Almas de Media Noche

Capítulo 20

LUTGARD

El silencio permaneció en la sala después de que Merath se marchara por una diferencia que tuvimos. Solo quedó el crujido leve de la madera y el suspiro de su tío, que se acomodó en el sillón frente a mí, observándome con esa mezcla entre altivez y prudencia que siempre cargaba consigo.

—La irritaste —dijo finalmente, con voz más tranquila de lo que esperaba.

—Siempre la irrito. —Apoyé el codo en el reposabrazos, cubriendo parte de mi rostro con la mano. El hambre me seguía golpeando, pero debajo de ella había algo más… algo que no sabía cómo confesar.

Odvier inclinó la cabeza, como si pudiera leerme.

—No me sorprende. No eres precisamente la compañía más… apacible. Pero lo que me preocupa es lo que se siente en este ambiente. —Me señaló con un dedo elegante— pensé que después de ayer te encontraría más… accesible.

No me molesté en negarlo.

—Es la primera vez que siento esto. Todo. El hambre, la necesidad de tenerla cerca, la irritación si se aleja, la calma cuando toca mi piel… —Tragué saliva, apretando los dientes—. Y ahora, también esto.

—¿“Esto”? —preguntó, arqueando una ceja.

No bajé la mirada.

—Deseo. Sexual. —La palabra se sintió áspera en mi boca.

Por un momento, no dijo nada. Luego suspiró, apoyando los codos en sus rodillas.

—Lo temía.

—¿Temías? —gruñí.

—Claro que sí. —Me sostuvo la mirada con dureza, pero no había burla esta vez, solo una comprensión fría—. Si Merath es realmente tu compañera, el vínculo no se limitará a alimentarte. Si no proceden a consumarlo… nunca estarás satisfecho. Beber su sangre solo será una chispa, jamás la hoguera.

Me quedé en silencio, esa verdad repicando en mi cabeza como un martillazo.

El entrelazó las manos, más serio que nunca.

—Y eso es peligroso. Porque si sigues resistiéndote, tu hambre se volverá un monstruo que ni tú mismo podrás controlar. Por eso te digo, aunque me cueste… acércate a ella. Acérquense.

No respondí. Solo apreté más fuerte los dientes, porque parte de mí odiaba admitir que lo que decía era cierto.

MERATH

La cocina era mi refugio.

No importaba que la mansión entera respirara tensión y secretos oscuros. Allí, con un pan en la mano y un cuchillo de mantequilla en la otra, podía fingir que todo era normal. O casi.

Me concentré en preparar un sándwich sencillo: jamón, queso y tocino. El sonido del pan tostándose me tranquilizó más que cualquier palabra dicha en esa sala minutos antes.

Pero mis pensamientos no se callaban.

Tengo que alimentarlo todos los días.

El recuerdo de su boca en mi piel me recorrió como una corriente eléctrica. No era solo dolor. No era solo hambre. Había… algo más. Algo que mi orgullo se negaba a admitir, pero que mi cuerpo recordaba demasiado bien.

—Infantil —murmuré para mí misma, apretando el pan entre las manos—. Él y yo, como dos críos discutiendo por quién tiene razón.

Respiré hondo y tomé mi sándwich. Tal vez si llenaba mi estómago podría callar un poco la tormenta de mi cabeza.

Me dirigí a la sala, esperando encontrar a Lutgard, pero solo estaba Odvier, sentado con esa calma fingida que solo él dominaba.

—¿Y el príncipe de las sombras? —pregunté, mordiéndole una esquina a mi comida.

—Descansando. O lo que sea que haga cuando intenta fingir que todo está bajo control. —Odvier me miró con seriedad y palmeó el sillón frente a él—. Ven, debemos hablar.

Me senté, cruzando una pierna sobre la otra, el plato en las manos.

—A ver, suéltalo. Estoy lista para lo peor.

Odvier me miró con una mezcla de ternura y dureza.

—Merath, lo que tienes con él no es un simple vínculo. Es más profundo. Lutgard está atrapado entre su hambre y su deseo, y no puede escapar de eso porque es tu compañero.

La palabra golpeó más que cualquier mordida.

—¿Compañero? —repetí con incredulidad.

—Sí. Y lo que significa es que ahora tú eres la fuente de su sustento y de su equilibrio. No hay salida, no hay sustituto. Tendrás que aceptar que él se alimente de ti constantemente.

Me quedé en silencio, mirando el plato con el sándwich intacto.

Odvier continuó, su tono volviéndose más sombrío.

—Y quiero que entiendas algo más. Tu sangre élfica lo vuelve adicto. Para él eres como un festín prohibido. Y eso puede enloquecerlo si no hay balance.

Tragué saliva, sin atreverme a responder.

Él se inclinó un poco hacia mí.

—Tienes que estar preparada, Merath. Porque este vínculo no solo lo está transformando a él. También lo hará contigo.

El sándwich ya no sabía a nada.

LUTGARD

El eco de las palabras del tío elfo de Merath seguía golpeándome como cuchillos: compañera, deseo, insatisfacción.

No podía negarlo. Era verdad. Desde que había probado la sangre de Merath algo dentro de mí había cambiado. Una sed insaciable que no podía calmar, un hambre que no era solo física, sino carnal.

Me encontraba en mi habitación, reclinado en el sillón con las manos presionando mi cabeza, como si así pudiera contener la tormenta. Cada respiración era un recordatorio de lo cerca que estaba de perder el control. Y cada recuerdo de su piel, de su sabor… era una condena deliciosa.

La odiaba. La deseaba. Y eso me estaba consumiendo.

Cerré los ojos, apretando la mandíbula. No puedo seguir así. Si no controlo esto… la destruiré.

MERATH

Después de la conversación con mi tío, me sentí como si hubiera tragado piedras. Tomé un baño largo, dejando que el agua tibia me relajara, pero los pensamientos no se iban.

Compañera. Alimentarlo todos los días. Volverlo adicto.

Suspiré con fuerza, envolviéndome en mi pijama: un short cómodo y un suéter de mangas largas. El reflejo en el espejo mostraba a una chica que intentaba aparentar calma… aunque por dentro temblaba.




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