—Es perfecto Sam, creo que es demasiado, nadie ha hecho algo tan lindo por mí— respondí —. En cierta manera no estoy segura de merecer tanto.
—Lo mereces, lo supe desde el primer momento en que te vi a los ojos en ese estacionamiento— era perfecto, algo en mi interior quería confesarle los sueños que tenía donde él aparecía, pero a la vez temía que si lo hacía todo se derrumbaría de un momento a otro.
—Esto es demasiado— comenté poniendo atención en cada detalle de aquel lugar.
—No es nada.
—Debería haberme vestido formal—susurré.
—Estás preciosa, podrías traer sólo mi camiseta si quisieras.
—Me gusta mucho esa camiseta—comenté mientras Sam me servía una copa.
—Y no sientes lo mismo por los pantalones.
—¡No podría ponerme esos pantalones! — dije riendo.
—Podrías.
—Claro que no.
—¿Te han dicho que eres testaruda? — sus ojos conectaron con los míos y nada podía romper esa conexión.
—¿Que si me lo han dicho? Muchísimas veces, pero no creo que lo sea.
—Me imaginaba que no lo crees, porque eres testaruda.
—No lo soy, solo tengo mi propia forma de ver las cosas
—Lo sé y me encanta eso de ti
—¿Sí?
—Es mas divertido hablar contigo y esperar a que algún día me des la razón.
—y sabes que eso no pasará— reí.
—Se que no pasará— tomó mi mano. — Eso me encanta de ti.
Las sorpresas nunca acababan a su lado, y cuando la cena estaba terminando lo hizo de nuevo.
—¿Bailas? — preguntó extendiendo su mano hacía mí.
—Pero si no hay nadie más bailando Sam, ni siquiera hay música— exclamé.
—La pondrán cuando empecemos a bailar— señaló sonriendo.
—¿Estás loco? — dije riendo.
—Probablemente lo esté y es todo culpa tuya— tomó mi mano y me dirigió al centro de aquella terraza decorada delicadamente con luces y velas. Tenía razón, la música comenzó a sonar, tal vez había otras personas alrededor, pero en ese momento girando cerca de su cuerpo nada más importaba. El ritmo de la música se tornó mas movido y me acobardó, pero Sam no me dejaba caer, reíamos bailando como si lo hubiéramos hecho toda una vida.
—De verdad estás loco— reí.
—No debe importarte lo que piensen de ti, solo debes preocuparte por ser feliz.
—Me siento feliz ahora.
—No creo que puedas sentirte más feliz que yo en este momento— exclamó y me dio un beso en la frente.
—¿Por qué no? Claro que sí, todo cerca de ti es increíble.
—Desearía que no sea tan increíble, solo desearía tener estos momentos junto a ti.
—Odio que hagas eso— dije finalmente.
—¿Hacer qué? — continuábamos bailando.
—Hablar conmigo como si hubiera cosas que no me estas contando, siento que no estoy en la conversación.
—Lo siento Em, no me di cuenta de que lo hacía.
—No lo hagas, yo también quiero saber todo de ti.
—¿Qué desea saber princesa? — habló a mi oído y dejo caer un dulce beso en mi mejilla, todo mi cuerpo se paralizó.
—¡No me distraigas! — sonreí y lo alejé, pero no lo suficiente para desperdiciar nuestra cercanía.
—¿Qué quieres saber? — dijo mirándome a los ojos.
—¿Cuál es tu color favorito?
—¿Eso es todo lo que se te ocurre? — se rio de mí.
—Contesta Sam.
—El azul de tus ojos siempre fue mi color favorito.
—¿No puedes evitarlo no?
—¿Evitar que? — rio girándome.
—Ser un galán todo el tiempo, estamos teniendo una conversación seria.
—Y no dije más que la verdad.
—Claro que sí Sam.
—¿Algo más?
—Me dijiste que tenías problemas con tu familia— hice una pausa mirándolo a los ojos, de verdad me preocupaba que esté solo—. ¿has hablado con tu padre últimamente?
—Cada noche desde el día en que te conocí— dijo mirando hacia un lado.
—¿Es cierto? Me alegra mucho Sam, mereces estar con tu familia.
—Es complicado Em, algún día te explicaré.
—Lo haces de nuevo.
—No quiero arruinar mi momento de felicidad, soy muy egoísta— contestó.
—¿Cuánto tiempo te quedarás como profesor?
—Unos meses, luego de eso me quedaré todo el tiempo que me quieras a tu lado.
—No sabes eso aún, no puedes prometerlo.
—Lo prometo Emma, me quedaré todo el tiempo que me quieras a tu lado— dijo mirándome a los ojos y no pude evitar derretirme ante su respuesta, no tenía otra manera de contestar a eso. En ese momento desea que no se fuera nunca, porque me destrozaría si lo hiciera, ponía mi corazón en sus manos y era la primera vez que le daba tanto poder sobre mí a otra persona. Me puse de puntitas de pies intentando alcanzar sus labios y por primera vez en la noche nos besamos dulcemente. No había nadie más alrededor cuando sus labios se encontraban con los míos, solo nosotros y mi corazón que amenazaba con detenerse a cada instante.
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Editado: 14.07.2019