Sam aparcó frente a mi apartamento y desde la ventana podía ver las luces de mi habitación encendidas, Lola estaría esperándome. De repente recordé que había salido hacia horas y no sabría de mi desde ese entonces, estaría muy preocupada.
Nuestro pequeño momento había llegado a su fin, me giré para despedirme.
— Espero que hayas pasado una buena noche a pesar de la tormenta— me dijo sin quitar las manos del volante. La noche realmente le sentaba muy bien.
— Si, lo hice, pero todo lo bueno tiene que acabar ¿no?
— No tiene por qué ser la última vez Emma— agregó mirándome a los ojos, los nervios me invadieron nuevamente.
— ¿Te veo el jueves? ¿En la clase? — evadí su respuesta todavía avergonzada.
— No llegues tarde esta vez— me sonrió.
— No hagas que llegue tarde.
— Será una clase interesante.
— Eso espero.
Sin pensarlo demasiado me acerqué a él y besé su mejilla fugazmente. No sabía si había cruzado los límites, o tal vez no, no lograba decidirme, solo sabía lo feliz que me había sentido al hacerlo. Lo próximo que supe es que había bajado del auto sin poder mirar atrás, ¿había estado mal? ¿Por qué no había dicho nada más?
Caminé lo más rápido que pude hasta el edificio y salude al hombre que se encargaba de cuidarlo como siempre hacía, junté valor y miré hacia su auto. Sam me miró sonriendo haciendo un gesto de saludo con su mano, pensé que tal vez no había tomado mal mi atrevimiento y me arrepentí de no haberme atrevido a más. La mirada de Sam se alejó de mí por un momento y miró atónito al hombre que había saludado hacía unos segundos, su rostro se transformó por completo quizás se conocían, quizás el hombre sabía que Sam era un profesor. Me despedí con mi mano y subí a mi habitación intentando no pensarlo demasiado.
Mientras lo hacía me preparé mentalmente para el interrogatorio decidiendo que tanto le contaría a Lola, al abrir la puerta ella y Alex me miraban divertidos, una simple inspección en la habitación me sirvió para saber que habían estado mirando películas y comiendo pizza toda la noche.
— ¡Te mataría por dejarme sola y preocupada de no ser porque has bajado de ese auto! — gritó Lola—. Dime ¿quién es el afortunado? — preguntó acomodándose en un almohadón esperando toda la historia. Suspiré, disfruté la calma durante un minuto antes de contarle a mis amigos lo que había sido de mí esa noche.
—No hagas un escándalo—advertí.
—¿Cuándo he hecho yo un escándalo? —preguntó ofendida. Alex y yo la miramos incrédulos.
—Es una pregunta retórica, ¿No? —dijo Alex riendo.
—¡Ya basta! Cuéntanos.
— Sam Dagger— admití finalmente. Sus miradas se cruzaron, escépticos. Alex hizo un ademán de atragantarse con una porción de pizza lo que logró que suelte una risa y Lola estaba impaciente por escuchar toda la historia.
—¡¿Sam Dagger?! ¿ÉL Sam Dagger, el profesor Dagger? — gritó Lola haciendo un escándalo.
—¡Shh! ¿Quieres que se entere todo el edificio? ¿Por qué no pones un cartel en la puerta?
—¡Deberíamos! — dijo Alex soltando su porción de pizza.
—Ya nos cuentas todo— pidió Lola emocionada. Y eso hice.
Les conté lo sucedido y la conversación continuó hasta altas horas de la madrugada para luego retomar la maratón de películas que habían organizado, fue sin dudas una noche para atesorar. A pesar del cansancio recordaba cada detalle de nuestro encuentro y al mirar la palma de mi mano toqué la cicatriz como lo había hecho Sam hacia unas horas, eso me hizo sentir más cerca suyo.
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Editado: 14.07.2019