¿Qué pasa cuando ya no queda nada, cuándo estás tan vacía que ya no tienes nada para dar y todo se vuelve un reflejo de el actuar cotidiano?
Las sonrisas, los sentimientos, tus actitudes; toda tú eres una sombra de la persona que eras. Ya no tienes nada para dar y por más que te esfuerces siempre terminas en la misma rutina. Todo pasa a segundo plano y te encierras dentro de tí misma de tal manera que el resto del mundo deja de existir. Ya no importa nada, todo es una costumbre, una manera de vivir. Tu cuerpo y mente se ciernen a esa rutina que poco a poco te consume y cuando te das cuenta ya no eres más que un cascarón vacío, ya no sabes quién eres o fuiste. Mueres, pero no de manera física como todas las personas, muere tu alma y tu espíritu, solo queda la sombra de quién alguna vez fuiste y que, sin quererlo, se convirtió en un fastasma.
D.P