Almas antiguas

Capítulo 12: Vorágine. Parte 2

—No hay forma de pararlos si lo descubrieron—dijo una mujer de cabello colorado que me recordó a Lola y rogué para mis adentros que ella se recupere de las heridas, si yo no lograba salir viva de esto deseaba que al menos ella si lo hiciera.

—No vine aquí a pedir consejos— gritó Sam y su voz resonó en cada rincón, intenté mantenerme firme.

—Sé que ellos se están preparando— dijo Gael.

—¿Quiénes? —pregunté sin pensarlo presa del miedo y me arrepentí cuando todos me observaron con miradas acusadoras.

—¿Acaso no lo sabe? —indagó una muchacha abriéndose paso en la multitud, sus cabellos castaños estaban llenos de bellos bucles y poseía unos ojos casi tan verdes como Sam.

—No tuvimos tiempo suficiente Mady—respondió Sam, ella se mostró en desacuerdo.

—Vendrán por ti Emma, ángeles y demonios a la par que por distintas razones necesitan eliminarte. La guerra se desatará tanto en el cielo como en la tierra y todos debemos saber de qué lado estamos— presagió un hombre colocándose junto a nosotros, el primero en dirigirse a mí. Me estremecí. ¿Por qué razón ángeles y demonios se disputarían mi vida? Yo sólo era una muchacha normal, que ni siquiera había cometido suficientes errores en su vida para su edad, y ahora estaba metida dentro de una guerra con seres de los cuales hasta hacía un día dudaba de su existencia.

—Sólo pido que no interfieran, y los que estén con nosotros serán llamados cuándo todo comience—habló Sam con firmeza y muchos asintieron. La sala comenzó a despejarse, cómo si todos supieran que la peculiar reunión había acabado sin que nadie lo diga en voz alta, y sólo unos pocos se quedaron junto a nosotros. La mujer rubia, Anael, me observaba con desdén desde lejos, Gael y el hombre de tez morocha se acercaron a Sam. Pude ver a la muchacha a la que Sam llamó Mady que se alejó, pero no abandonó la habitación, la expresión en su rostro me daba la impresión que el simple hecho de estar cerca de mí le causaba repulsión. Algunos más se acercaron y el hombre que parecía mayor que ellos se acercó a mí.

—Siento que mis hermanos no sepan comportarse— se disculpó.

—Siento estar causándoles problemas— solté— aunque aún no sé qué he hecho—admití con una mirada acusadora a Sam. Entendía que no había tenido ocasión de explicarme lo que sucedía, pero no podía evitar estar molesta.

—No has hecho nada Emma—me tranquilizó Sam acercándome a él.

—Todo lo que tenías que hacer era alejarte de ella— acusó Anael.

—Puedes irte cuándo lo desees—la invitó Sam en un tono poco cortés.

—¿Has estado ahí fuera? Esto no se trata sólo de una humana Samuel, está empezando— rugió ella. Sólo una simple humana, un número más en los millones de habitantes de la tierra no había razón para que alguno de ellos se molestase en defenderme si fuera necesario.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté y me miró de reojo, no me quedaría callada si de todas formas ya había ganado su desprecio.

—Fue así la última vez, todos vendrán—respondió Gael.

—¿Cuándo? — indagué, Sam me tomó de la mano.

—No podemos saberlo, pero tienes que estar preparada— dijo una muchacha que aparentaba tener la misma edad que yo, tenía mi estatura, pero se mostraba sumamente fuerte y delicada con su cabello lacio y rubio que llegaba hasta su cintura.

—Tengo que aprender a defenderme—solté pensando en voz alta.

—¿Quieres entrenar? —dijo ella sonriendo y mirando hacia el hombre de traje, esperando su aprobación.

—Sí, tengo que hacerlo.

—¿Sam? —pidió el hombre.

—Es mi decisión, no la de Sam.

—Es peligroso Emma, Marcus, no puedo dejar que haga eso— intentó explicar.

—Pero ella quiere hacerlo— protestó la muchacha.

—Blair—la reprendió Marcus y ella dio un paso hacia atrás.

—Necesito hacerlo Sam.

—No serviría de nada si quisieran matarte—admitió mirándome a los ojos.

—No puedo hacer otra cosa, es eso o entregarme y que todo esto termine.

—Me parece sensato— aprobó Anael caminando hacia el centro de la sala. Me sorprendí al escucharla.

—Gracias—dudé.

—Me parece sensato que te entregues—decretó luego de un minuto, cómo si realmente hubiese sopesado las opciones.

—¡Ana no te metas en esto! —gritó Sam furioso adoptando una pose defensiva ante mí.

—Todos estamos metidos en esto porque no puedes evitar ser un idiota Samuel—contestó ella.

—Sam, lo entiendo—dije tomándolo de la mano esperando que se tranquilice.

—¿Cuándo empezamos? —preguntó con entusiasmo Blair cómo si la violencia que se sentía en el ambiente no le molestase en lo absoluto.




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