Lobezna ayudada por la advertencia de su hermano adoptivo, logro dar media vuelta y esquivar al enorme lobo que iba sobre ella. Los lobos de seguridad no estaban autorizados a matar a ningún civil, sin embargo, si se les permitía dejar gravemente heridos o mutilar extremidades a los infractores de las leyes de la aldea.
A Lobezno no le importo nada de eso, ya ni siquiera recordaba al Lobo-Espino y sus padres, él solo quería ayudar a su hermana. Jalo tan fuerte como pudo su mano izquierda, al mismo tiempo que logro patear el rostro del lobo, como Lobezna lo había hecho, logrando liberar su mano con pedazos de piel sueltos. El otro lobo al ver eso, quiso cerrar su hocico por completo, pero alcanzo a detenerle por los dientes, empujando con ambas manos.
Por mucho los lobos tenían la mandíbula más fuerte que el resto de su cuerpo, incluso él también, por lo que sabía que era muy breve el tiempo que duraría con sus manos completas, cuando en eso apareció Liber.
Ataco directo al cuello del lobo, el cual hizo un chillido de dolor, liberando a Lobezno. Sin soltarlo del cuello, el enorme lobo plateado lo llevo hasta el suelo y en un solo movimiento más llego hasta el lobo que atentaba con mayor peligro a Lobezna. Lo hizo caer al suelo y con sus garras y dientes lo hizo sangrar, tranquilizando la situación al ver la brutalidad de sus actos, para quedar a la expectativa.
Los 4 lobos de seguridad rodearon lentamente a Liber, pero él solo se mantuvo en 4 patas, viendo fijamente al concejero.
-¿Qué crees que estás haciendo, Liber? –inquirió Marcus con apremio-. Tú no tienes poder político para intervenir en esto.
-¿Me vez acaso usando poder político?
Marcus se quedo unos segundos dubitativo.
-Lo que haces es mucho peor, interponerse a la voluntad del Senado amerita un castigo muy duro –amenazo Marcus.
-Pues entonces te invito a que lo intentes –respondió Liber con tanta frialdad como el hielo.
Los lobos de seguridad se miraban entre ellos, seguramente más de uno quería atacar a Liber, pero todos en la aldea sabían que había heredado las habilidades y fuerza de su padre.
-Yo solo he venido por el recién nacido. Yo he tomado la decisión de llevarlo fuera de nuestros territorios ahora mismo, hacia la aldea que pertenece. Por lo cual es innecesaria la orden de acabar con su vida–Continuo el enorme lobo plateado-. A menos que tú quieras contradecir mi decisión.
Marcus lo miraba inconforme, veía a la multitud que se había aglomerado y por último veía a los Humanos-Lobos, que se habían atrevido a ofenderlo y de gran forma.
-De acuerdo, pero los humanos deberán ser castigados.
-¿Castigados porque? Ellos solo hicieron lo que yo les había dicho, recoger al recién nacido –mintió Liber-. Ellos y yo nos encargaremos de llevarlo.
-Ellos ya no tienen voz ni voto.
-Pero yo sí y ellos me ayudaran aunque no quieran –dijo Liber-. Uno cargara al recién nacido y el otro llevara nuestras provisiones.
-De acuerdo, Liber –dijo Marcus, de mala gana, sin apartarle los ojos retadores de encima-. Permitan que se retiren con el recién nacido –ordeno-. Pero esto jamás lo olvidare.
Los lobos de seguridad no muy conformes, fueron retrocediendo lentamente sin dejar de ver a Liber y los demás. Y con ello, rápidamente la multitud fue despejando el área, hasta que solo quedo Ciro, viéndolo con una sonrisa que solo desapareció hasta que se fue.
-¿Hermano, estas bien? –inquirió Lobezna con mucha preocupación al verle ambas manos, pero principalmente la izquierda, donde se alcanzaba incluso a apreciar muestras blancas de sus huesos entre la carne roja y viva-. Tan solo mírate la mano, aun no te recuperas de lo otro y ya estas nuevamente herido y de peor manera.
-No es nada, hermana –trato de minimizar él. Verla así de preocupada lo hacía sonreír, casi de manera involuntaria-. Ni siquiera me duele, al parecer nuestros huesos son mucho más duros que nuestros músculos y ni se diga que nuestra piel. Toma tu capa, creo que ya no la necesitare después de lo que muchos presenciaron.
Le coloco la capa sobre los hombros y la hermosa Humana-Loba envolvió con sus pequeñas y en apariencia delicadas manos blancas la amplia mano de Lobezno y la llevo a su pecho. El calor de otro lobo los hacía recuperarse más rápidamente, de lo que ya de por si lo hacían.
-Muchas gracias por esto que has hecho, Liber –agradeció Camelia, inclinando su cabeza.
-No me lo agradezcan a mi –respondió Liber, susurrando-. Eso deberían de decirlo a Lobezna y Lobezno. Ellos fueron los primeros que se ofrecieron a llevar a su hijo a donde vivirá sanamente.
La loba, con algo de incertidumbre los miro fijamente. Ella siempre había sido de las que más se quejaba de la presencia de los Humanos-Lobos y los discriminaban, diciéndoles que no deberían estar en la aldea lobuna. Incluso se había escuchado el rumor que la loba los maldecía y aseguraba que por la culpa de ellos, el alma de su hijo no pertenecía a la de un lobo.
Mientras que Marcelino sin titubear se adelanto a su esposa y bajo su cabeza tanto, que casi roso la nieve y los pies de los Humanos-Lobos.
-Muchísimas gracias a ambos entonces, quedo agradecidos con ustedes por la eternidad –dijo Marcelino, haciendo una promesa irrompible.
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Editado: 12.12.2023