Almas de Media Noche

Capitulo 26

El camino hasta Portobello Road me pareció más largo de lo que imaginaba. A través de la ventanilla, el bullicio de Notting Hill parecía irónico: tanta vida, tanto movimiento, y yo cargando secretos que no podía compartir con nadie. El taxi se detuvo frente al local, y apenas puse un pie en la acera, sentí ese cosquilleo familiar: estaba en casa.

El timbre tintineó cuando abrí la puerta del negocio. El aroma a madera, cuero y café instantáneo me recibió con un abrazo invisible. Y allí, tras el mostrador, estaba Midas, en su papel de siempre: brazos cruzados, mirada calculadora.

—Vaya, pensé que te habías olvidado de nosotros —dijo con una media sonrisa.

—¿Cómo podría? —repliqué, rodando los ojos—. Tenía que venir a revisar si sigues vivo.

Él soltó una risa baja, pero pronto su mirada se endureció. Me estudió como si intentara leer entre líneas.

—Estás rara. Distinta. ¿Dónde estuviste metida, Merath?

Su tono era trivial en apariencia, pero sus ojos… eran otra cosa. Parecía buscar respuestas que ni yo tenía. Sentí un cosquilleo extraño en el pecho, como si supiera más de lo que dejaba ver.

—Ya sabes, ocupada —murmuré, desviando la mirada.

No insistió. En vez de eso, tomó el teléfono y, sin consultarme, marcó un número.

—Maeve trae a Muna… está aquí. Sí, ahora mismo.

La reacción fue inmediata: a los veinte minutos, el timbre de la puerta se abrió de golpe, y en cuestión de segundos Maeve entró como una tormenta. Sus rizos oscuros bailaban con su apresurada respiración, y apenas me dio tiempo de ponerme de pie antes de que me estrujara en un abrazo que casi me parte en dos.

—¡Por todos los cielos, Merath! —exclamó, con la voz quebrada entre enojo y alivio—. ¡¿Qué te costaba avisar que estabas bien?!

—Maeve, déjala respirar —intervino Muna, entrando más despacio, como siempre hacía. Sus ojos claros me recorrieron con un detenimiento inquietante, pero su sonrisa fue suave al abrazarme también.

Yo me dejé envolver, aunque por dentro me retorcía. Ocultar tanto a quienes amaba me dolía más de lo que podía admitir.

Pasamos unos minutos con saludos, preguntas rápidas y reproches entre risas, hasta que las cosas se calmaron lo suficiente como para que Midas nos mirara a todas con cariño y con ese aire serio que siempre cargaba; a veces olvidaba que teníamos la misma edad, él siempre se ve más… ¿experimentado? Sé que al ser el único varón de esta familia puso instantáneamente un peso sobre sus hombros, pero, ¿no era demasiado?

—Bien, ahora que estamos juntos —dijo, con tono solemne—, creo que es hora de que nuestra querida hermana explique dónde demonios ha estado.

Las miradas se clavaron en mí. No podía seguir mintiéndoles con evasivas; no del todo, al menos. Tragué saliva, sintiendo cómo la tensión me comprimía el pecho.

—Está bien… —suspiré, levantando las manos como si me rindiera—. No puedo decirles todo, pero sí algo. Me encontré con alguien… alguien que no es humano.

—¿No humano? —repitió Maeve, arqueando una ceja—. ¿No estarás enredándote con un hada, ¿verdad?, según Odvier están locos.

Solté una carcajada seca.

—No. Es un vampiro.

El silencio cayó como un manto pesado. Los tres me miraron con una mezcla de sorpresa, duda y… un destello de temor.

—¿Y qué demonios haces con un vampiro? —Midas rompió el silencio, su voz cargada de desconfianza.

—No lo elegí —respondí con firmeza, mirándolo directamente—. Hay un vínculo entre nosotros. Un… enlace. Y estoy entrenando bajo su tutela.

Maeve, como era de esperarse, sonrió con malicia.

—Vínculo, ¿eh? —alargó la palabra como si degustara el doble sentido—. Suena intenso. ¿Y ¿Qué tipo de “entrenamiento” es?

—¡Maeve! —bufé, fulminándola con la mirada, aunque sentí el calor subirme a las mejillas ella se rio y prosiguió.

— El tío perdido pero regresado nos ha estado hablando de las diferentes razas y toda la cosa sobre ese mundo que no deberíamos estar involucrados, pero lo estamos, sin embargo, me dio la impresión que no tiene exactamente a esa raza en específico del cual estas vinculada en muy buena estima hermana.

— Típico de seres —rodee los ojos iba a decir algo mas, pero Midas me cortó, volviendo la atención hacia mí—

—Odvier nos ha visitado más seguido desde que te fuiste. Ha estado… raro. Más estresado. Creo que está obsesionado con encontrar a mamá.

Un escalofrío me recorrió.

—¿Encontrarla? —murmuré, con el corazón dándome un vuelco.

Él asintió, apretando los labios.

—No sé en qué anda, pero cada vez que viene lo noto más tenso.

Maeve se encogió de hombros.

—Odvier siempre ha sido raro. Pero… si todo esto del vínculo es real, ¿Qué significa para ti? ¿Qué tan atada estás a ese vampiro?

Me quedé callada un segundo, debatiéndome entre decir lo que sentía o guardar silencio.

—Lo suficiente —respondí finalmente, seca.




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