Almas antiguas

Capítulo 6: La playa

Los momentos que pasamos juntos siempre fueron pequeños destellos de alegría robados al universo. A veces el amor no aparece en el lugar indicado o en el momento preciso, el simplemente llega a nuestras vidas para cambiarlas para siempre sin perdimos permiso, nos elije y nos condena.

Amor. Creo que nunca había pensado en el significado de aquella palabra, hasta que llegó Sam a darle sentido cada día.

Y a medida que mis sentimientos por Sam crecían los sueños en los que aparecía se volvían vividos y perturbadores, como si estar a su lado hacía que aquello empeore.

Me encontraba envuelta en un sentimiento de paz que anhelaba siempre que estaba lejos de él y no deseaba interrumpir ese momento.

Sam aclaró su garganta ruidosamente para sacarme de mi profundo sueño con disimulo. Abrí mis ojos y reconocí su apartamento. Mis brazos aun rodeaban su torso desnudo y mi cabeza yacía sobre su pecho.

—¿Qué pasó? —pregunté entre dormida. Él sonrió.

—Te quedaste dormida—contestó acomodando mechones de mi cabello.

Me incorporé en la cama lentamente y no pude evitar observar su cuerpo. ¿En que momento ese hombre tenía tiempo para trabajar esos abdominales? Estaba completamente segura de que debería ser ilegal verlo sin camiseta.

—Sam… Nosotros—hice una pausa incómodamente—¿Nosotros…? ¿Acaso…? Ya sabes, no es que me moleste, pero me gustaría recordarlo.

El comenzó a reír y me derritió con su sonrisa divina.

—No Emma, derramaste vino en mi camisa anoche—respondió señalando las pruebas al otro lado de la habitación.

—Ya recuerdo. Y ni siquiera terminamos de ver la película, estoy un poco desilusionada de mí.

—¿Y eso por qué?

—No supe aprovecharme de ti—admití sonriendo.

—Puedo solucionar eso— murmuró en mi oído depositando suaves besos en mi cuello hasta llegar a mis labios. Su respiración acariciaba la piel de mi rostro y mi corazón palpitaba con un ritmo acelerado. La simple idea de separarme de él en ese momento me enloquecía, y sabía que deseaba estar tan cerca a él como fuera posible.

Nuestras manos danzaban por los cuerpos de cada uno y los besos se cargaban de pasión, pero sé que Sam lo iba a detener de un momento a otro, siempre lo hacía. En cualquier momento. Pensé aprovechando al máximo para devorar sus labios. Lentamente bajó la cremallera de mi vestido y hundió su rostro en mi cuello. Sabía que no se atrevería a llegar tan lejos. ¿Acaso no me deseaba tanto como yo a él? Eso tendría sentido.

—Emma… es tarde.

—No creo que sea tan tarde…—contesté y miré mi teléfono—¡Sam es muy tarde!

—Tenemos una clase muy importante para ti hoy.

—Preferiría tomar la clase aquí—jugué con él en venganza.

—Emma…

—¿Podrías subir la cremallera de mi vestido? —pedí parándome frente a él dejándolo ver mi espalda desnuda y el comienzo de mi ropa interior.

—No deberías tentar a tu suerte.

—Esa es mi elección—dije volteándome y dando un beso en sus labios.

 

Nuestras miradas se cruzaban en la clase y no podía evitar sonreírle cuándo lo encontraba viéndome.

—No sería un gran escándalo—murmuró Lola cuando nos dirigíamos a la cafetería.

—Todo el mundo hablaría de eso.

—Ni siquiera es ilegal, ambos son mayores.

—Pero es —miré a ambos lados— ya sabes, el profesor— dije por lo bajo.

—No me lo digas a mí, no soy yo la que no durmió en su cama anoche—rió.

—¡Esas sí que son nuevas noticias! —exclamó Alex sentándose junto a mí.

—¡Ay! cállate.

—¿Qué haremos este fin de semana?

—No lo he pensado Alex—contestó Lola como si eso fuera obvio.

—¿Será porque es lunes?

—Necesito tener total control de mi vida—bromeó él.

—¿Qué planeas?

—Pensábamos hacer una fiesta en nuestro apartamento.

—Suena divertido, ¿no Emma?

—Eh, sí claro. Iremos.

—No entiendo como puedes planear el próximo fin de semana cuándo aún no superas la resaca del sábado­­— lo acusó Lola.

—Eso no es del todo cierto.

—En fin, Clara me dijo que le parecías lindo—dijo ella.

—No estoy interesado.

—¿Por qué no? Es muy bonita.

—Me gusta alguien más—contestó dirigiéndose a ella.

—Nuestro Alex se ha enamorado.

Lo abracé intentado aliviar la tensión que noté en el aire.

—Espero no acabar poniendo los ojitos que le ponías hoy a Dagger—dijo y comenzó a reír.

—¡Eso no es cierto!




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