Almas del Pasado, Espadas del Presente

Capítulo 7: Sospecha

—Bienvenido a tu nueva residencia —le mencionó Kanemura a Shinnosuke mientras abría las puertas de una casa ubicada justo a las afueras del castillo principal de la ciudad de Aishima.

Cuando abrió los portones de la barda principal de barro, se dejó observar una residencia medianamente imponente, con un patio rebosando de vida, pasto recién cortado, un estanque limpio y sin limo verde, con varios caminos de piedra que llevaban a la entrada principal de la casa: un recinto típico del Sengoku, con tejas de barro, varias habitaciones con sus funciones bien delimitadas, como varias habitaciones para descansar, un dojo, una sala común y otros lugares donde podía tener su cocina, un cobertizo donde se encontraba una letrina, y del otro extremo otro cobertizo con un espacio para el fogón, utensilios y lo necesario para preparar alimentos.

Todo parecía ser que Kanemura, en su calidad de daimyo, había pensado a futuro en el bienestar de sus soldados.

Ambos guerreros ingresaron al recinto. Kanemura llevaba una lámpara encendida en sus manos, la cual usó para iluminar algunas de las lámparas de la sala principal y pudieran tener luz a mitad de la noche.

—¿Esto es... Para mí? —preguntó Shinnosuke sin poder salir de la estupefacción, observando detalladamente todos los rincones de la casa.

—Para ti y... Para tu futura familia, cuando la llegues a tener —le respondió su nuevo daimyo—. Era de Kiyomaru, pero hace poco que se casó con el daimyo de Sakiyama para poder cumplir con una tregua entre provincias, así que tal vez encuentres una que otra telaraña.

Shinnosuke bajó la mirada, pues en su corazón sentía que estaba incomodando demasiado a su señor, e inmediatamente mencionó:

—Señor Kanemura, creo que esto es demasiado.

—Nada es suficiente para mis Reyes Celestiales —le dijo Kanemura—. Ustedes tienen un papel muy importante en la política y milicia de Aishima, y necesitan tener todo lo necesario para que operen en óptimas condiciones, son ciudadanos de Aishima y tienen que sentirse como tal.

—¿Ciudadanos de Aishima?

—Chika, Tetsuo y Jun, a pesar de sus pasados turbulentos, han encontrado su lugar en Aishima. Tal vez dirás que una asesina, un pirata y un bandido no tienen redención, pero su deseo de vivir y aprovechar esta nueva oportunidad los ha mantenido con vida hasta ser los mejores generales del ejército de Aishima. Y si ellos lo lograron teniendo pasados difíciles, lejos de los privilegios de la casta samurái, ¿por qué tú, que eres un samurái de nacimiento, no podrías recuperar el honor que alguna vez te definió?

—Bueno, no soy precisamente un samurái de nacimiento... —mencionó Shinnosuke un poco avergonzado.

—Sea de nacimiento o por adopción, como en tu caso —le respondió Kanemura mientras lo miraba a los ojos—, eres un samurái, y eso ya es una ventaja, al menos frente a Tetsuo y Jun. No tienes que aprender lo que ellos tienen que saber, y hasta podrías tú guiarlos. Enséñales que existe honor en la vida samurai, a pesar de que parezca todo lo contrario, y guíales en el buen camino, incluso si tú te desvías.

—Vaya, vaya, parece que tenemos una reunión de honor por aquí —mencionó una voz gruesa, era la de Tetsuo, quien, junto a Jun, se encontraban de pie en la entrada de la casa.

—Te tocó la de Kiyomaru... —dijo Jun mirando alrededor de la casa —. Ella tenía buen gusto y estilo, no sé si tú lo tengas, cariño, porque sería una tristeza ver desordenado el jardín zen que con tanto ahínco armó en la entrada.

—No creo que hayan venido solo a saludar, ¿o sí? —preguntó Kanemura a sus dos soldados.

—Estábamos caminando y pasamos justo por esta casa y dijimos “¿Por qué no invitamos a Kozuki y al señor Kanemura a beber unos tragos en la taberna del norte de la ciudad? Así podríamos platicar un poco con el nuevo recluta y conocerlo mejor” —le contestó Tetsuo.

—Si no hay problema, señor Kanemura... —contestó solemnemente Shinnosuke, haciendo una reverencia con su cabeza.

—Mientras no pierdas la cabeza, porque con estos dos nunca se sabe —le aconsejó Kanemura.

—No se preocupe, señor Kanemura —le dijo Jun—. Es nuestro compañero a final de cuentas, lo cuidaremos bien.

—¿Quieren que les recuerde lo que hicieron el año pasado cuando se pasaron de copas? —preguntó Kanemura un poco molesto.

—¡Solo fue una ligera pelea! —dijo Tetsuo con una sonrisa cínica.

—Si correr desnudo por toda la ciudad, pelearte contra un cañón y hacer un club de pelea clandestino en la entrada del castillo, es solo una ligera pelea, entonces tal vez debas pasar la noche nuevamente colgado de cabeza en la entrada de la ciudad.

—¡Está bien! —mencionó Tetsuo apenas recordó ese incidente— ¡Tal vez nos pasamos un poquito, pero créanos que no le haremos nada malo a Kozuki!

—Más les vale —respondió Kanemura, mirando a Shinnosuke—. Tampoco te dejes llevar por ellos, no querrás terminar como llegaste anoche, ¿verdad?

Shinnosuke, quien no había salido de la sorpresa de escuchar el “ligero” alboroto que Tetsuo había ocasionado un año atrás por culpa de la bebida, tampoco pudo decir mucho ante las acusaciones de Kanemura sobre su “ligero” problema con el alcohol.

—No se preocupe, señor... —mencionó Shinnosuke—. No pienso beber mucho... Mientras esté en servicio.




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