MERATH
El sudor todavía perlaba mi frente, pegándome el cabello a la cara. Mi respiración era como si hubiera corrido kilómetros, temblando en los brazos de Lutgard. Sentía su calor, su fuerza contenida, pero también el temblor apenas perceptible en las manos con las que la sostenía.
—Estoy bien… —murmuró, aunque sabía que era mentira.
Lutgard la miró con esos ojos oscuros que parecían leer más allá de la piel.
—No, no lo estás.
Ella intentó forzar una sonrisa, un gesto cansado y quebradizo.
—Solo necesito… un momento. Respirar.
Él no la soltó de inmediato. Su agarre fue más una jaula que un refugio, y solo cuando notó que ella lo miraba con incomodidad aflojó un poco.
—No vuelvas a decirme “estoy bien” cuando gritas como si el alma se te rompiera —masculló con dureza, aunque su voz arrastraba un filo de preocupación.
Merath quiso responder con sarcasmo, pero la tensión en su pecho no se lo permitió. Asintió apenas, bajando la vista.
El silencio se quebró cuando Ethan entró de nuevo a la sala, con paso firme, los ojos dorados chispeando seriedad y un libro en la mano ¿Cuándo se había ido? Emma lo seguía con la mirada, su expresión tensa.
—Creo que sabemos quién es —dijo Ethan sin rodeos, cortando el aire con su voz grave— ¿Puedes describirla?
Merath levantó la vista, todavía con el pulso acelerado. Lutgard se tensó a su lado, como una bestia lista para abalanzarse.
—Era una joven de cabellos rubios corto en rulos, ojos verdes como la esmeralda y su piel era blanca casi pareciera que translucía —mientras la describía podía sentir todavía el dolor que me proporciono. Ethan pasaba paginas del libro que estaba en sus manos como si buscara una página en concreto—
—¡Aquí está! —Exclamó Ethan con la entre cejas arrugado—. Zelti Hemberg un hada —siguió leyendo, pero ahora su semblante no era tan agradable cuando sus ojos chocaron con los míos— nieta del rey de las hadas.
El nombre resonó en la habitación como un eco amargo. Merath tragó saliva, luchando con la sensación de que todo en ella quería huir.
— ¿Nieta? ¿Rey de las hadas? ¿Esa especie tiene familia real? —pregunto con incredulidad Lutgard— ¿Y qué tiene que ver ella con Merath?
—Primo sé que esa información no debería ser relevante para nosotros, pero desde que nuestra familia ha sentido los cambios que se están dando; prácticamente nos han obligado a tener ese tipo conocimiento —respondió Emma entre diversión y altivez— y tú no visitas la casa principal.
—Siempre dije que era necesario saber información de las especies inferiores, pero nadie hacia caso hasta hace unos meses —dijo Ethan siendo la primera vez que le escuché hablar con tanto recelo—
—¿Increíble… —murmuré para mí, tratando de controlar la irritación que surgía a causa de su conversación— pero que tiene que ver ella conmigo? Yo jamás he tenido contacto con este mundo o con alguna especie del mismo hasta ahora y ella me conocía muy bien, es mas dijo que conocía a mi familia.
— ¿Quién es tu familia? —pregunto Emma mirándome con recelo—
—Hace más de un siglo —La cortó Ethan, con tono pausado, como quien relata una herida antigua leyendo el libro que cargaba— los elfos y las hadas planearon un acuerdo según lo que dice aquí. Un matrimonio que uniría sus casas reales, para enfrentar juntos a las gárgolas.
Merath frunció el ceño. No entendía a dónde iba aquello, pero cada palabra la inquietaba más.
Ethan siguió leyendo y su voz bajó un tono.
—La familia que proviene del linaje real élfico y que actualmente están a cargo son la familia Mozeg.
Merath parpadeó, con la respiración suspendida mirando a Ethan sorprendida.
— Los nietos del rey, hijos de su primer hijo eran parte de este acuerdo —continuo Ethan— Los menciono porque ese matrimonio… nunca ocurrió. Odvier el nieto mayor del rey desapareció el día del festejo. Se había ido. —el suspiró, entre cansancio y gravedad—. Y el amor de un hada herida… se convirtió en un rencor profundo.
Emma entrecerró los ojos comentando.
—Una herida que nunca cerró. Zelti quedó marcada por ese abandono. Y ahora lo transforma en obsesión.
Ethan asintió.
—Está obsesionada con Odvier. Y ahora, por alguna razón, contigo. Pero no sé qué tiene que ver tu vínculo en todo esto.
El mundo de Merath se tambaleó. Sus labios se entreabrieron, buscando aire, y antes de que pudiera detenerse, lo dijo:
—¿Qué… qué familia dijiste? —preguntó con un hilo de voz.
—Mozeg —repitió Ethan, sin entender su reacción—. La familia Mozeg.
Un silencio brutal cayó sobre todos cuando Merath maldijo en voz baja, un rugido de rabia y espanto escapándosele sin querer.
—¡Maldición! —se levantó de golpe, temblando.
—¿Qué pasa? —preguntó Lutgard con un gruñido contenido, acercándose un paso.
Merath los miró, los ojos llenos de incredulidad y furia mezclada con miedo.