo y se sentó en la cama, Sean se sentó en el borde, observándola con esa mirada oscura, intensa como el fuego. Aria quería que se rindiese, que dejara de intentar algo que jamás podría pasar. No sabía si lo que el puma tenía era obsesión o amor, pero fuera lo que fuere, estaba destinado a fracasar.
Ella podría demostrar indiferencia, pero no era un monstruo insensible, ella sentía en lo más profundo de su corazón, todas las emociones que su lado humano podría sentir. Y a pesar de tener una reputación despiadada en contra de los extraños, existían excepciones en las que de verdad podía tener algo de compasión.
Aria no quería que alguien tan fuerte y honesto como Sean saliera herido por su culpa.
—Aria...
—Basta —le interrumpió—. Por favor Sean, ya basta.
Suavizó su voz, de verdad necesitaba que por una vez la escuchara y entendiera.
—No lo entiendes —Sean extendió una de sus manos en la cama y se inclinó—. No puedo detenerme ¿Sabes lo difícil que es estar en un lugar cerrado tan cerca de ti? ¿Sabes lo duro que es oler tu aroma, ver tus ojos y mantenerme alejado?
—No tengo la culpa de que estés obsesionado conmigo.
— ¿Obsesión? —Exclamó confuso—. Esto no es obsesión.
— ¿No? ¿Qué es si no?
Elevó su mirada, sus ojos cambiaron de ese marrón casi negro a un dorado salvaje, como un fuego brillando en él. Aria mantuvo su postura a pesar de que el calor amenazaba con destruir su interior, ella no era inmune a los encantos de Sean, sólo se resistía, con garras y dientes.
Porque sabía que entre ellos dos no había un futuro posible.
Su vida estaba destinada a velar por su clan.
—Amor.
Aquella palabra salió en un susurro de su boca. Algo se movió en ella, su corazón, que veía la sinceridad expresada en una sola palabra.
«Aléjalo» dijo el animal en su interior «O lo haremos pedazos»
—Me he cansado de decirte que no, una y otra vez ¿Por qué nunca escuchas? ¿Por qué actúas como si nada estuviese pasando? Estamos encerrados, lo último que deberías hacer es tratar de llegar a mí.
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Editado: 23.02.2019