Almas de Media Noche

Capítulo 2

Sonreí lo más tierna posible, abriendo los brazos y acercándome prácticamente trotando a mi increíble y desaparecido tío Odvier. Vamos, que pareciera la sobrina amorosa del año. Esperaba que mi actuación de “felicidad extrema” lo hiciera bajar la guardia. Él me miró con esa sonrisa perspicaz, divertida, como si ya supiera que estaba tramando algo.

Apenas a tres pasos de él, levanté el puño directo a su cara. Pero fue más rápido: atrapó mi muñeca y rio.

—Sabía qué harías eso, Rathy —dijo, acariciándome la mejilla con insolencia.

—¿Ah, ¿sí? ¿Y esto lo esperabas? —Conecté mi rodilla con su ingle con toda mi fuerza. La satisfacción me recorrió el cuerpo cuando su sonrisa se transformó en una mueca de dolor. Se dobló, quejándose, mientras yo lo miraba con la frialdad de quien lleva años acumulando rabia contenida.

—Claramente tampoco esperabas esto —rematé con un derechazo en la mejilla.

Lo vi caer al suelo, gimiendo. Ahhh, dulce justicia en formato tío pedante.

—Espero haberte transmitido un poco del dolor que ignorabas durante estos años —dije, cruzando los brazos.

—¡Carajo! —jadeó, encorvado en el piso—. ¿No podías golpear en otro lado? ¿Y de qué dolor hablas? ¡Yo no ignoraba nada! Les mandé mensajes antes de venir.

—¿Mensajes? —arqueé la ceja—. Seguro ya estás senil. Nada llegó. Supéralo, Odvier. ¿Qué quieres aquí? Porque, que yo sepa, los dioses no se mezclan con mortales.

Su sonrisa se torció en ese gesto petulante tan suyo, justo cuando la voz de Midas tronó desde la entrada:

—¿Qué está pasando aquí? —Entró y se congeló al verlo—. ¿Tío Odvier? ¿Qué mierda haces en el piso de nuestro local?

Su tono pasó de sorpresa a irritación en segundos. Y cuando Midas se irritaba… bueno, nunca terminaba bonito.

—¿Acaso se perdieron los buenos modales mientras no estaba? —se burló Odvier, levantándose con la misma gracia de siempre, como si no acabara de recibir una paliza gratuita.

Midas lo fulminaba con la mirada, mientras yo me dedicaba a cerrar la tienda con el clásico En descanso, venga después de las 1 pm, como si todo fuera parte del menú del día: desayuno, abrir negocio, patear al tío perdido y ahí es donde esta la discrepancia. Son las once de la mañana como para tomarnos un descanso.

Odvier, mientras tanto, se sentó en un taburete detrás de la caja registradora como si le perteneciera

—Merath, buen golpe cariño, pero te falta agilidad. —Yo rodé los ojos.

—Te has vuelto toda una mujer hermosa; ya va siendo hora de buscarte un pretendiente. —Rodé los ojos más fuertes, a punto de despegarlos.

—Y tercero… ¿Dónde está Edna? Necesito verla.

El aire se espesó. Solo mencionar a mamá era suficiente para que todo se volviera cuchillas invisibles en la garganta. Vi a Midas tensarse. Yo también lo sentí: las emociones de mi hermano eran tan intensas que empecé a rascarme las muñecas casi dolorosamente; fue la forma que hallé para aguantar la intensidad y no desmayarme con tanto peso.

—Midas — El nombrado me miró y negué suavemente— ¿Tío, de verdad no sabes nada? —pregunté dirigiéndome a él conteniendo el temblor de la voz.

Odvier se irguió como un resorte. —¿Dónde está mi hermana?

—No lo sabemos —respondió Midas mirándome, tenso, pero controlándose hasta regresar la mirada a Odvier.

La discusión se fue volviendo un enredo de preguntas y evasivas. Yo ya sabía que esto no terminaría en cinco minutos, así que me fui a buscar agua y chocolate. Si hay drama familiar, mínimo que sea con azúcar en la sangre.

Cuando volví, Odvier gritaba en un idioma extraño, golpeando el mostrador. Cada palabra vibraba en el aire y las sombras parecían responderle.

—¿Qué… está diciendo? —murmuró Midas, cruzado de brazos.

—Ni idea —dije, arqueando una ceja—. Pero te aseguro que no es español… ni inglés… ni algo que uno debería gritar en una tienda de antigüedades a las once de la mañana.

Cerré los ojos un segundo y lo sentí. Sus emociones: confusión, urgencia, frustración. Era intenso, diferente. Su energía no era como la nuestra. Era puro, extraño… inquietante.

Finalmente, dejó de gritar y nos miró fijo.

—Merath… Midas… hay cosas que creo deben saber. Cosas que no pueden ignorar más tiempo.

Mi estómago se encogió. Genial, esto suena a revelación apocalíptica versión familiar.

—Tío, si esto es sobre un medallón maldito, lo dejé guardado en la caja fuerte —solté, tratando de sonar ligera.

Él sonrió, pero sin calidez. —No es eso, Rathy. Esto tiene que ver con ustedes. Con sus hermanos. Con nuestra familia.

Midas dio un paso adelante, pero Odvier lo detuvo con la mirada.

Lo que vino después no fue menos perturbador: nos habló de la sangre. De que no éramos simples híbridos. De que en nosotros había algo más. Algo que podía inclinar el mundo hacia el equilibrio… o hacia el caos.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

—¿Equilibrio o caos? —repitió Midas, bajando los brazos que estaban cruzados.




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