La noche en que murió Manuel, la carretera no estaba resbaladiza, el tráfico era escaso- por no decir inexistente- y su moto estaba en perfecto estado o, por lo menos, eso fue lo que él me contó. Hay que decir que el joven no estaba en su mejor momento aquella noche, acababa de discutir con su superior y llevaba días arañándole horas de sueño. Estaba llevando a cabo una investigación extraoficial y ese martes había decidido que tenía lo suficiente como para presentárselo a su sargento. Intuía que éste sabía algo más de lo que aparecía en aquellos viejos informes que su superior había firmado diez años atrás. Por aquel entonces su sargento todavía era agente y el niño enganchado a la base militar.
Manuel había empezado a investigar a raíz del desafortunado comentario de un compañero en un bar. Podríamos decir que es comentario, que ni siquiera iba dirigido a él. Desencadenó toda la cadena que terminó con la cabeza desnuda de Manuel arrastrándose a setenta kilómetros por hora a lo largo de casi cincuenta metros de asfalto. El desafortunado comentario lo profirió el buenazo de Fernando, el único policía de su comisaria capaz de soportar y encubrir durante diez años a un compañero borracho- un trozo de pan o un imbécil, según se mire-. El caso es que Fernando estaba arrancando a su compañero de la barra del bar cuando dijo cinco palabras, sin pensar… sin mirar antes a su alrededor.
Fernando puso cara de la he cagado hasta el fondo, tan solo un instante, pero lo justo para que Manuel lo percibiera. Luego intentó mentir lo mejor que pudo, le dije que había confundido sus palabras con el ruido del bar que lo dejara correr. Pero Manuel no lo hizo.
Manuel siempre había sabido que a su padre le gustaba la bebida- estaba claro que no era el único- , pero que esa hubiera sido la causa de su muerte era algo que no esperaba y era un hecho que no estaba dispuesto a aceptar sin pruebas que lo respaldaran. Así que Manuel se inventó una excusa convincente para pasar unas horas en el archivo y verificarlo por si mismo. No le fue fácil encontrar el expediente del agente Luis, pero al final dio con él.
Manuel recordaba poco de su padre. Luis había muerto cuando tenía unos cinco años y las pocas imágenes que le venían a la mente de su padre eran de las fotografías que su madre había conservado de él y en todas ella aparecía siempre de uniforme. Josefina les había hablado muy poco de su padre y siempre con las mismas respuestas. Su hermanito Eduardo, nuca se cansaba de preguntar y Josefina contestaba siempre lo mismo. Que había sido un buen policía, que había muerto en acto de servicio y que quería muchos a sus hijos. A base de reiterarlo, tanto él como su hermano habían crecido con una imagen idealizada de su padre. Seguramente por ello, él mismo había terminado entrando en el cuerpo policial. Sin embargo, ahora que lo veía todo con la perspectiva de los años, se daba cuenta de que las historias que su madre les explicaba tenían más un deje de mentiras bienintencionada que de buenos recuerdos. Manuel sospechaba que su madre había sufrido mucho al lado de su padre.
Manuel a leer el expediente, muchas cosas llegaron a su mente. {..}En el accidente, además del agente, también falleció atropellado un civil. Manuel nunca había escuchado hablar de aquella persona, pensaba que su padre había muerto sólo pero, en realidad, se había llevado a alguien por delante. En el informe no se especificaba si la muerte había sido accidental o premeditada; simplemente faltaban datos. El informe no era más que una enumeración de detalles superficiales. Nada concluyente. Quien había cerrado ese expediente lo había hecho sin conocer la verdadera razón de la muerte de su padre o, lo más plausible, la había ocultado por el bien de la familia- o del cuerpo-
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Editado: 18.07.2020