Almas Gemelas

II

La pólvora sonaba en el parque haciendo vibrar el gran ventanal que Angie mantenía siempre cerrado, y dejaba ver sus luminosos destellos de colores a través de las pequeñas aberturas en las oscuras cortinas. Adentro no había adornos navideños, y la única cena había sido una sopa de esas que vienen listas y se calientan en cinco minutos. Por petición de su madre, Angie había dejado el celular encendido, aunque no le apetecía hablar con nadie, y mucho menos escuchar ni leer mensajes hipócritas de “Feliz Navidad”, cuando todo el que la conocía sabía que para ella, esa noche no tenía nada de feliz. Así, fue más por inercia que por verdadero interés que leyó un whatsapp de su amiga Daniela, que insistía por más o menos veinteava vez, en que se vieran para tomar algo en un conocido pero tranquilo bar del barrio más histórico de la ciudad. Ese año había transcurrido especialmente lento y tedioso para Angie, quien no hacía más que estudiar, trabajar y tomar antidepresivos desde que la alegría de su vida se había perdido, a su entender, por culpa de la Navidad. Pero los pedazos rotos de su corazón aún recordaban lo que era ser una buena amiga, y ante la insistencia de Daniela, cuya familia también vivía en otra ciudad, accedió aunque no de muy buena gana a hacerle compañía un rato.

Era ya más de la una cuando Angie llegó al lugar. No había mucha gente, pues era un bar de rock-ballad clásico y en su ciudad a la mayoría de la gente le gusta es bailar. Sin embargo, unos cuantos clientes bebían cerveza y conversaban en pequeños grupos. A Angie le llamó la atención que la mayoría de las conversaciones fueran en inglés; de no ser por ese detalle, no habría ni siquiera notado que el lugar atendía más que todo turistas extranjeros.

—¿Ves?, te dije que debías venir! —dijo Daniela, dándole un gran abrazo de bienvenida y casi diciendo “Feliz Navidad”, lo que afortunadamente logró no pronunciar a tiempo de no arruinar el gran avance que suponía haber logrado sacar a Angie de su casa, en especial esa noche.— Aquí siempre vienen extranjeros, más que todo europeos, y no me vas a decir que un vikingo de ojos azules y larga melena rubia no es una buena distracción, ah?

—Bueno, debo admitir que al menos no olvidas mis gustos, Dani. Y ya que estoy lejos de ser el prototipo de latina sexy que estos chicos con pinta de modelo querrían conocer, con gusto te ayudo a elegir uno para ti.

Daniela miró a su amiga sin saber muy bien que responder, pues no era falso que su apariencia distaba de ser atractiva. Desde que Shigure había muerto, Angie no volvió a preocuparse por verse bien en lo más mínimo, y ni siquiera cuidaba su salud, lo cual acentuaba aún más una imagen que de bonita sólo tenía el recuerdo. Pero como si el benevolente Universo quisiera sacar a Daniela de la incómoda conversación con su amiga, se escuchó en ese momento un fuerte ruido proveniente de la mesa de al lado. A uno de los chicos que allí estaba se le había caído su cerveza, que él y su amigo miraban totalmente sorprendidos de que a pesar del tremendo golpe, la botella no tenía ni un rasguño. A Daniela tampoco se le escapó este detalle y no perdió oportunidad para iniciar conversación:

—¡Vaya! ¡¿No se rompió?! ¡¿Cómo la tiraste para que no se rompiera?! —Dijo, en un inglés no muy bueno, pero entendible.

—No tengo idea! —Respondió, riendo, el chico que ya tenía de nuevo su cerveza en la mano.

—Es uno de sus super poderes! —Añadió el otro muchacho— Mucho gusto, yo soy David, de Escocia; y este es Linus, que aún no me dice de dónde viene, nos acabamos de conocer aquí.

—El gusto es nuestro, mi nombre es Daniela y ella es mi amiga Angie.

—Un placer chicas, y Feliz Navidad! —dijo David, a lo que Angie estrechó su mano con cortesía pero sin pronunciar palabra y desviando rápidamente la mirada. Linus lo notó de inmediato e intentó continuar la conversación cambiando rápidamente de tema.

—Son de aquí? Es extraño encontrar locales que hablen inglés.

—Somos de aquí, sí. Angie habla mucho mejor que yo, es una nerd para los idiomas. Yo por lo menos me defiendo, afortunadamente. —dijo guiñando el ojo a David. Al parecer ya había hecho su elección.

—Eso no importa, el inglés de David tampoco es muy bueno que digamos, ese acento Escocés parece enteramente otro idioma —dijo riendo Linus; y rieron todos, incluso un poco, Angie.

Él era alto, aproximadamente 1,86cm ó 1,87cm. Su cabello color castaño claro era evidentemente largo, aunque lo traía recogido de manera que no era fácil adivinar qué tanto. Y sus ojos, azules como Angie jamás había visto ningunos, y sin embargo, extrañamente familiares.



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En el texto hay: mascotas, navidad, amistad

Editado: 20.12.2018

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