Almas de Media Noche

Capítulo 40

Nadie quería ser el primero en hablar, porque cualquier palabra podría encender una chispa más en la hoguera que los envolvía, todos habíamos decidido sentarnos cuando Ethan rompió la tensión, su tono sereno pero firme:

—No podemos quedarnos en silencio. Si lo que dices es cierto, Odvier, entonces no solo Merath está en peligro. Todos lo estamos.

Emma cruzó los brazos, recargada contra el respaldo del sillón con gesto altivo. Sus ojos dorados brillaban con una mezcla de rabia y desconfianza.

—Lo que a mí me preocupa es que llevamos escuchando verdades a medias. Primero que si el pacto con las hadas, después que si tu hermano, ahora que Edna era humana… —lo miró con dureza—. ¿Qué más nos ocultas, Odvier?

Odvier no se defendió. Bajó la cabeza, entrelazando los dedos sobre sus rodillas.

—No son mentiras. Son piezas… fragmentos que yo mismo apenas entiendo. Mi hermano, Phaelion, me ocultó demasiado. Y yo… yo también me dejé cegar.

Me puso de pie, recorriendo la sala como un animal atrapado en una jaula, con las manos crispadas y la mandíbula apretada. Mi sombra parecía crecer con cada paso.

—No tenemos tiempo para fragmentos —escupí, girando hacia todos—. Las sombras se mueven, las gárgolas enloquecen, Zelti acecha… y ahora resulta que Merath no solo es mi compañera, sino también la llave de toda esta maldita situación.

Emma alzó una ceja, con su habitual ironía venenosa.

—Llave o condena. Depende de quién reclame primero.

Ethan lanzó una mirada de advertencia a su hermana, pero no intervino en sus palabras. Luego se inclinó hacia Odvier.

—Dijiste que Phaelion habló con tu padre antes de desaparecer. ¿Crees que aún esté vivo? ¿Que lo esté protegiendo?

Odvier suspiró, y sus ojos se perdieron en algún recuerdo que parecía dolerle.

—No lo sé. Mi padre no me ha dicho nada y la verdad dudo que se haya logrado encontrarse con él, pero si Phaelion vive… entonces guarda secretos que nadie sabe.

Gruñí sintiéndome peligro puse en mi rostro con una sonrisa que probablemente era mas una mueca que sonrisa

—Pues será mejor que nos preparemos, porque cuando todo esto estalle… ya nadie va a preguntar si estamos listos o no.

El silencio regresó. Y esta vez no hubo respuestas, solo la certeza de que lo que teníamos en frente era un rompecabezas incompleto que podía costarnos la vida.

Se quebró cuando Emma, siempre directa, se enderezó en el sillón.

—No podemos seguir jugando a escondernos. —Sus ojos recorrieron a cada uno, hasta posarse en Odvier—. Si la verdad es que Merath no es la única implicada, entonces sus hermanos también lo están. Tarde o temprano Zelti lo sabrá ya vino aquí, sabe dónde estamos. Lo mejor es traerlos aquí y contarles todo. Si van a correr peligro, que al menos estén preparados y no solos.

No pude evitar chasquear la lengua sintiendo mi entrecejo arrugarse. La idea de exponer a Merath aun mas y a los suyos me irritaba de sobremanera pero no refuté lo que proponía Emma; es necesario.

Ethan, en cambio, asintió con calma.

—Estoy de acuerdo. Pero no basta con traer a los Mozeg. Necesitamos respaldo. Esta situación ya se salió de lo privado. —Su voz se endureció, solemne—. Debemos convocar una nueva reunión con el rey… y con el rey élfico. Si las hadas están moviendo sus piezas, será cuestión de tiempo antes de que los reinos choquen.

Las palabras quedaron suspendidas en la sala. Nadie había querido decirlo en voz alta, pero Ethan lo acababa de poner sobre la mesa: guerra.

Odvier se inclinó hacia adelante, su rostro pálido y cansado aún mostraba la gravedad de lo vivido.

—Yo daré el aviso. —Su voz, ronca pero firme, llenó el espacio—. Si Zelti está detrás de esto, entonces los reyes deben enterarse cuanto antes. Phaelion puede estar oculto, pero no desaparecido. Y si él aún respira… lo que sabe será vital para esta reunión.

Clave los ojos en todos asintiendo.

—Pueden hablar de reuniones y pactos todo lo que quieran, pero no se engañen. Esto no va a terminar en una mesa. —me cruce de brazos, imponente—. El enemigo vendrá, y lo hará pronto. Y cuando eso pase, no pondré a Merath en riesgo.

Emma bufó, sarcástica.

—Oh, qué noble. Pero no se trata solo de ella, Lutgard.

Giré apenas la cabeza, mis colmillos asomándose en la sonrisa que le di.

—Para mí, sí.

La tensión casi podía cortarse con un cuchillo, pero fue Ethan quien volvió a tomar la palabra, manteniendo la calma como siempre.

—De acuerdo. Entonces esperemos a la reunión. Que hablen los reyes, que se revelen las piezas ocultas. Y después… decidiremos si atraer al enemigo o huir de él.

Un murmullo de aceptación llenó la sala. No era un plan perfecto, ni mucho menos definitivo, pero al menos era un comienzo.

Todos quedamos en silencio, conscientes de que habían acordado esperar. Y esa espera, sabían, sería el preludio de algo mucho más grande que aún estaba por estallar.




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