Almas del Pasado, Espadas del Presente

Capítulo 3: El despertar del ronin

El ronin sueña, después de una noche pesada de alimentos y alcohol. El sake no puede faltar en su vida, es la única forma en que puede conciliar el sueño después de todo lo que ha visto en tres años de exilio. No ha sido fácil su vida, pero es la única forma en que ha concebido su existencia en este mundo lleno de caos, no puede subsistir sin la emoción de estar presente en un campo de batalla.

Atrás ha dejado la vida de nobleza que abrazó por la fuerza desde niño. Todo lo que había construido, todo por lo que había luchado, quedó atrás cuando su amada fue asesinada años antes. Ahora es un simple guerrero, uno que usa esa fiel espada que le fue otorgada para perseguir el honor y la justicia, para defenderse y para luchar en este mundo injusto y sumido en la guerra.

Sin embargo, en el fondo, el ronin todavía sueña con querer regresar a esa vida que conocía. Sabe que ya no hay marcha atrás, las vidas que ha tomado, la nobleza que ha despreciado y esa enorme marca que adorna toda su espalda son la prueba de que su vida es esa, morir como mercenario.

Así es como ha vivido durante los últimos tres años. Tres años en los que se ha convertido en parte importante de la banda de los Ibushi, pero solo lo hace por compromiso, porque no conoce otra vida sin su espada y no podría concebir guardarla para siempre.

El ronin sigue soñando, o más bien, tiene una pesadilla. No, una pesadilla hubiese sido mejor para él que lo que va a experimentar en sus sueños.

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Se ve siendo arrastrado a una celda de paredes de piedra, húmeda y fría piedra. Los carceleros... Nunca los había visto, pero siente que los conoce desde antes, cada rostro y cada voz le parecen familiares. Allí, escucha el cargo del que se le acusa y por el que es encerrado en esa celda: piratería, traición al gobierno y usurpación de cargo militar.

El ronin no puede creer lo que escucha. Pero puede sentir la pesadez de los grilletes que le colocan en manos y pies, el cansancio en su cuerpo por las noches de desvelo y falta de comida, y el dolor de los latigazos que recibe por parte de los carceleros. Quiere gritar, pero no puede, es como si viviera ese sueño, pero en realidad el destino de ese sueño ya estuviese sellado. También escucha su sentencia: decapitación.

"¿Por qué no puedo gritar?" se pregunta el ronin. En el fondo, siente cómo aquella persona en la que está viviendo acepta su destino. Incluso puede escuchar sus pensamientos: solo soy culpable de ser pirata.

"¿Qué?", se pregunta nuevamente el ronin, asustado de escuchar esos pensamientos. "¿Culpable de ser pirata? Oye, ¿quién eres?"

Pero nuevamente sus preguntas no tienen respuesta. Es como si el ronin fuese el espectador de la dura escena que vive esa persona.

El ronin puede sentir cómo los días y las noches pasan, también puede sentir cómo el cuerpo de ese pirata se va debilitando poco a poco. Puede incluso sentir que ese pirata empieza a tener fiebre. "¿Acaso se infectaron sus heridas?", preguntó el ronin, pero, de nuevo, sus preguntas siguen sin ser respondidas.

También le llama la atención el extraño atuendo que porta el pirata, unos extraños pantalones que para nada son hakamas o algo similar. También le parecen extraños los atuendos de los carceleros: pantalones azul marino y unos extraños kimonos blancos que no parecían kimonos y dejaban los hombros descubiertos. "¿Quiénes son ellos? ¿Por qué se visten así? ¿Qué clase de lugar es este?", se pregunta, pero, como siempre, sus preguntas no tenían respuesta.

En esa misma visión, el pirata es llevado a una plataforma donde un verdugo encapuchado porta una hacha filosa y oxidada. El ronin no puede creer lo que está a punto de pasar. "¿Acaso me van a matar aquí?", se preguntó, como si estuviese dentro del cuerpo de ese pirata. Pero, nuevamente, sus respuestas siguen sin ser respondidas.

Puede sentir cómo, apenas pudiendo ponerse de pie, camina los escalones que lo llevan hacia la plataforma donde el verdugo ya está listo para ejecutar el castigo que va a pesar sobre el pirata.

El ronin despierta. Agitado, asustado y sudando frío, despierta. Se ve en una cueva húmeda y oscura, el refugio de su banda de mercenarios. Allí, a su lado, están varios de sus camaradas, durmiendo, mientras uno más se encuentra en la entrada vigilante, para evitar que algún depredador de la naturaleza o algún enemigo jurado quisiera hacerles daño.

En su vida había sentido algo así, ya sea la desesperación de no poder escapar de esa prisión, o el hecho de que lo ejecutaran. Era verdad que algunas veces llegó a caer en prisión al ser capturado por el enemigo, pero, ya sea por su buena estrella o por su astucia, siempre logró escapar de un final fatídico.

Pero esto difería mucho de algún sueño anterior. Todavía podía sentir en su cuerpo los latigazos y el cansancio que experimentó ese pirata de sus pesadillas. Como... como si hubiese vivido esa experiencia antes.

Ese día todo transcurre con normalidad. El ronin, intentando despejar su mente de aquella extraña pesadilla, entrena todo el día hasta casi el anochecer. Su líder, el jefe de los mercenarios Ibushi, puede ver que algo le ocurre a su mano derecha, pero prefiere no decir nada.

La noche cae, y después de una noche de sake, cual bebé toma su leche antes de dormir, el ronin se desploma nuevamente en un sueño profundo. Pero otra vez puede ver ese sueño.




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