Almas antiguas

Capítulo 15: Memorias y amores. Parte 5

—Son personas, ¿cómo pudieron planear sacrificar a siete personas? — me molesté.

—Lo sé y ahora puedo ver lo malo en el plan que yo mismo propuse hace tanto tiempo, tienes que entender—intentó explicarse.

—No lo entiendo—discutí. Los ojos de Sam se apagaron.

—Jamás había estado entre ustedes, no lograba distinguir a un humano de cualquier otro animal, mi padre insistía en que debíamos protegerlos y al igual que los humanos sacrifican animales no me parecía un mal plan sacrificar sólo a siete para proteger a millones de la gran guerra.

—¿Lo harías ahora?

—Buscaría otra solución, cuando te conocí, a Harriet, todo cambió. Logré ver su mundo, su bondad, logré entender el amor y no pude seguir adelante.

—¿Qué hiciste durante la guerra? —pregunté sentándome a su lado y tomé su mano. Eso no me lo había mostrado en sus memorias.

—Al principio desee que todo se fuera al infierno, humanos, ángeles, demonios, nada importaba.

—Lo siento—me lamenté.

—Fueron cuatro años oscuros en el mundo, mi hermano se hizo con mas de 35 millones de almas que lo fortalecieron y su poder se acrecentaba día a día. Una parte de ti aun estaba conmigo y fue la que me hizo ayudar a refugiarse a tantos cómo pude, no tenía ninguna de mis habilidades, habían sido arrancada junto a mis alas, sólo pude recuperarlas decenas de años más tarde.

—No quiero que eso suceda nuevamente, ¿entiendes por qué debo entregarme?

—Las siete llaves juntas no sólo tienen el poder de cerrar las puertas del infierno, si te entregas a él en el mejor de los casos te mataría para eliminar el peligro, pero si sabe del poder que tienen juntas las usará para cumplir todos sus objetivos.

—Creí que sólo me mataría— me estremecí de sólo pensarlo.

—No podemos saber cuanta información tiene sobre las llaves, sabe que eres una de ellas, pero sus súbditos no dejan de buscar objetos divinos.

—¿Por qué me lo ocultaste? —indagué.

—Debía proteger al resto de ellas, cada una tenía asignado un arcángel que la cuidaría hasta el momento de su sacrificio.

—Y tú asesinaste a tres de tus hermanos, ¿esas son las dos llaves que tienes?

Asintió.

—¿Sabemos el paradero de las personas restantes? —investigué.

—Sólo de una, pude saber cuándo su alma reencarnó, pero aún es sólo una niña.

—No podemos dejar que lleguen primero a ella—pedí. Sam tomó mis manos con más fuerza.

—No lo haremos, en bien sea seguro saldremos de aquí e iremos por ella, pero debo advertirte, mi prioridad eres tú—sus ojos dulces no mentían y había una cierta oscuridad en sus palabras.

—No quiero que nadie más salga herido por mi culpa—me lamenté.

—Esto nunca fue tu culpa.

—Quisiera volver a aquellos días en el campus donde lo que mas temía era que descubran que salía del apartamento del profesor—susurré.

—Humanos—murmuró Sam.

—Hey! Nadie te obligó a que recojas a esta humana a mitad de la noche en aquella tormenta—reproché.

—Volvería a esperarte allí por horas, siempre.

—Si algo malo sucede, ¿me encontrarías en otra vida? —supliqué. El tomó mi cara entre sus manos.

—Siempre te encontraré mi amor—prometió.

—Eso es todo lo que necesito— musité y besé sus labios lentamente, disfrutando de cada segundo de nuestra cercanía.

—Ven, quiero que hagamos algo— dijo y comenzó a andar tomando mi mano esperando que lo siga a su ritmo buscando la salida del inmenso castillo, cómo un niño que no puede contener su emoción comenzó a correr tomando mi mano.

—Sam espera, no puedo alcanzarte— reí.

—¿Quieres que te cargue hacia allí? —bromeó. Intentaba no reírme para lograr seguir su paso, habíamos bajado ya casi todas las escaleras.

—Eso no me vendría nada mal—jugué. Se detuvo en seco por un instante y mi cuerpo se puso en estado de alerta sin pensarlo. Volvió hacia mí y me tomó entre sus brazos.

—Así es mucho más fácil—dijo besando mi frente y sacándonos del castillo.

—¿A dónde estamos yendo? —investigué.

—Espera pequeña ansiosa—contestó. Rodeé mis ojos y los entrecerré en respuesta, su sonrisa no tardó en llegar para iluminar el oscuro cielo y mi corazón fugazmente. El ritmo aún se me aceleraba cuando veía su sonrisa, si me preguntan que es el amor diría cientos de veces que el amor es este instante.

Me dejó a las orillas del lago y me invitó a adentrarme con él en el agua. La luna se reflejaba en ella y lograba iluminar su silueta, sabía que lo estaba mirando atónita y no sentía ni un poco de pena por aquello. Sin duda su origen era bendito, pero no lograba pensar en nada mas sagrado que aquel torso desnudo.




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