Almas de Media Noche

Capítulo 7

El aire de la noche estaba fresco cuando salimos del local. El silencio entre nosotros pesaba más que cualquier palabra. Caminábamos uno al lado del otro, pero separados por un abismo invisible.

Yo cruzaba los brazos, dispuesta a no dejar que ese vampiro arrogante me viera temblar. Él, en cambio, avanzaba con la calma de un depredador que no necesita apurarse.

—No has dejado de mirarme —dijo Lutgard sin girarse, como si pudiera leer mis pensamientos.

—Y tú no has dejado de mirarme a mí —repliqué, seca.

Lo vi sonreír apenas, con ese gesto cínico que me hervía la sangre. —No es lo mismo. Yo te estudio. Tú… me desafías.

—¿Y eso te incomoda? —pregunté, arqueando la ceja.

—Al contrario —su voz bajó de tono, grave, como un roce en la piel—. Me intriga.

Tragué saliva, intentando mantener la compostura. Claro, genial. El vampiro más intimidante que he visto en mi vida…bueno más bien el único en mi vida, se siente intrigado y yo… estoy a un paso de salir corriendo o de darle una patada.

Al llegar a la esquina, me detuve. —No voy a tener esta conversación en la calle.

—Estoy de acuerdo —dijo él, como si lo hubiese planeado. Señaló con la barbilla un bar a media cuadra, iluminado con luces neón rojas que parpadeaban como un aviso de peligro.

Suspiré. —Perfecto, el escenario ideal para charlar con un vampiro desconocido sobre vínculos de sangre: alcohol barato, luces dudosas y un ambiente pegajoso.

Entramos. El bar olía a cerveza derramada y fritura. Había música rock de fondo, gente riendo demasiado fuerte y un par de miradas curiosas hacia nosotros. Lutgard parecía tan fuera de lugar como un príncipe en una fonda de mala muerte. Y, sin embargo, se sentó como si todo el lugar le perteneciera.

Me crucé de brazos, frente a él. —Habla.

—Tú primero —replicó, apoyando los codos en la mesa con un aire arrogante.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté directa, inclinándome hacia adelante.

Su mirada se clavó en la mía, intensa, como si quisiera atravesarme. —Lo mismo que tú quieres de mí. Respuestas.

Fruncí el ceño. —Yo no te busqué.

—Ni yo a ti —dijo, con voz firme—. Pero aquí estamos. Eso significa algo.

—¿Y si significa que alguien más nos está manipulando? —pregunté, bajando la voz.

Él guardó silencio por un instante. En sus ojos vi la duda, apenas un destello.

—No lo descarto —admitió finalmente—. Pero el vínculo está ahí. No importa quién lo provocó.

Me mordí el labio, tensa. El mesero apareció y dejé que sirviera un par de vasos sin siquiera mirar qué trajo. Tomé el mío de un trago.

—Entonces, ¿qué propones? —dije, exhalando con cansancio.

Lutgard se inclinó hacia mí, tan cerca que pude sentir el frío de su presencia. —Un acuerdo. No somos aliados, no todavía. Pero tampoco podemos ignorar esto.

—¿Y cómo sería ese acuerdo? —pregunté, desconfiada.

—Observamos. Nos observamos mutuamente. Y cuando el vínculo se active de nuevo, lo enfrentamos juntos.

Lo miré, incrédula. —¿Así de simple?

Él sonrió con un filo peligroso. —Nada entre nosotros será simple, Merath.

Por un segundo, sentí que todo el bar desaparecía: solo estábamos él y yo, unidos por una tensión que no entendíamos y que ninguno quería aceptar.

Di un sorbo más de mi vaso y forcé una sonrisa sarcástica. —De acuerdo, vampiro. Pero si intentas algo raro, juro que te dejo eunuco.

Su risa fue baja, grave, casi un ronroneo oscuro. —Me gusta tu valentía. Aunque lo de eunuco… no lo recomiendo.

Rodé los ojos. Genial, esto va a ser un infierno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.