Almas antiguas

Capítulo 12: Vorágine

Y yo pronuncié las palabras que desatarían la tempestad.

—¿Qué eres Sam?

—Soy un ángel caído.

Él articuló aquellas palabras lentamente, cómo si al decirlas yo pudiese desvanecerme y perderme para siempre. Mi corazón se aceleró en respuesta, intenté sostener su mirada que ahora entendía sombría, pero supe que no podía hacerlo. Todo lo que debía hacer era alejarme de él.

Sam me tomó con demasiada fuerza de la mano cuando intenté girarme y me arrastró hasta él.

—Emma, por favor—rogó abatido.

—Estoy cansada de esto Sam, estoy cansada de las mentiras y de los secretos que te rodean.

—Por primera vez te estoy diciendo toda la verdad.

—¡Necesito una verdad que tenga sentido, Sam!

—Sabes que es cierto, sé que lo sabes—dijo despacio acercándose a mí rostro, buscando en mis ojos alguna respuesta.

—¡¿Qué estás diciendo?! — exclamé—¿Sabes lo que ha sido para mí estar en ese lugar sintiendo a cada momento que yo debería estar en ese cajón?

—Emma, no digas eso.

—¡Si! Sé que yo debía estar ahí, pero no sé por qué. Entiendo que te buscan, y que por alguna razón intentan hacerme daño, pero no puedes venir aquí después de todo lo que he sufrido estos días y darme la respuesta más estúpida del mundo—solté su mano.

Sólo deseaba correr y con todo el dolor que mi corazón podía sentir deseaba no haberlo conocido.

—¿Recuerdas tus sueños? —preguntó.

—Estoy volviéndome loca— gruñí.

—No estás volviéndote loca, todo sucedió.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté tomando mi cabeza.

Él no contestó y supe que debía alejarme, pero antes de que pudiera hacerlo Sam me envolvió en un abrazo y mis ojos se nublaron para luego cegarse en una luz incandescente. El aire fresco acarició mi rostro. La tormenta había desaparecido por completo, sentí la calidez de su abrazo mezclarse con la calidez que el sol le regalaba a mi cuerpo. Mis ojos se acostumbraron a la luz y di dos pasos hacia atrás sin poder creer lo que veían.

La colina se alzaba bajo mis pies y detrás de ésta un bello prado parecía detenido en el tiempo. Era un lugar donde ya había estado antes, tal vez con mucha más vegetación, pero había estado ahí.

En mis sueños.

Alcé la mirada hacia él en busca de respuestas.

—¿Conoces este lugar?

—¿Qué está pasando Sam? —pregunté sintiendo miedo en cada célula de mi cuerpo.

—Soy un ángel caído, de verdad lo siento.

—Eso no es algo que simplemente puedes soltarle a una persona—comenté atónita. —¿Estoy volviéndome loca?

—Viste este lugar en tus sueños, ¿No es así?

—Si— dudé.

Sam se alejó, pero no lo suficiente, cómo si intentase estar preparado en caso de que me desplome. Y yo sentía que estaba muy cerca de eso. ¿Cómo podía ser cierto? Intentaba no ser completamente escéptica, a la vez que intentaba encontrar otra explicación para haber aparecido de un momento a otro en ese lugar.

Ángeles. ¿Podría realmente creer en eso?

—Emma, no estoy mintiéndote.

—¿Puedes leer mis pensamientos? —indagué rápidamente, aún sin creerme lo que sucedía.

Sam soltó una risa que denotaba un poco de tristeza y negó con la cabeza.

—¿Me crees?

—Aún intento buscar una respuesta que tenga algo de sentido.

—¿De qué otra forma podríamos llegar aquí en segundos?

—Esto es una locura— me estremecí.

—Pero es cierto, y necesito contarte toda la verdad.

—¿Por qué estás conmigo Sam? —indagué.

—Porque te amo, desde el momento en que te vi a los ojos aquel día supe que todo lo que debía hacer era alejarme de ti, pero no podría hacer eso.

—Si eras un ángel ¿por qué has caído?

—Porque los traicioné a todos, traicioné a mi padre y cometí el peor de los pecados.

—¿Y por qué harías una cosa así? —musité, él bajó su mirada cómo si yo pudiese juzgarlo.

—Por la misma razón que justifica todas las locuras, milagros y catástrofes en este mundo de ustedes. Por amor.

Recordé aquellos sueños donde podía verlo llorar sosteniendo a esa mujer y una horrible sensación me invadió.

—La amabas.

—La he amado cada día de mi vacía existencia, por más de un siglo, la he buscado en cada rostro sabiendo que jamás volvería a encontrarla y sin poder traerla de nuevo conmigo.

Las palabras de Sam me golpearon, esa clase de amor que él sentía no se comparaba al que tendría conmigo. Los celos provocaron un nudo en mi estómago a pesar de que aún dudaba de su historia.




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