Almas Atrapadas En El Pavimento.

Capítulo 6. Lágrimas de una Madre.

Josefina rezaba sobre la mancha oscura que marcaba el lugar donde había sido encontrado la mayor parte de su hijo. El viejo asfalto, gastado por innumerables ciclos de dilatación y contracción había absorbido a través de sus grietas los últimos litros de vida de su hijo, del mismo modo que ahora lo estaba haciendo con las lágrimas de la madre. Los de mantenimiento no pudieron limpiar más que la superficie de la carretera, la mancha se iba a quedar allí muchos años, visible sólo para quien supiera mirar. Como las nuevas marchas que el llanto prolongado había hecho aparecer sobre la castigada y arrugada cara de la anciana. Nuevas ojeras de dolor, sobre viejas bolsas de sufrimiento, provocadas por la reciente esencia de su hijo. No era una imagen agradable de ver, así que mientras ella rezaba yo fijaba la vista en la distancia.

Desde un a distancia lejana, una extraña figura estaba acercándose por la carretera, iba tomando forma poco a poco, a medida que avanzaba por el arcén. El extraño personaje no quitaba ojo a la carretera y en cuanto divisaba un vehículo en cualquier sentido saltaba el quitamiedos en busca de la protección del bosquecillo. Hasta que la carretera no quedaba de nuevo en silencio, el tipo no volvía al arcén y continuaba su camino. Observe aquel extraño ritual durante un rato largo, absorbo en como el personaje se acercaba lentamente con su irregular marcha.

 A unos cien metros empecé a distinguir que su ropa también era extraña, era un mochilero con traje, llevaba botas de montaña, Pantalones de pinza, una gran mochila a la espalda y un maletín en una mano. El sudor había empapado ya toda su camisa y la americana iba por el mismo camino, tenía ya dos manchas oscuras en las axilas. De vez en cuando se secaba la frente y la calva con un pañuelo de tela que llevaba en la otra mano.

A unos veinte metros de la cruz, el extraño se detuvo. Dejó la mochila en el suelo abrió el maletín y consultó algo parecido a una PDA. No llegaba a preciar que estaba haciendo, pero estaba claro que era algún tipo de procedimiento técnico. El extraño realizaba mediaciones y tomaba notas. Miraba a un lado y a otro, absorto en su extraño ritual, casi indiferente ahora a la proximidad del tráfico, de pronto miró hacia nosotros y nuestras miradas se cruzaron. Aparto la mirada rápidamente, como el niño que espía a su vecina por la ventana mientras se cambia y es pillado in fraganti. Yo lo saludé con un leve movimiento de la mano y el extraño me devolvió el gesto, recogió todo su material y se acercó.

  • Buenos días padre- me saludo José  secándose la frente.
  • - ¿padre? ¿padre de quién? No me gusta lo que insinúa…  no me podía resistir a hacer aquella broma, era superior a mí.
  • Creo que me ha entendido mal. Me respondió todo azorado- perdóname...
  • No perdóname usted a mí. Era un chiste y, además, sin mucha gracia.
  • - No , si si que tenia gracia.. un poco – me dio aliviado e hierático- perdone si soy demasiado directo- continuo el tipo mirando a josefina que rezaba absorta a los pies de la cruz- tengo entendido que aquí murió un joven hace unos meses.
  • - si esta carretera se ha llevado muchas vidas.
  • José susurró algo para sí mismo que no llegue a escuchar.
  • ¿Cómo dice? – le replique con curiosidad.
  • - nada. me preguntaba si ella era la madre.
  • Si, tiene la desgracia de serlo.

Una mañana el cura, fue a buscar muy temprano a josefina y se encontró que ya se había ido, fue de inmediato a buscarla, ya sabía que estaría en la cruz de Manuel, y al salir de vehículo, allí estaba josefina arrodillada, pálida y fría, un cuerpo sin vida con un rostro húmedo de sus lágrimas tibias, junto al crucifijo de su hijo y el casco. Un enlace de otra Alma en pena llorando desconsolada por la pérdida de un hijo amado. Ya el cura tendría la necesidad de rezar por las almas para que juntas puedan descansar en paz.

 

         

 




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