Almas Atrapadas En El Pavimento.

Capítulo 4. Camioneros.

Pedro - cada día salía a emprender mi negocio de vegetales y hortalizas, junto a mi acompañante juan, las solitarias calles, montañosas y tenebrosas hacían del camino más lento y espeso, luchando para poder continuar hasta llegar a nuestro destino, pero llega momentos que el tiempo es nuestro peor enemigo y la noche nos agarra por esas calles, de curvas peligrosas que sientes cada presencia oscura quiere llamar la atención. Para todos aquellos que se cruzaban por las calles no resultaba muy evidente. Hace una semana atrás el camionero le llegó a un perito de transito porque imaginaron que era un típico problema de discos. Casi cada día pasaba por la central algún camionero que afirmaba que su sistema de recuento de horas al volante estaba defectuoso y cada día había un pringado que tenía que redactar un informe del departamento técnico- todo ello sabiendo que éste iba a caer en saco roto- sin embargo, lo primero que le digo al camionero a José cuando se sentó en su cubículo fue: No me venga usted también con lo de que el cansancio al volante hace ver cosas raras, porque me voy de aquí. Yo estoy harto de repetir lo mismo. José supo al instante que ese tipo le iba a alegrar el día.   

  • Repítalo solo una vez más. Siéntese por favor- afirmó el perito acompañándolo al interior- empiece por el principio.
  • Vera, llevo más de veinte años en la carretera y sé cuando puedo fiar de mis ojos y cuando tengo que parar para descansar- le respondió el camionero- yo no me meto pastillas de esas como esos jóvenes que se hacen un transporte internacional del tirón y luego duermen dos días seguidos.
  • Dígame que es lo que vio por favor.
  • Y creo que ella tenía que estar dentro, porque llevaba más de cuatro horas sin parar. Estaba pensando en hacerlo, en echar una cabezada en la siguiente área de servicio, cuando lo vi. Miro por el retrovisor lateral y me parece ver un movimiento por la cortinilla de la parte trasera de la cabina. Cuando giro para comprobarlo ya no veo nada. Eso sí, se vez en cuando voy echando un vistazo a través del reflejo de la luna delantera para quedare tranquilo. Ya estaba pensado en levantarme un poco en los aseos y echar una cabezadita cuando veo claramente, a través del retrovisor, como la cortinilla trasera se abre otra vez y asomaba una cara amarilla. ¡ Había un tipo allí dentro¡ se lo juro por lo más sagrado
  • Le creo, le creo… ¿y entonces?
  • Entonces unas luces me cegaron y tuve que esquivar a un imbécil que había apurado demasiado para adelantar a un compañero. De noche la gente se piensa que porque no se encuentre a nadie en sentido contrario durante media hora puede adelantar sin mirar.. si no estuviéramos atentos.
  • ¿y la cara amarilla?
  • No lo sé. di el volantazo, enderecé el camión y no volví a verla. Pero puedo asegurarle que estaba allí. Sus ojos negros, oscuros, y parecía que estuviera hepatitis.
  • No se ofenda, pero ¿Por qué viene a contar eso a tráfico?
  • No me ofendo, pero estoy hasta los cajones de contar esto a todo el mundo y que nadie haga nada. He pasado por la policía, por la local, incluso llamé a la radio y si tengo que venir aquí para que me escuchen, pues vengo. Mire, si hay por la carretera una banda con una nueva forma atracar o un loco capaz de entrar y salir de un camión cuando le parezca, lo tengo que decir a quien pueda hacer algo.
  • Lo entiendo no es el primero que viene aquí con una historia similar a la de usted.
  • El perito le muestra al camionero un tratado mapa de la región lleno de marcas y anotaciones. El camionero le señala un punto. Y José lo marca con una nueva cruz y una fecha. Una pieza más en el gran puzle de José.

Pasaron los meses y  Pedro el camionero con su ayúdate Juan  volvieron a pasar por la concluida curva, era obligatorio el paso por allí para ir a despachar su mercancía. Esta vez a la luz del día hicieron lo que nunca habían hecho. Estacionaron el camión, y al bajarse traían varios ramitos de flores con unas cuantas veladoras… trataran de medio limpiar el espacio de cada crucifijo metálico olvidado por sus familias, sin entender que ellos estaban en ese espacio sin poder continuar un destino que no entendían, que solo la fe, los rezos por estas almas entenderían que no pueden continuar en ese espacio terrenal.  

Cuando Pedro y Juan colocaron esas veladoras, rezaron con los nombres que cada cruz tenían sintieron que la presencia maligna que los acompañaba desaparecía, y entendieron que el poder de Dios y la luz era más fuerte que la del alma oscura que no quería darle paso a la paz de las almas buenas.

Pedro- salimos de la curva tranquila y nunca más sentimos la sensación de espanto tenebroso en nuestro camión. Sin embargo siempre tratamos de pasar en el día y no dejar que la noche nos tome por sorpresa y menos por la curva de la muerte.




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