Las agrietadas paredes de la habitación se me hacían inmensas, cumpliendo la tarea de hacerse sentir aún más pequeña. En una esquina se alzaba un antiguo mueble de madera cubierto de polvo y justo a un lado las grandes puertas eran el foco de todos mis temores. Justo por debajo de estas podía ver a las sombras moverse de aquí para allá, tan expectantes como yo al otro lado. Desde mi lugar en aquella gran cama, sentada tímidamente a los pies de ésta observaba atenta los pocos movimientos en el pasillo que las sombras me permitían intuir, por momentos prefería mirar hacia la ventana a la espera de que Sam apareciera para decirme que todo era confusión y que, de alguna extraña e inexplicable manera, todo se había solucionado. Aunque no era tan ingenua para pensar que eso pasaría.
La inmensa habitación me daba una extraña sensación de familiaridad, a pesar de que estaba completamente segura de no haberla visto en toda mi vida, ni siquiera en mis sueños. Me sentía completamente aislada allí y en algún momento de esa dura noche luego de que Sam deba partir, la batería de mi celular había muerto justo cuando intentaba comunicarme con Lola y lo había arrojado hacía la otra punta de la habitación estrellándolo contra una pared.
Me coloqué una cazadora que encontré en la pila de ropa y me subí la cremallera casi hasta el mentón, como si eso pudiese hacerme sentir protegida, y pensé que en algún momento debería atravesar esas puertas a menos que el plan fuera morir de frío dentro de aquellas cuatro paredes de piedra añeja.
—Te estoy diciendo que ya deberíamos entrar ahí y ver si sigue respirando— oí la voz de un chico, susurrando al otro lado de las puertas.
—La muchacha necesita descansar Harvey, no debemos molestarla—respondía en un susurro alguien más, creí identificar su voz como la de Blair, quién me había apoyado en aprender algo de defensa la noche anterior, me alegré de que fuera ella quien estaba tras esas puertas y no Anael, a pesar de la confianza que parecía tenerle Sam.
—Quizás tiene demasiado miedo para salir—murmuraba el chico luego de reflexionar unos minutos. Sonreí nerviosamente. Miedo no comenzaba a describir todo lo que sentía.
—Ya, supongo que yo también lo tendría si de un día para el otro el cielo y el infierno deciden dejar de lado sus diferencias y matarme.
—Intenta no mencionarlo cuando salga de ahí—reprendió él.
—¿Qué se supone que están haciendo ahí parados? Entren a buscarla a menos que su plan sea que muera de hambre—gritó una muchacha con determinación y las puertas se abrieron de par en par.
Blair se encontraba con sus jeans rotos como si hubiera estado peleando recientemente, pero sus cabellos eran perfectos al igual que sus facciones, a su lado el chico llamado Harvey sostenía una bandeja para mí. Él era un poco más alto que ella, tenía el cabello negro como el mío y sus ojos eran de un amable color miel.
—Buenos días—dijo él sonriente y Blair le dirigió una mirada cargada de sorpresa para luego negar con la cabeza.
—Pensamos que quizás deseabas comer algo antes de tener una clase—habló ella de forma amable regalándome una sonrisa un poco forzada.
—Se los agradezco, pero no quiero causar tantas molestias—comenté a ambos mientras que el chico colocaba la bandeja frente a mí, observé los huevos revueltos a un punto medio poco agradable y dos tostadas para luego sonreírle en agradecimiento.
—Nuestro trabajo ahora es cuidarte—sentenció Blair empujando suavemente con su pie mi celular.
—Ya veo, lo siento mucho entonces—murmuré intentando comenzar a comer un poco. Ciertamente moría de hambre.
—No te disculpes—dijo él mirando con desaprobación a Blair.
—Puedo preguntar…—hice una pausa cuando ambos me miraron fijamente. — ¿Ustedes son ángeles? —musité. Blair sonrió casi complacida.
—Ya quisiera éste— exclamó señalando a Harvey y comenzó a reír.
—Blair creo que de verdad lo está preguntando—dijo él, ofendido.
—Oh lo siento, somos nefilims— contestó.
—Sam me explicó que son medio humanos, ¿son jóvenes entonces? —pregunté para continuar la conversación, lo que en realidad deseaba saber era si ellos deseaban matarme.
—Tengo cientos de años, y Blair me aniquilaría si te dijera su edad—respondió Harvey y me hizo un gesto intentando decir que ella también los tenía lo que me robó una sonrisa—dejamos de envejecer cuando abandonamos nuestra naturaleza humana.
—Nos volvemos más fuertes y algunos ángeles comienzan a intentar matarnos, casi como a ti— dijo ella.
—No te preocupes, nosotros no sacamos ningún beneficio de tu muerte—comentó Harvey intentando aliviar mis nervios, lo cual no tuvo ese efecto.
—Aún nadie me ha explicado porque desean matarme—me quejé.
—Haremos eso más tarde entonces, ahora mismo deberíamos ir al patio de armas para comenzar— dijo ella invitándonos a salir de la habitación.
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Editado: 14.07.2019