—¡Esa es la mujer que intentó matarme! —gritó Shinnosuke muy asustado.
Kanemura volteó a ver a quien Shinnosuke estaba señalando y no pudo evitar mostrar una pequeña sonrisa. Allí, se encontraba una mujer con un traje kimono rosa oscuro y una hakama ceñida a sus piernas, así como un cinto donde llevaba varios kunais y shurikens. Su peinado era corto, con su cabello apenas llegando a los hombros y con una coleta atada con un prendedor con la figura de una rana.
—Veo que ya conociste a Chika. —respondió finalmente Kanemura con una especie de sonrisa pícara. –Verás, ella es la líder de los Cuatro Reyes Celestiales y uno de mis guerreros más cercanos.
—¿Cuatro Reyes Celestiales? —preguntó Shinnosuke un poco confundido.
—Así que quiere entrar a este grupo y no sabe ni siquiera de qué le están hablando. –dijo Chika mirándolo con desdén. –Supongo que todos los mercenarios son así...
—Bueno, yo no le puse el nombre. –dijo Kanemura. –Fue el pueblo quien les puso ese nombre de manera casi informal, tal vez porque son cuatro y son los más allegados a mi persona.
—Espera... ¿Quieres que me integre a tu grupo de soldados más cercanos? —preguntó Shinnosuke tratando de no perder el escepticismo. —Pensé que iría con los soldados rasos.
—Puedo llevarte ahí si gustas, pero tu demostración de anoche me sorprendió. No cualquiera tiene esos reflejos en estado de ebriedad. Tienes potencial, y tu historial militar no es algo que pueda pasar por alto. Por eso te traje aquí, para que demuestres de lo que eres capaz junto a los que podrían ser tus próximos compañeros de armas.
—Insisto, señor Kanemura, en que debemos investigar quién fue el que lanzó ese shuriken. —respondió Chika, tratando de minimizar lo que iba a ocurrir en el dojo.
—Es verdad, Chika. No podemos pasar eso por alto, por eso te encargué ese trabajo a ti y a la red de espionaje que armaste. ¿O no han podido encontrar al culpable?
—De momento no... —mencionó Chika bajando la mirada, como si estuviera decepcionada de sí misma. –Pero no descansaré hasta encontrar a ese culpable, y en cuanto lo encuentre, sufrirá las consecuencias de su atrevimiento. –dijo acercando su rostro a Shinnosuke mientras le lanzaba una mirada asesina, a lo que el exmercenario trató de mantener la mirada estoica pues, aunque sabía que no tenía nada que ver con el asunto, esto podría ser usado en su contra.
Chika se dio la media vuelta y se dirigió hacia la entrada.
—¿No vas a probar a Kozuki en combate? —preguntó Kanemura un poco extrañado.
—No. –dijo Chika a secas, mientras le entregaba un papel enrollado en sus propias manos. —Ahí está mi opinión sobre traer a mercenarios a este lugar.
Así, la ninja salió del dojo sin siquiera dar un gesto de despedida, azotando levemente la puerta corrediza.
—Así que un mercenario... —mencionó una de las figuras que todavía se encontraban ahí. Tenía una piel pálida, su figura era más pequeña que los otros tres hombres reunidos ahí, su rostro parecía tener unos labios pintados de color carmín, una cabellera larga amarrada por un cinto y unos aretes que combinaban con su delicadeza. También vestía un kimono muy ajustado, con cortes demasiado femeninos. –No sé qué tienen los mercenarios que esa apariencia ruda me atrae y mucho...
Esa figura comenzó a acercarse a Shinnosuke, como si tratara de analizar su rostro o su porte, mientras el exmercenario se sentía demasiado observado, como si estuvieran traspasando su espacio personal.
—Eres lindo... —respondió nuevamente esta figura. —Y adorable a la vez, seguramente tienes muchas pretendientes persiguiéndote.
—Eh... Gracias, supongo... —contestó Shinnosuke un poco avergonzado de recibir tantos halagos.
—Y esos brazos gruesos… —siguió esa figura adulando el aspecto del exmercenario. —Muchas mujeres querrían ser protegidas por esos brazotes.
—Y supongo que usted quisiera ser una de esas mujeres afortunadas, ¿no? —bromeó Shinnosuke a modo de jugueteo coquetón.
—¿Quién dijo que yo era mujer? —respondió nuevamente esta figura, dando a entender que quizás lo suyo podría ser un duelo de espadas.
—¡Aléjate de mí, raro! —gritó Shinnosuke con tal fuerza al ver que, quien le estaba coqueteando, era un hombre, al mismo tiempo que se ponía rojo de la vergüenza.
Aquel hombre delicado solo pudo mostrar un poco de decepción.
—Pensé que eras divertido... —mencionó. —Supongo que tendré que buscar diversión en otro lado.
Kanemura solo pudo lanzar una risa ligera, como si hubiese esperado ese preciso momento, a lo que Shinnosuke le tiró una mirada medio amenazante.
—Vamos, Jun, por eso los mercenarios se van de aquí. —mencionó riendo el fortachón del grupo, un hombre alto y musculoso, bronceado como si hubiese pasado mucho tiempo bajo el sol, facciones duras en su rostro, una calva prominente compensada por una barba bien tupida, y que vestía únicamente la parte frontal de su peto y una hakama, lo que permitía ver sus fuertes y enormes músculos, así como un tatuaje de un tigre que adornaba toda su espalda. —Mucho gusto, mi nombre es Tetsunosuke Yamanaka, ex pirata y miembro de los Cuatro Reyes Celestiales, pero puedes llamarme Tetsuo. Disculpa a mi compañero, a veces se siente compañera.