Almas antiguas

Capítulo 20: Tráeme a la vida. FINAL

La silueta de Samuel apareció a mi lado, mis ojos apenas pudieron reconocerlo, pero mi alma si lo hizo. Me tomó en sus brazos y nos arrojó contra el final del gran almacén haciendo que la energía que saliera de mis manos se detenga.

—¡Emma! ¡No puedes controlar eso, podrías haber muerto! —me sostuvo en sus brazos.

El resto de los ángeles y nephilims aparecieron en aquel galpón.

—¡Samael! —gruñó Miguel— deja a la chica, no te metas en esto.

Gael se atravesó en su camino colocándose delante de nosotros. Sam tomó su lugar al lado de su amigo.

—No quieres hacer esto—desafió Sam.

—La chica debe cumplir su destino.

—Su sangre nos pertenece, no pueden reclamarla o estaremos en guerra— rugió Lucifer.

—Ninguno se acercará a ella.

Todos mis amigos formaron un circulo a mi alrededor. Los demonios fueron los primeros en correr hacia nosotros y todos lucharon incansablemente contra ellos.

Blair y Harvey eran un excelente equipo cubriéndose sus espaldas y dejaban al resto de los demonios en el piso. Decenas de ángeles y nephilims que no lograba reconocer se pusieron a mi lado. Maddie se encontraba al frente, peleando junto a Sam, quería estar con ellos. Miguel sólo se mantenía en su lugar con su mirada fija en mí.

Emma, debes hacer lo correcto

Esa voz en mi cabeza.

Cientos de ángeles se colocaron a un lado de Miguel. Anael estaba junto a ellos.

Sam solo le dirigió la mirada durante unos segundos.

—Sólo acabarán todos muertos—presagió el arcángel.

—Entonces espero que tu seas uno de ellos—rugió Sam.

Sobre mí cayó un hombre como un rayo y sostuvo mis manos en mis espaldas, todos los que estaban a mi alrededor fueron arrastrados a metros de distancia. No podía moverme ni ver su rostro, pero sabía que era un arcángel de otra manera ya me habría asesinado.

—¡Rafael suéltala! —Corrió Sam hacia mí, Miguel se interpuso en su camino y le propinó demasiados golpes como para seguir mirando. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Todos luchaban por mí ¿y yo que haría por ellos?

Harvey arrojó una espada hacia Sam, ninguno de ellos podía acercarse. De inmediato reconocí la espada que empuñaba Miguel contra Sam, no era una espada cualquiera, era la espada del arcángel, la espada que mataría al amor de mi vida en un segundo.

—¡Suéltame, maldito hijo de perra! —grité. El arcángel patio mi rodilla desde atrás y caí al piso.

Anael me dirigió una mirada cargada de odio y se dirigió a Rafael.

—Déjame a la muchacha, Miguel necesita tu ayuda.

—¡No! —lloré.

—Pero por favor, háganlo rápido, no deja de ser nuestro hermano—pidió mientras me levantaba del suelo tomándome por un brazo. Lloré y luché contra su agarre.

—¡Por favor, Sam! —grité con lagrimas en mis ojos, nadie podía hacer nada, todos estaban completamente rodeados, y dos de los arcángeles mas poderosos peleaban contra Samuel.

—No lo hagas más difícil de lo que debe ser— gruñó.

—Nos traicionaste a todos, nos traicionaste—lloré—déjame salvar a Sam.

Me solté con fuerza y corrí hacia él.

—Sólo hay una manera, deja de llorar a la heroína—mandó y me tomó por los hombros.

Una brisa helada golpeó mi rostro. El color azul inundó mis ojos.

—¡¿Qué has hecho?! —sollocé.

—Te estoy salvando, ¿recuerdas tu plan en el que si algo salía mal terminarías con tu vida? —respondió autoritaria.

—Necesito salvar a Sam primero—grité.

—No hay nada que puedas hacer por él, yo iré.

—Yo también podría ayudarlo si no me hubieras sacado de allí—reproché.

—Todos tenían ordenes claras de asesinarte si dabas un paso en falso, estoy salvando tu estúpida vida—reclamó.

—¿Cómo abandono mi humanidad? El sacrificio no puede realizarse si no tienen a las siete almas humanas—rogué su ayuda. Ella cambió su mirada hacia mí.

—¿Harías eso?

—Haría lo que fuera por ayudar a Sam.

—Dentro de unos minutos comenzará el eclipse y todos estarán aquí. Ya tienen a todas las llaves, sólo les faltas tu.

—Dime cómo lo hago—rogué con lagrimas en los ojos. La nieve cubría todo lo que podía ver.

—Deberías renunciar a tu humanidad en un antiguo ritual, pero debe hacerse en otra época del año, sólo hay una opción.

—¿Qué? —exclamé.

—Debes morir—sentenció— pero es probable que dejes atrás parte de tu alma humana, no sabemos cómo vuelven a la vida los nephilims creados de esa forma.

—No me importa, vete, salva a Samuel, te lo ruego—lloré.




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