La música se detuvo y la atención de todos se posó en la pelea entre ellos.
—¿Es el profesor Dagger? — exclamó Jess atónita. Me encontraba en el medio y podía ver a muchos murmurar.
—¡Ya basta los dos! —grité.
—No quieres hacer esto aquí Sam—se llevó la mano a la boca para limpiarse una gota de sangre.
—Sé dónde buscarte—contestó furioso colocándose adelante mío.
Caleb tomó su chaqueta y empujó algunas mesas antes de salir.
—Te llevaré a casa—dijo Sam señalándome la salida, miré a Lola y le pedí perdón con un gesto esperando que mi partida logre calmar a todos.
—No tenías que hacer eso— reclamé mientras caminábamos volviendo a hablarle después de tanto tiempo.
—¿y que se supone que hiciera? —contestó molesto. No contesté, debía controlar mis palabras, pero el alcohol que había bebido no me estaba ayudando.
—¿Qué hacías ahí de todos modos?
—Eso no es lo importante.
—Aquí vamos de nuevo, nunca me dices nada.
—Emma por favor.
—¿Por favor qué? Puedes irte, sé regresar sola—exclamé.
—¿Irás caminando sola hasta tu apartamento?
Me paré frente a él.
—¿Y eso a ti que te importa? Hace meses que no apareces en mi vida, no puedes venir y entrometerte en ella.
—Déjame acompañarte—pidió mirando hacia abajo.
—No quiero verte, volveré sola—dije y me quité los zapatos antes de que estos me hicieran tropezar.
—¿Y ahora que estás haciendo?
—¡Déjame en paz Sam! —grité y aceleré el paso con los zapatos en mí mano.
Mis pies se elevaron del suelo y sentí ganas de vomitar, sólo podía ver el piso y como me alejaba de la calle del bar.
—¿Qué haces? ¡Bájame! —grité.
—No pienso dejarte sola—sentenció mientras me cargaba.
—Ya lo has hecho—exclamé. No volvimos a hablar, como si no pesara nada para él me cargó hasta mi apartamento con mis piernas en su hombro y sentía como si todo lo que había bebido estaría en mi cabeza.
Cuando llegamos me bajó en la puerta y me sentí a punto de desmayarme, busqué mis llaves por demasiado tiempo y entramos juntos, su mirada estaba clavada en la mía.
—¿Por qué volviste? —pregunté en voz baja.
—Quiero que hablemos, pero no contigo en este estado—susurró colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—Me vas a volver loca—dije vencida apoyando mi cabeza en su pecho.
—¿y tú? ¿ibas a volverte con ese tipo? —preguntó molesto.
—Desde el momento en que me dejaste eso ya no te incumbe—contesté dolida.
—No es tan simple—comentó en voz baja.
—Ese es tu problema, nada es simple y no me cuentas nada, me dejas y luego desapareces, ¿Quieres que me quede esperándote toda una vida? —exclamé.
—¡A decir verdad, sí, yo te esperaría cientos de vidas! —dijo enojado.
—¡Bueno perdona por no ser tan perfecta! —grité—¡Me dejaste Sam! No voy a quedarme llorando por ti por los rincones, ¡eso hago haces meses! —una lagrima se derramó por mi mejilla.
—No quiero eso para ti.
—¿Y entonces qué? ¿Qué quieres? —empujé su pecho— ¡Dime que quieres porque ya no tolero estar aquí adivinando y esperando que vuelvas! —grité.
—Te quiero a ti— antes de que pueda terminar sus palabras me abalancé a sus brazos en contra de todas las promesas que me había hecho a mi misma, deseaba poder culpar al alcohol y no a mi débil fuerza de voluntad, Sam no correspondió el beso al principio, pero sí me sostenía en sus brazos con fuerza para no dejarme caer, golpee su pecho y entendió mi necesidad. Sus besos se tornaron feroces y comencé a quitar mi vestido.
—Emma ¿Qué haces? —dijo observándome parada frente a él en mi ropa interior.
—Por favor Sam, por favor—rogué besándolo. Me tomó en sus brazos y nos metió en la ducha.
—¿Qué haces? —pregunté por el susto.
—Estas muy ebria—se lamentó.
—¡No lo estoy Sam!
—De otra forma no estarías pidiendo eso en este momento—corrió el pelo mojado de mi cara.
—Sí lo haría— me alejé — porque esa es la diferencia entre nosotros, tú me quieres a mí, pero yo te amo.
—Lo siento Emma— se alejó aún más de mí.
—Sam—rogué.
—Intenta cuidarte mucho.
Durante horas me senté allí escuchando el agua caer y recordando sus últimas palabras.
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Editado: 14.07.2019