La habitación de mi padre se encontraba vacía, de alguna forma había encontrado la posición para quedarme dormida sosteniendo su mano mientras rogaba que ocurra un milagro luego de la visita de su médico la noche anterior, en donde nos dejó claro que esperaban un milagro para que su salud se estabilice, dos semana completa habían pasado desde aquella horrible noche, no había encontrado la fuerza para hablar con mi madre sobre la confesión del reverendo que hacía visitas todos los días y me había vuelto una experta en evitar ese tema. Sam había estado acompañándome en todo momento, muy pocas veces se iba cuándo tenía clases y luego volvía directo hasta acá, mi madre había insistido en que no deje de asistir a las clases por que perdería el semestre, pero yo no podría simplemente sentarme en una clase sabiendo que la vida de mi padre pendía de un hilo.
El parecía dormido, sus heridas superficiales estaban sanando con el tiempo, pero el resto seguía sin mostrar mejoras y mis esperanzas morían un poquito cada día. Sam no se encontraba en la habitación, supuse que tal vez ya se habría ido a la universidad y me dirigí a la cafetería a comprar un café para mi madre que llegaría en cualquier momento.
Antes de doblar en el pasillo del hospital oí su voz y me detuve, hablaba con alguien mas y algo me dijo que no siga caminando.
—¿Qué haces todavía aquí? — escuché decir a Sam con voz cruda, como si estuviera realmente molesto. Me acerqué a la pared para escuchar la conversación.
—La pregunta es que haces tú aquí, se supone que no deberías acercarte a ella. Son tiempos peligrosos Samuel y lo sabes— dijo… ¿el reverendo Byrne? No reconocía por completo su voz pero estaba casi segura de que era el con quien Sam hablaba.
—¿Y que podría hacer? La encontré, y no pude dejarla ir— contestó Sam.
—Es lo más egoísta que he escuchado.
—Intenté no serlo.
—No me importa lo que hayas intentado, es un peligro, estas poniéndola en peligro a ella y a toda su familia— recriminó el reverendo. ¿Acaso hablaban de mí?, necesita preguntar, ¿Por qué Sam me pondría en peligro?
—Intento protegerla John.
—Ni siquiera sabes de quién o de qué debes protegerla, no sabes quién causó esto.
—No sabemos si fueron ellos— alcancé a oír a Sam en un tono bajo. ¿Sam sabía quien causo el accidente de mi padre y me lo ocultaba?
—No serias tan iluso de creer que es un hecho aislado.
—No lo sabemos.
—Si ellos saben que ella está aquí de nuevo vendrán.
—No lo permitiré.
—¿Cómo lo hiciste la última vez? Conozco la historia Samuel. No sabemos que lado causo esto, pero si alguno lo sabe no tardará en enterarse el otro y esto será una guerra donde ella no será más que daño colateral.
—No uses mis palabras contra mí— la voz de Sam parecía mas gruesa de lo normal. Me sentía completamente perdida en la conversación que estaban teniendo, necesitaba saber de qué se trataba todo esto, ¿alguien deseaba lastimar a mi padre y Sam tenía algo que ver con eso?
—No seas imbécil, no criamos a esa niña para que la destruyas.
—¿Por qué me destruiría? ¿Por qué Sam me pone en peligro y como saben quién causó el accidente de mi padre? — Irrumpí en la conversación y pude ver la sorpresa en sus rostros.
Sam se acercó e intentó tomar mi mano y lo solté.
—Quiero una respuesta, quiero saber ya de que están hablando, Porque siento todo el tiempo que sé la mitad de la historia, pero esto ahora se está metiendo con mi familia ¿Quién eres Sam? —exigí intentando no perder el control.
—Emma, yo...— un repentino sonido de alarma detuvo sus palabras y algunas enfermas comenzaron a correr.
—¡Necesito un carro de paradas para la habitación 111 ahora mismo! — gritó una al pasar.
Habitación 111. Ahí se encontraba mi padre, tan pronto como pude procesar esa información corrí hacia él. No lograba verlo, varios médicos y enfermeros lo rodeaban. Pude reconocer el sonido, el desfibrilador y supe que ese era el último momento para rogarle a Dios que me devuelva a mi padre. Y eso hice, prometí hacer lo que me pida, ser lo que me pida, entregar hasta mi vida a cambio de la suya. Sam me sostenía por los hombros por que sabía que entraría corriendo en esa habitación y me aferraría a él.
Sabía que mi padre aún estaba ahí, y sufría con cada descarga sobre su cuerpo, parte de mí quería abrazarlo y que dejen de hacerle daño. Parte de mí quería que vuelva.
El sonido de la habitación se hacía cada vez más lejano en mi cabeza en la que solo se oían mis plegarias, era ajena a las palabras de los médicos, a los equipos y a las corridas. Perdía las esperanzas a cada minuto.
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Editado: 14.07.2019