—He vivido entre los hombres por miles de años desde que caí, he visto las atrocidades que pueden provocar sin intervención alguna de los demonios, he visto la maldad y la destrucción que llevan dentro, mi padre no me escuchó cuando le advertí que no todo era obra de a quienes ustedes gustan llamar el diablo y no creo que encerrarlo sea la solución.
Sus palabras causaron un nudo en mi garganta y los dos más jóvenes a su lado dieron un paso atrás observando mi reacción. De eso se trataba, por alguna razón mi muerte estaba relacionada con encerrar al diablo. Cientos de preguntas inundaron mi mente y se pudieron leer en mi rostro, el antiguo ángel caído continuó con sus palabras.
—Mi padre no ve lo que él ha creado, mi experiencia me revela que el balance entre el bien y el mal no es algo que debamos controlar cerrando las puertas del infierno. El balance debe estar en ustedes, sus hijos predilectos, en ustedes mismos. He visto el amor que son capaces de sentir y muchos de nosotros no fuimos capaces de conocerlo, no son perfectos, nuestro padre debe dejarlos lidiar con las fuerzas de este mundo.
—No quieres cerrar las puertas del infierno—concluí mirándolo fijamente.
—Es complicado—dijo Marcus, Harvey miró fijamente al suelo.
—Tienes a alguien dentro—concluí y supe de inmediato que no debía hacer esa suposición en voz alta al ver sus rostros.
—Toma tu espada y deja de hablar—mandó Blair rompiendo con la tensión del ambiente y eso hice.
El choque de las espadas, aunque lento, retumbaba en mi cabeza y en los puntos de mi brazo que me había dejado aquel incendio, que lejos de haber sucedido hacia apenas unos días parecía estar a meses de distancia dentro de la vorágine que envolvía mi existencia. El recordarlo me hacía añorar la vida que sentía estar dejando atrás, mi familia, mis amigos y mi sueño. Solo podía aferrarme a la promesa de Sam de que los mantendría a salvo. Y cumplir con la mía de vengar la muerte de Jess.
Al menos esta vez me sentía mas cerca de entender lo que realmente estaba sucediendo y no iba a parar hasta descubrirlo.
Esa noche conciliar el sueño no resultó para mí algo fácil, comenzaba a convencerme de que todo lo que Sam había dicho era tan real como lo era yo y a caer en la cuenta de que mi vida había cambiado para siempre. A esas alturas mis padres ya se habrían enterado del incendio, de la muerte de Jess y de mi desaparición, por mucho que me duela no encontraba forma de volver a ellos y decirles que todo estaría bien. Por que sabía que esa era la mayor de las mentiras.
El entrenamiento de Blair había consumido todas mis energías, notaba que ellos no habían estado en contacto con humanos en mucho tiempo pero que realmente lo estaban intentando. No podía dejar de pensar en lo que estarían sufriendo mis padres y mis amigos sin saber de mi paradero, aunque tal vez no saber nada era mejor que saber todo lo que estaba ocurriendo. Deseaba regresar a aquellos días en la playa con Sam, donde la felicidad era plena y el futuro no era incierto. Deseaba volver atrás y arreglar los errores que llevaron a la muerte de Jess. Deseaba que Sam estuviera a mi lado.
El crujido de las viejas puertas me sacó de mis pensamientos.
—Emma, ¿estás despierta? —habló Blair ingresando lentamente, pude notar como inspeccionaba la pila de ropa que yo había revuelto hacia unas horas, cuándo el miedo me invadió y el llanto llegó a mi en medio de un ataque de nervios.
—Sí, no logro dormir—comenté incorporándome en la cama.
—Eso pensamos—dijo y luego se mantuvo en silencio por un minuto.
No supe muy bien que debía responderle, pero noté que había sido la primera vez que me nombraba por mi nombre.
—Nos preguntábamos si te gustaría venir con nosotros a la torre alta, es lo que solemos hacer—me propuso amablemente. Consideré que estaría arruinando su rutina si no los acompañaba ya que ellos estaban obligados a ser mi sombra, y además sería una oportunidad para entender su mundo.
—Por supuesto, si me esperas, necesito cambiarme.
—Bien, te espero fuera—dijo y se volteó a mitad de camino— ponte la chaqueta de cuero— sugirió y sonreí.
Cambié las vendas de la herida de mi brazo y me coloqué la chaqueta antes de encontrarme con ellos en el pasillo.
—Me alegro de que vengas con nosotros—dijo Harvey.
—¿Caminaremos hasta allí no? —pregunté ante su asombro, había visto a muchos aparecer dentro del castillo o esfumarse en el aire.
—No tenemos otra forma de llegar—dijo Blair sonriendo.
—Lo que has visto la noche anterior sólo pueden hacerlo los ángeles o algunos de los caídos que han aprendido con los años o que han sido ángeles muy importantes—explicó Harvey.
—Sam dijo que no siempre podía hacerlo—recordé en voz alta mientras los seguía por los fríos pasillos de piedra.
—No cuando ángeles de mayor jerarquía lo bloquean, o cuando hay claves enoquianas haciendo ese trabajo.
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Editado: 14.07.2019